A medida que la segunda ola de la pandemia de la Covid avanza y se extiende con fuerza entre la población dejando al descubierto la ineficacia de la gestión socialdemócrata de la crisis sanitaria y económica, las movilizaciones, también se incrementan en todo su paralelismo.

En la calle como en ningún otro lado, se escenifican las expresiones más claras de la lucha de clases. Las protestas de sectores de la pequeña burguesía se mezclan o trascurren junto con la presencia de la ultra derecha negacionista en contra de las restricciones al grito de “libertad”. Esa concepción de la libertad en que la ultra-individualidad se antepone al más básico tejido de los derechos colectivos que la mayoría social pretendemos afianzar frente a los de una minoría que pierde privilegios por mor de la propia crisis capitalista y de su tendencia a la centralización de capitales, en el que la oligarquía monopolística es capaz de salir ganando y además mantener como aliados a parte de los perdedores sociales de este proceso.

Por otro lado, se está produciendo una creciente movilización de sectores populares que frente a los desahucios, como en el caso de Barcelona, los cortes eléctricos, como en la Cañada Real de Madrid, o por la sanidad pública, como en Vallecas u otros muchos lugares de España, se manifiesta paulatinamente en nuestros barrios, a la vez que la crisis se deja sentir en toda su crudeza sobre las condiciones de vida de la clase trabajadora y la totalidad de las capas populares. Según el último informe de Oxfam Intermón, la pobreza en España podría alcanzar los 10,9 millones de personas, pasando del 20,7 % de la población antes de la Covid-19 al 23,07 %. Este informe pone negro sobre blanco la realidad que representa que la ausencia o deterioro de la sanidad pública, la educación y la protección social, evidenciará todavía más el escenario de la barbarie capitalista.

Tras un breve espacio de tiempo que abarca desde el 2014 hasta el 2019, en el que se intuyó cierto respiro en los datos económicos, sobre todo gracias a la precarización e incremento de la tasa de explotación a la clase trabajadora, entramos en un nuevo escenario recesivo, agudizado y acelerado por la irrupción de la pandemia.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la economía española será la más afectada de todos los países que componen esta organización, con una contracción de su producto interior bruto (PIB) en 2020 que llegará hasta el 14,4%, según las previsiones del mes de junio.

Con respecto al trabajo, las previsiones de este mismo organismo, suponen eliminar la mejora de los niveles de empleo en los últimos años. Dependiendo de la incidencia de la pandemia,  la tasa de paro estaría entre el 19,2 % y el 20,1 % en 2020, mientras que en 2021 se situaría entre el 18,7 % y el 21,9 %.

En otros artículos aparecidos en Unidad y Lucha, se ha hecho mención a los datos con los que se afrontó el periodo recesivo de 2008 y el actual que arranca a finales de 2019, y ya definíamos que entramos en el nuevo escenario en peores condiciones, puesto que los registros de partida en cuanto desempleo, temporalidad, salarios, etc. son bastante peores que entonces. Esto no es casual. La leve recuperación económica iniciada en 2014 se sustentó sobre los cimientos de una clase trabajadora más precarizada y explotada.

Pensar que la recuperación económica,  que no es más que el aumento del beneficio monopolístico, puede suceder sin incrementar la extracción de plusvalía absoluta o relativa al obrero y la obrera, es dar la espalda a la lógica de los mecanismos y engranajes del sistema de producción social histórico que vivimos.

Por eso, la previsión para los próximos meses y años no es otra que un incremento del ejército industrial de reserva, o en otros términos, un aumento significativo del desempleo que sirva como elemento de presión sobre la masa salarial y que fuerce, todavía más, el empobrecimiento de la clase trabajadora.

Unida a esta circunstancia que vincula exclusión de trabajadores y trabajadoras del sistema productivo con bajos salarios, se incrementará la temporalidad en el empleo y en la misma lógica, se implementarán medidas de desregulación  de las normas protectoras de las relaciones laborales.

En la memoria colectiva, todavía tenemos los ecos de las consecuencias inmediatas y a posteriori que para el pueblo trabajador tuvo la anterior crisis de 2008 tanto en lo relativo al  desempleo, como en pérdida de derechos y poder adquisitivo, y de cómo afectó en mucha más medida a las mujeres, la población migrante y a nuestra juventud.

Por eso, la respuesta no puede ser otra que la exigencia de un Plan Urgente de Emergencia Social que frente al rescate de los intereses oligárquicos que caracterizaron el anterior periodo recesivo, sitúe en el centro del tablero de juego a las capas populares y el bienestar de la mayoría social. No podemos esperar que la socialdemocracia en el gobierno de España o desde las distintas comunidades autónomas, se cubra esta necesidad, porque no está en los genes de nuestros gobernantes más que la gestión de los intereses oligárquicos monopolísticos. No es casual el lema que desde el PCPE hemos venido utilizando de que solo el pueblo organizado salva al pueblo. Y es que solo desde la organización de estructuras de carácter popular podremos llegar a proteger a la nuestra clase en materia sanitaria y económica.

Necesitamos un Plan Urgente de Emergencia social que garantice el trabajo digno y el sistema público de pensiones; el acceso y mantenimiento de la vivienda y al suministro de luz y agua. Un Plan que sitúe el retorno al sector público de las privatizaciones, sobre todo y de manera urgente en la sanidad, teniendo la exigencia de derogación de la Ley 15/97 por bandera. Un Plan que frente al fracaso de la gestión sanitaria y económica de la pandemia priorice la salud de la clase trabajadora sobre los miserables intereses económicos de unos pocos. Que visualice la realidad de que no existe dualidad salud-economía, sino que la defensa global de los intereses de la mayoría social, salva vidas y garantiza un futuro digno y soberano en respeto y promoción con los derechos de la clase obrera.

Kike Parra

uyl_logo40a.png