La Ley César es lo más parecido a la Helms-Burton aplicada contra Cuba. Una ley con alcance extraterritorial, que pone condiciones a cumplir para presuntamente suprimir el bloqueo.

Estados Unidos decidió asfixiar a Siria, tras el fracaso de más de nueve años de guerra para derrocar al presidente Bashar al Assad, con el empleo de su poderío militar, decenas de miles de mercenarios, el apoyo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) y aliados en Oriente Medio.

A imagen y semejanza del policía blanco que en Minneapolis hundió su rodilla cargada de odio en el cuello del negro George Floyd, el presidente Donald Trump firmó —con gesto imperial— una ley que niega el pan, las medicinas y el techo al pueblo sirio.

Washington eligió, a propósito, el momento más crítico de la desgarrada nación árabe. Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), más de 11 millones de sirios necesitan protección y ayuda humanitaria. Siria —afirma David Beasley, jefe del PMA— corre el riesgo de padecer una hambruna, en medio de la pandemia de la Covid-19.

A pesar de más de 300 000 vidas perdidas en la guerra impuesta desde el exterior y del desplazamiento dentro o fuera del país de unos 13 millones de habitantes, según la ONU, los que se quedaron han demostrado su decisión de preservar su integridad territorial, soberanía, independencia y unidad nacional.

La intervención armada foránea, iniciada durante la administración de Barack Obama a instancias del Pentágono —la fachada gubernamental del verdadero poder imperial ejercido por la industria bélica— toma ahora el giro preferido por el actual inquilino de la Casa Blanca.

El mandatario republicano admitió de hecho el fracaso de la opción militar para derrocar a Bashar Al Assad. Incluso, anunció una inesperada retirada de las tropas norteamericanas y su inminente regreso a casa, en un tuit de diciembre de 2018.

Era una promesa electoral, con vistas a los comicios  de este año. Pero como él no manda a su antojo, poco después se vio obligado a rectificar el tiro. El todopoderoso Pentágono se oponía, al igual que políticos y voceros de la industria bélica, que apuntaron el respiro que daría a Damasco recobrar los yacimientos petroleros controlados por Estados Unidos, con el apoyo de milicias kurdas desplegadas  en torno a la ilegal base de Al Tanf, en el sudeste.

Los mercenarios encuadrados en las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) se harían cargo del robo del petróleo, que enriquece al poder paralelo que Washington anima en el noreste y sudeste de Siria. Su misión: torpedear negociaciones impulsadas por Rusia, Irán y Turquía para un cese del fuego duradero, la pacificación, el retorno de los refugiados a sus hogares, la reconstrucción del país y realizar los cambios políticos e institucionales.

Trump recurre a la misma política de «presión máxima» que ejerce contra la República Islámica de Irán, mediante sanciones económicas, comerciales y financieras, de alcance extraterritorial, para impedir que el Gobierno de Al Assad impulse la reconstrucción del país y, más aún, que Rusia e Irán, sus principales aliados, se puedan alzar como vencedores de la contienda.

El poder imperial estadounidense se resiste a perder la influencia regional reconquistada por Rusia, aliada y garante de la seguridad estratégica de Siria desde la década de 1960, lo que permitió la construcción de la única base naval rusa en el Mediterráneo y fuera de su espacio geográfico.

Una ley escrita por mercenarios

El secretario de Estado, Mike Pompeo, montó el esquema agresor con el pretexto de «castigar» presuntas  «violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra» del Gobierno de Al Assad. En suma: otra «intervención humanitaria».

Para darle un tinte más dramático, la Casa Blanca dijo que el catálogo de medidas punitivas recibió el nombre de César, en memoria de un supuesto fotógrafo sirio desertor de la policía militar, a quien dieron ese seudónimo (de evidente inspiración imperial) para encubrir su verdadera identidad.

Según la leyenda elaborada por los propagandistas de la CIA, el traidor fugitivo huyó con miles de imágenes digitales que dijeron  que«documentan la tortura y crímenes contra la humanidad cometidos por el régimen sirio».

A fin de lograr su rápida aprobación, la «percha legislastiva» fue colgada o añadida al turbio proceso de negociación y reparto del suculento presupuesto militar, (Ley de Autorización de Defensa Nacional) que para el ejercicio 2020-2021 asigna más de 730 000 millones de dólares, aprobado en una votación bipartidista en el Senado, con 86 votos a favor y seis en contra, después de obtener el asentimiento de la Cámara de Representantes.

Pompeo dijo que la Ley de Protección Civil César para Siria fue escrita con el concurso de la Syrian Emergency Task Force (SETF), una pantalla de la CIA, registrada como organización no gubernamental.

Se trata de un grupúsculo de mercenarios dirigidos por un sujeto llamado Mouaz Moustafa, nacido en Damasco y residente desde joven en Estados Unidos, a quien una publicación del Banco Mundial lo identifica como «miembro del Comité de Relaciones con el Gobierno de la Coalición por una Siria Democrática (CSD)».

Moustafa jugó un activo papel en la llamada «primavera árabe» en Egipto y fue director político del Consejo Libio de Norteamérica y de la Libyan Emergency Task Force, que promovieron el asesinato de Muammar Khadafi, la intervención de la Otan y el desastre que dura hasta hoy.

El documento destaca que fue él quien organizó la visita clandestina del fallecido senador John McCain a la opositora brigada Tormenta del Norte, dentro de Siria, donde conoció y habló con Abu Bakr Bagdadi, quien luego se proclamó líder del terrorista Estado Islámico, que reclutó a mercenarios de todo el mundo.

El documento del Banco Mundial resalta que este personaje supervisa operaciones de consejos locales dentro de Siria a los que han provisto «millones de dólares en equipos y entrenamiento».

Según Pompeo, el objetivo de la Ley César es ir contra aquellos que brindan «apoyo» a Al Assad, tanto sirios como internacionales.

A juicio de expertos como Basma Alloush, del Consejo Noruego para Refugiados, las nuevas sanciones son más complicadas y amplias, lo que aumenta el riesgo de que los bancos y los comerciantes extranjeros eviten hacer negocios con sirios por completo. «También van a evitar que el sirio común intente reconstruir sus hogares para establecer cualquier sentido de normalidad o crear cualquier tipo de forma de recuperación, o reconstrucción», declaró al diario Middle East Eye.

A su vez, Julien Barnes-Dacey, director del programa de Medio Oriente y África del Norte en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), estimó que la Ley César evitará que otros países aprovechen la grave necesidad de reconstrucción de Siria.

Rusia, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Irán, Turquía y otros han expresado interés en los esfuerzos de reconstrucción en Siria.

El propio enviado especial de Estados Unidos para Siria, James Jeffery ha dicho que la Ley César procura convertir a Siria en un atolladero para Rusia, de modo que los rusos e iraníes no puedan obtener una victoria clara y decisiva.

La Ley César es lo más parecido a la Helms-Burton aplicada contra Cuba. Una ley con alcance extraterritorial, que pone condiciones a cumplir para presuntamente suprimir el bloqueo.

En el caso sirio, solo después de que el pueblo renuncie a su independencia, se arrodille, acepte todas las exigencias de Estados Unidos y quede insertado en el esquema de dominio imperial para la región, puesto en marcha en 1948 con la instalación del Estado sionista de Israel en Palestina, principal aliado de Washington.

El sueño de los ideólogos del sionismo de implantar el Gran Israel (Eretz Israel) —que según el texto bíblico que esgrimen para justificar su proyecto debe extenderse «del Nilo al Eufrates»— puede parecer un desatino, pero ya sirvió de pretexto a Inglaterra, en 1917, para emitir la Declaración Balfour, que se usó de base para el establecimiento del llamado «hogar nacional judío» y dio paso al actual Estado de Israel.

Siria es una pieza estratégica de ese plan, que ya provocó cinco guerras en Oriente Medio, que involucraron a Egipto, Jordania, Líbano, Siria e Iraq.

Situada a medio camino de las rutas procedentes de India, China o Arabia en marcha hacia Occidente, la legendaria Siria, con sus preciosas fuentes de agua, despertó la codicia de aventureros y conquistadores desde hace más de 2000 años, pero jamás se resignó al yugo, hasta alcanzar su independencia, que ahora vuelve a ser amenazada.

Leonel Nodal. Juventud Rebelde.

uyl_logo40a.png