El impacto de Marie Curie en el papel de las mujeres y en la ciencia fue de tal magnitud y tan inusual aún hoy, que su nombre y trabajo es reconocido mundialmente más de un siglo después. Física, matemática, química y pionera en el campo de la radiactividad; no solo recibió el primer premio Nobel otorgado a una mujer, sino que fue la primera persona en recibir dos en distintas especialidades: Física (1903) y Química (1911).

Nació en 1867 en Varsovia, donde no pudo cursar estudios superiores, no permitidos a las mujeres–. Se matriculó en la Sorbona, licenciándose en Física (1893) y Matemáticas (1894) con calificaciones extraordinarias. Que llegara a titularse en un país e idioma ajenos habla de la extraordinaria mujer que era.

Desarrolló su investigación sobre la radioactividad inicialmente en un cobertizo sin ventilación y sin calefacción, con un frío terrible en invierno y un calor abrasador en verano. Escribió: “Tuve que pasar todo el día mezclando una masa hirviente con una pesada barra de hierro casi tan grande como yo. Estaba rota de fatiga al acabar el día”. Sin embargo… calificó la vida en “este cobertizo miserable” como “los mejores y más felices años de nuestra vida”.

Obtuvo, junto a Pierre Curie y Henri Becquerel, el Nobel de Física en 1903 por el descubrimiento del radio y el polonio, y por definir las propiedades de la radiactividad, expresión acuñada por la propia investigadora.

Tras morir su marido en 1906, ocupó su puesto en la Universidad, convirtiéndose en la primera mujer catedrática y directora de un laboratorio. Años después, fue víctima de ataques xenófobos y discriminación por ser mujer, e insultada públicamente por su relación sentimental con el físico Paul Langevin.

Su actividad científica no tuvo descanso. Demostró que se podía obtener un gramo de radio puro, ganando por ello el Nobel de Química. Con una actitud desinteresada, no patentó el proceso de aislamiento del radio, dejándolo abierto a la investigación de toda la comunidad científica, como ya había hecho con sus descubrimientos anteriores.

Sus aportaciones van más allá del plano teórico: ideó y dirigió unidades móviles de radiología usadas durante la Gran Guerra. El primer camión equipado transportó a la propia investigadora al frente de batalla en Marne en 1914. Con el tiempo y el apoyo de algunas amigas, equiparon 20 vehículos. Ella y su hija Iréne formaron a 150 mujeres encargadas de operar aquellas unidades móviles. Se estima que la flota de los “petites Curies”, así como los 200 servicios fijos de radiología que la científica distribuyó por los hospitales de campaña, permitieron tratar a más de un millón de soldados heridos.

La historiadora de la ciencia Naomi Pasachoff, autora de “Marie Curie and the Science of Radioactivity”, escribió: “…su condición de mujer no le facilitó las cosas. Tuvo que montar el servicio radiológico por sí misma, sin apoyo del gobierno; presumiblemente, el sesgo contra las mujeres jugó un papel, si no el único, en aquella situación”. Pero esto no la detuvo, y a pesar de los obstáculos, siguió trabajando y entregándose el resto de su vida a desarrollar su legado para la humanidad, que hoy continúa salvando vidas.

Nunca se reivindicó feminista, pero actuó siempre como si tuviera los mismos derechos que un hombre., Según su nieta Hélène Langevin-Joliot: “siendo como fue mi abuela, un símbolo para el movimiento, aunque ella no lo manifestaba mucho, fue más una feminista en la ciencia por el ejemplo que dio”.

Como científica, conocía que su alta exposición a la radiación podía repercutir en su salud. Murió en 1934 de una anemia aplásica.

Tatiana Delgado.

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