Como el tema va de curas, les diré que la película que voy a comentar es de 3R. ¿Recuerdan aquellas ridículas clasificaciones morales de las películas que la Iglesia Católica establecía en la época franquista? Pues eso, la película “Un dios prohibido” es de 3R. R de retrógrada, R de reaccionaria y R de repelente.
Me explico. Resulta que Pablo Moreno, su director, ferviente religioso según sus propias palabras, utiliza el cine como el cura usa el púlpito. Se dirige al espectador con la firme convicción de que todo lo que va a largar se lo va a tragar sin rechistar. “Yo la política la dejo a un lado…, lo que me interesa es el diálogo, el amor, el mensaje evangelizador”, afirma ufano en las redes sociales. Y con esas premisas, el joven cineasta salmantino, ya ha parido dos auténticos rollos: “Pablo de Tarso, el último viaje” (2010) y “Alba” (2012), donde la panacea a todo mal mundano es la fe y la esperanza. En “Un dios prohibido” la cosa tiene más perendengue ya que partiendo de un hecho histórico que nadie cuestiona: el fusilamiento de 51 miembros de la Comunidad Claretiana de Barbastro (Huesca) por un destacamento anarquista, unas semanas después del golpe de estado de 1936, el realizador persevera en su mensaje de amor, aderezado ahora con la absolución cristiana para los culpables del suceso de marras. Según Moreno su película, que ha sido financiada por su productora Contracorriente y por los Misioneros Claretianos, “sólo pretende dar a conocer los hechos ocurridos en aquel trágico momento”. Engañoso propósito a nuestro parecer, pues lo narrado en el celuloide ignora la crítica situación política de aquellos años y, particularmente, la implicación de la Iglesia Católica en el levantamiento fascista contra la IIª República. Participación que contribuyó en el asesinato y desaparición de centenas de miles de españoles, y por lo que, dicho sea de paso, la Iglesia no ha pedido perdón aún. Resultando de todo ello un filme groseramente maniqueo, encorsetado y panfletario. Objetivamente propagandista del discurso que el franquismo ha defendido durante más de 40 años: “rojos” malos, “nacionales” buenos. Respecto a la calidad cinematográfica del filme, la dirección de actores brilla por su ausencia, el montaje y el guión son de pacotilla, el sonido es pésimo y el todo es de un aburrimiento apabullante. En definitiva, un engendro cinematográfico de tal calado que, desde aquí, modestamente, aconsejaríamos al salmantino que dejase de torturarnos con semejantes bodrios y se dedicase a lo que parece ser su principal vocación: el sacerdocio. O, si le parece, a bregar por recuperar la memoria histórica de las verdaderas víctimas de la Guerra Civil, es decir la de decenas de miles de demócratas que todavía permanecen olvidados en las cunetas de las carreteras o en medio de los barrancos. A las otras víctimas, a los fascistas, el dios que todavía quieren imponernos en las escuelas y los herederos del franquismo ya les rinden homenajes y reconocimientos.
Rosebud