En el fin de semana del 8 al 10 de noviembre se celebró en Lisboa el 15º Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros, acogido bajo la organización del Partido Comunista Portugués. Carmelo Suárez, Secretario General del PCPE, intervinó en clave de análisis de la actual situación de crisis del capitalismo, sobre las condiciones de vida de la clase obrera y los sectores populares y sobre la ineludible lucha revolucionaria, por el socialismo-comunismo, para vencer la crisis del sistema en pos de los intereses de los trabajadores/as.

 

Reproducimos íntegramente el texto presentado por Carmelo Suárez al plenario del Encuentro. 

 El capitalismo en crisis golpea brutalmente a la clase obrera y a los sectores populares.

 Estimados camaradas, en primer lugar quiero agradecer al PC Portugués la organización de este 15 Encuentro Internacional. Al mismo tiempo, saludo fraternalmente a todos los partidos presentes y envío un caluroso abrazo internacionalista y proletario a todos los que no han podido estar en esta edición del Encuentro Internacional.

Quiero comenzar mi intervención señalando dos elementos en los que creo que todos y cada uno de los partidos presentes estamos de acuerdo: el capitalismo se halla en una profundísima crisis que no tiene visos de superarse, mientras que los capitalistas intentan remontar su tasa de beneficio mediante el incremento de los niveles de explotación sobre la clase obrera.

Hablamos continuamente del recorte de derechos sociales y laborales, de cómo los servicios públicos se ven amenazados por el capital monopolista que pretende obtener así nuevos espacios para la reproducción pero, en lo concreto ¿esto qué significa? ¿en qué situación se halla la clase obrera en nuestros países y qué reflejo tiene esto en la política de nuestros Partidos?

En España las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera han empeorado brutalmente desde el estallido de la crisis, como consecuencia de la aplicación sistemática y acelerada de las políticas de ajuste que aplican los distintos gobiernos en beneficio, fundamentalmente, del gran capital monopolista. Estas políticas, que no son otra cosa que la expresión más brutal y directa de las que, hasta el año 2008, ya venían anunciando y aplicando los distintos organismos de gestión capitalista europeos y españoles, tienen una traducción muy directa y muy concreta en la vida de nuestra clase y de los sectores populares.

Como consecuencia de la destrucción de fuerzas productivas, el paro ha crecido exponencialmente, alcanzando los seis millones según las cifras oficiales. Esto ha tenido efecto no sólo en el incremento de los índices de pobreza, sino también en el número de desahucios, en el constante incremento de familias que no tienen prácticamente ningún ingreso para llegar a fin de mes o en el crecimiento de los índices de malnutrición infantil, por citar sólo algunos ejemplos. La desesperación ante la imposibilidad de alimentar a los hijos ha llevado ya a varias personas al suicidio. La ofensiva del capital se traduce con claridad en hambre, miseria, gente sin hogar y muerte.

Por otra parte, los trabajadores y trabajadoras que mantienen el puesto de trabajo, se ven sometidos a un niveles de terrorismo patronal desconocidos en los últimos años: el miedo real a perder la única fuente de ingresos de la que, en muchos casos, dependen familias enteras, conlleva la aceptación de las cada vez más esclavizantes condiciones laborales previstas en las sucesivas reformas laborales aprobadas por los gobiernos del Partido Socialista y el Partido Popular. La generalización del despido colectivo deja en la práctica sin derechos a amplios sectores de la clase obrera, al mismo tiempo que los derechos sindicales están en franco retroceso, todo ello ante la incapacidad de las cúpulas sindicales para plantear una lucha orientada directamente a su recuperación. La patronal tiene en la práctica la capacidad para vulnerar cualquier legislación laboral, puesto que es más barato que nunca despedir a los trabajadores y trabajadoras y no existen consecuencias legales de ningún tipo cuando eso ocurre. La ofensiva del capital se traduce con claridad en que nuestros derechos son papel mojado en manos de los capitalistas.

Las condiciones de seguridad en el trabajo empeoran, a pesar de los discursos oficiales. Muy recientemente, 6 mineros fallecieron en el norte de España en el peor accidente en los últimos veinte años en ese sector. Fue un accidente que se pudo haber evitado, había informaciones que revelaban días antes el peligro de escapes de gas, lo que causó finalmente la muerte de estos compañeros. ¿Habrá quien pague por ello? Lo dudamos. Pero sí hay quien paga con su vida para que el patrón siga obteniendo beneficios, no sólo en ese sector, sino en todo el resto de sectores de la producción donde cada vez lamentamos accidentes más graves. La ofensiva del capital se traduce con claridad en que nuestras vidas valen poco frente a la obtención de más beneficios.

Se habla mucho de los servicios públicos, pero su recorte y su privatización están suponiendo, por ejemplo, que esté muriendo gente a la puerta de los hospitales o que los tratamientos que hasta hace poco eran gratuitos o poco costosos para los enfermos, hoy sean cada vez más difíciles de obtener por las familias trabajadoras, o que plantas enteras de hospitales se hallen cerradas mientras se incrementan las listas de espera, obligando a quien puede pagar a acudir al sector privado. No son palabras, son hechos concretos que demuestran que la ofensiva del capital se traduce con claridad en que los servicios públicos se destruyen hasta convertirse en meras comparsas asistenciales de sistemas privados dominados por el gran capital.

La sociedad española está cada vez más polarizada. Y en el mundo eso también se ve. Cada vez es más evidente la brecha que separa a ricos y pobres, a burgueses y proletarios, y cada vez queda menor espacio para los pequeños propietarios, que se proletarizan a marchas forzadas por mucho que la ofensiva ideológica, al menos en España, se centre en pretender fomentar el espíritu emprendedor entre nuestros jóvenes.

En este clima, hay quien nos dice que los graves problemas que ahogan a la clase obrera y los sectores populares se resuelven con más democracia. SÓLO por más democracia. Ante una agudización brutal de las contradicciones en todos los campos, luchemos por más democracia, dicen. Claro que los comunistas tenemos que luchar por no perder derechos democráticos, es parte consustancial de nuestra lucha general contra el capitalismo, pero hablar de democracia en abstracto, sin vincularla a la cuestión de la propiedad de los medios de producción y de la clase en el poder lleva a que la clase obrera se vea atrapada en las normas y pactos de la democracia burguesa, donde los derechos son papel mojado para el capital cuando está en juego su tasa de beneficios.

Otros nos dicen que luchemos por mantener el Estado del Bienestar. Es decir, nos dicen que luchemos por un capitalismo más humano, menos agresivo. ¿Tanto daño puede hacer la participación en el juego parlamentario que lleva a algunos partidos comunistas a olvidar el horizonte del Socialismo? ¿No es quizás hora de reconocer que nuestro movimiento ha estado demasiados años paralizado por la excesiva importancia dada a la lucha parlamentaria en detrimento de la lucha de masas?

Otros nos dicen que pactemos con la burguesía nacional. ¿Qué burguesía nacional tiene hoy un papel progresista que jugar en el capitalismo imperialista? ¿Qué burguesía nacional es hoy de carácter nítidamente antimonopolista y qué burguesía nacional no está hoy jugando a ser monopolista?

Camaradas, las luchas parciales, las luchas de resistencia, no son un objetivo, son un medio y únicamente podemos entenderlas como tales. Son un medio para el desarrollo de la capacidad de lucha, pero no debemos caer en el error de absolutizarlas y que nos hagan perder el horizonte de la lucha por el derrocamiento del poder burgués y la construcción del Socialismo, que es el objetivo declarado de los comunistas. En esas luchas, enmarcadas en la lucha general por el Socialismo, tendremos que saber bien quiénes son nuestros aliados, que no son cualquiera, sino las capas que objetivamente se ven hoy amenazadas por el dominio del capital monopolista: la clase obrera, junto con los pequeños propietarios y los campesinos pobres debe forjar la alianza que llevará al derrocamiento del poder burgués.

Muchas gracias.

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