Ya en los meses de verano pudimos observar cómo el proceso concursal entre Ayuntamiento y empresas concesionarias se llevó por delante a 350 trabajadores. La primera reacción de los sindicatos fue titubeante y descoordinada lo que llevó a que estos compañeros y compañeras a verse expulsados de sus puestos de trabajo sin levantar revuelo.

Ya desde estos momentos las secciones sindicales se hubieran tenido que lanzar a evitar estos despidos, unificando las diferentes movilizaciones que se sucedieron, de manera que este primer episodio sirviera para engrasar los mecanismos de lucha de los trabajadores y trabajadoras de cara a la posterior lucha contra el ERE y los recortes salariales. Sin embargo, no se dio continuidad entre una lucha y otra (más allá de la sucesión en el tiempo), por lo que entre las reivindicaciones de la huelga no se incluyó la readmisión de estos 350 olvidados y olvidadas de la huelga.

Cuando 3 de las 5 empresas concesionarias pusieron sobre la mesa los 1140 despidos, junto a la negociación del convenio sectorial, las plantillas de las 5 empresas fueron a la huelga. Compañeros y compañeras que no iban a ser despedidos se lanzaron a la calle por el resto, encabezados por sus comités de empresa respectivos. Sin embargo, en el horizonte aparecían nubarrones negros debido a las 2 convocatorias de huelga que había sobre la mesa... Las asambleas de trabajadores y trabajadoras por sindicatos que se sucedieron esos días presionaron para unificar la acción de las centrales, llegando a la convocatoria de huelga indefinida desde el 5 de Noviembre, precedida de 2 grandes movilizaciones unitarias el 26 de Octubre y el 4 de Noviembre. La moral de las plantillas estaba lista para lanzarse al combate.

Sin embargo, no hubo una planificación unitaria para afrontar la huelga. No se constituyó un Comité de Huelga que permitiese distribuir las enormes fuerzas con que se contaban, organizar una caja de resistencia que sostuviese el esfuerzo económico, recabar la solidaridad que desde otros sectores de la clase obrera llegarían, etc. Por lo tanto, las primeras noches de piquetes no fueron lo efectivas que pudieron ser por falta de organización y coordinación sindical. Esta carencia se suplió con un enorme nivel de autoorganización de las plantillas por cantones, que fue definiendo poco a poco el modus operandi de la huelga, pero que no puede llegar a sustituir las funciones de un mando centralizado en un Comité de Huelga.

Ante el aumento de la presión policial y la amenaza de reventar la huelga a través de la empresa pública TRAGSA los trabajadores y trabajadoras mantuvieron el nivel de combatividad, sin ceder a los chantajes de patronal y ayuntamiento. Lamentablemente esta actitud no fue respaldada por los sindicatos, quienes ante los cantos de sirena de la patronal, que cristalizó en un preacuerdo aceptable, mandaron a los piquetes a casa, mientras el Ayuntamiento reventaba la huelga limpiando Madrid por medio de esquiroles contratados por la ETT Randstad para TRAGSA. La Patronal se sentó al día siguiente a la mesa de negociaciones con una posición de fuerza mayor, con Madrid limpiándose, las plantillas desmovilizadas por sus sindicatos y con 14 días de huelga a la espalda. Presentó propuestas que violaban el preacuerdo de la noche anterior, hasta alcanzar un acuerdo que si bien evita despidos y rebajas salariales no refleja la enorme fuerza demostrada por la clase obrera en esta batalla. Nunca se debe relajar la tensión hasta que la patronal no firma lo que los trabajadores y trabajadoras exigen, teniendo por seguro que desde el día posterior van a buscar nuevas vías de explotación.

 

Alberto Sánchez Colomo

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