Fue el pacto firmado el 25 de octubre de 1.977 por el Gobierno de Adolfo Suárez, la patronal, los partidos políticos y el sindicato de CC.OO. al que luego se adhirió UGT, hace de eso ya 43 años. Fue un pacto para la transición del franquismo sin Franco, para la restauración de la monarquía borbónica encabezada por un rey ambicioso, putero y tramposo, hasta que se puso muy rico utilizando la inmunidad que le otorgaba el empleo de soberano.

Los Pactos de la Moncloa, después en su desarrollo, sirvieron para asegurar el modelo de Estado capitalista y rebajar las iniciativas de las fuerzas progresistas productivas, creadas por el movimiento obrero y popular en la contienda de la lucha contra la dictadura militar franquista; cercenando el impulso de la huelga general política y con ello la crisis necesaria para el advenimiento de la IIIª República.

Eso pasó, a la vez que los sindicatos mayoritarios iniciaban su punto de no retorno y caminaban hacia un lento proceso de conciliación y entreguismo, no exento de contradicciones en lo interno, durante algunos años. A la vez que continuaron apoyando el asentamiento de un régimen basado en el expolio de la clase obrera, a cambio de obtener regalías y prebendas de los gestores del nuevo poder de dominación o, por ejemplo, se encuadraban claramente en lo ideológico dentro de los límites sistémicos como sucedió con su postura de aceptación “critica” al tratado de Maastricht, fueron capaces de desarrollar todavía episodios de lucha de clases y de colocar las propuestas clasistas a la ofensiva y a la clase obrera como el centro. Así y paralelamente a esa aceptación de los mandatos y designios del capital fueron capaces de desarrollar episodios de confrontación y convocar las huelgas generales de 1985 y de 1988, incluso alguna otra en los albores del siglo XXI, por no hablar las innumerables luchas sectoriales y en federaciones y ramas de la producción. Pero sus escuálidas cuentas corrientes desnutridas por proceder de las cuotas de afiliación se vieron robustecidas con miles de millones aportados por los Presupuestos del Estado y de la U.E. Esa dependencia en lo económico unida a que en lo ideológico sus dirigentes no creían – ni creen- en una sociedad distinta a la capitalista, con lo que ello significa de no creer en la clase obrera -a la que dicen representar -como sujeto de la historia, junto con una concepción burocratizada de quienes realizan tareas sindicales (con liberación o sin ella) tuvo como resultado que uno tras otro tanto a nivel territorial como confederal se fueran firmando pactos de concertación en aras a una paz social para la clase patronal y de penurias para los desmovilizados trabajadores, cada vez más desasistidos hasta la pérdida con creces de lo que al franquismo le habían ganado. Siempre bajo la excusa del mal menor se aceptaron expedientes de regulación de empleo, cierres baratos para la patronal y restricción de derechos laborales a través de vergonzantes contrarreformas de agresión a los derechos históricos de la clase obrera. Todo ello, sin que se les haya movido un musculo a los burócratas del sindicalismo que ya incluso se cambiaron la denominación y se llaman agentes sociales.

Pero como los parches de sutura al capitalismo solo sirven para alargar su agonía, dado su estado de crisis sistémica, en 2007 este sistema tuvo una gravísima caída que, sin llegar a superarla, empalma ahora con la provocada a nivel más Planetario, denominada coronavirus. Otra de consecuencias sin retorno porque es gestionada por los apologistas de la dictadura del capital.

En España, en solo tres meses, han caído ya 133.000 empresas de carácter multifacético de índole familiar, haciendo que 300.000 de estos trabajadores engrosen la estadística del paro, la inmensa mayoría sin protección de ayuda; y cerca de un millón procedentes de grandes empresas, con expedientes temporales de empleo hasta septiembre o no se sabe hasta cuándo. Las colas de personas necesitadas en los bancos benéficos de alimentación son numerosas, y la cesta de la compra en los supermercados -dicen las y los consumidores-, se han elevado de precio en más de un 20%. Con lo cual, al miedo frente a la muerte, se añade el de la precariedad de la vivienda por la subida abusiva de los alquileres y el básico de la alimentación. Se construye una situación de pánico colectivo.

Una situación que es utilizada por los agoreros a sueldo del capitalismo, para colocar una segunda versión de lo que significó los Pactos de la Moncloa, con los mismos instrumentos y distintos protagonistas. Este nuevo pacto social firmado, como el otro, por el Gobierno PSOE-U-Podemos, la patronal y CC OO-UGT; tendrá un desarrollo como lo tuvo el de hace 43 años. No hay más que ver las recomendaciones de Carlos Hernández de Cos, presidente del Banco de España, al Gobierno. Entre otras: aumentar el tamaño de las empresas eliminando los obstáculos fiscales y laborales que impiden a éstas seguir creciendo, es decir convertir las sociedades anónimas en holding, una tendencia de apoyo a los oligopolios y multinacionales, en detrimento de un tejido empresarial que absorbe la mayor cantidad de mano de obra empleada; otra contrarreforma de las pensiones, de la ley de educación, y la subida del IVA y el resto de los impuestos que siempre pagamos los que menos tenemos porque ellos, los capitalistas, cuando les toca pagar algo se ponen como basiliscos y el gobierno se amedrenta.

Vivimos en un mundo de palabrerías, de promesas baldías llenas de complicidades, de ocultamientos. Nos dicen que estamos en bancarrota, que la UE nos aliviará con cientos de miles de millones; que nos tenemos que modernizar con profundas reformas, cuando estas reformas no son más que anuncios de abusos de recortes para pagar la deuda de unas inversiones destinadas a hacer negocios con nuestras necesidades. No tienen dinero ¿y donde están los 60.000 millones de previsión de fondos de la Seguridad Social acumulados con el Pacto de Toledo, porque destinan más de 20.000 millones a gastos militares, porque se lleva la iglesia católica 13.000 millones, como es que se le da a la banca una regalía de 60.000 millones, y se mantiene el derroche de una monarquía? ¿Cómo no se para y se obliga a devolver las fortunas llevadas a los paraísos fiscales, y se rescata los latrocinios de las corrupciones?

Los dirigentes sindicales firmantes actúan como furrieles de la burguesía, cuando deberían reencontrarse con sus bases. Otra cosa es que a estas alturas de la (su) historia sean capaces de creer en la derrota del enemigo de clase, confrontando con las medidas que pretenden que esta nueva crisis la pague la clase obrera. Se sientan a la mesa del pacto social, apuntalan un sistema que gestiona los intereses de la oligarquía, y no entra en su agenda la convocatoria de una huelga general que acelerará la crisis del capitalismo en la perspectiva de concienciar al proletariado en la vía hacia el socialismo. No se les espera para ello, no obstante la clase obrera organizada generará las estructuras clasistas necesarias para derrotar al capitalismo.

Miguel Guerrero Sánchez

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