Jacques Tati (1907-1982), excelente e innovador cineasta francés, solía decir y también escribir en alguno de sus libros que el impacto de una película en la mente del espectador difiere según el lugar que ocupe en la sala oscura. Pues bien, algo parecido me ha ocurrido a mí cuando tras haber visto hace algún tiempo el documental dedicado a Fidel Castro, “Comandante”, del director norteamericano Oliver Stone, lo he vuelto a ver estos días. Puedo decir por esa razón que así como el referido impacto del que habla Jacques Tati está en función de la butaca que elegimos en una sala del cine, igualmente la percepción de un filme varía también en función del momento que lo vemos. Independientemente de que el paso del tiempo le proporcione alguna que otra inesperada arruga. Sin duda, porque todo cambia con el tiempo: las circunstancias, el propio espectador, y puede que hasta la captación de la historia narrada.

La gloria en un grano de maíz

La primera vez que vi este, en todos los sentidos, extraordinario documental (yo prefiero llamarlo documento histórico) fue en 2004, recién salido en DVD. Después lo he vuelto a ver alguna que otra vez pero nunca totalmente, y siempre en vida de Fidel. Y he de decir que en cada oportunidad me ha impresionado y emocionado. Sin embargo reconozco que en aquellas ocasiones (hace ya más de 15 años), y sin duda debido a las sensaciones que he expuesto, prevaleció en mí la imagen de Fidel izado sobre un pedestal. No conseguí entonces crear la distancia necesaria para observarle con objetividad y distanciar su imponente carisma de la realidad. Hoy con unos años más a mis espaldas, con la ausencia física del líder de la Revolución cubana y con la putrefacción capitalista contaminándome cada día, el poso dejado ha sido distinto. Con el revolucionario indómito, con el hombre de 76 años pero lleno de vitalidad, con el venerado por su pueblo presidente de la República de Cuba he andorreado henchido de multitud por las calles de La Habana el tiempo que ha durado este retrato intimista realizado cámara al hombro por el audaz director de “Snowden”. Un tiempo para conocer mejor a quien, como dice Alfredo Guevara en los extras del DVD, “en los primeros años de la Revolución fue un volcán en permanente erupción, pero ahora toma su tiempo antes de lanzar la lava”. Capaz de explicar afablemente en uno de los lances dialécticos con Stone, que él sólo es “dictador de sí mismo y esclavo de su pueblo”; de asumir sus errores: “todos los cometemos”, pero igualmente de afirmar con orgullo que su destino ha sido siempre luchar, y que “si volviera a nacer, sería como soy”. En definitiva un reportaje sincero y veraz sobre un ser excepcional cuya gloria, como decía José Martí, cabe en un grano de maíz.

Rosebud

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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