Más de 750.000 contagiados por Covid-19; 41.000 fallecidos (en gran parte negros e inmigrantes latinos); 23 millones de parados en un mes sin apenas derecho al paro; carencia acuciante de hospitales públicos, médicos, enfermeras y material sanitario; 30 millones de personas sin seguridad social; atenciones médicas en clínicas privadas a precios descomunales; centenas de cadáveres no identificados o sin una familia que los reclame enterrados en fosas comunes en la neoyorquina isla de Hart.

Cerca de la sublimada “Estatua de la Libertad”. Wall Street (el templo financiero del capitalismo yanqui) por los suelos; Donald Trump, amedrantado, buscando chivos expiatorios para responsabilizarlos de la pandemia, etc., etc. Tal es cuando redacto estas líneas el cuadro clínico de la tragedia virológica en los fascinantes y portentosos Estados Unidos de América. Sin duda, todo un triunfo en la lucha decidida, inteligente y correosa contra el homicida coronavirus.¿Cuál será en ese país el número de contagiados y fallecidos dentro de un mes? ¿El doble, el triple, la mitad? ¿Conseguirán elaborar una vacuna contra el maldito bicho? Nadie lo sabe. Ni siquiera el sabelotodo Fukuyama, que en materia de finiquitos sabe un rato largo. Una cosa sin embargo es más verdad que la letalidad del Covid-19: mientras completo esta hoja en blanco, Estados Unidos lidera el macabro balance mundial de muertos y contagiados por el alevoso microorganismo. Ciertamente, el “Tío Sam” es hoy más que nunca un tigre de papel. Y como en otras ocasiones en las que el petulante Uncle no salió bien parado (pienso en el despiadado bombardeo nuclear sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y sus centenas de miles de víctimas salvajemente masacradas en 1945 o en los despavoridos gringos huyendo por las azoteas de los edificios de Saigón como ratas asquerosas perseguidos a tiro limpio por el heroico y victorioso ejército del Vietcong, en abril de 1975, hace ahora 45 años), igualmente esta vez los lacayos del Imperio (Europa y demás acólitos, sumidos también en el desastre viral) vuelven a mirar para otro lado en este abominable drama. Creyendo así poder ocultar el ciclópeo fracaso de su comandante en jefe.

La única alternativa

¿Y frente a esa caterva de vasallos del capital que no saben a qué santo confesarse en esta tragedia (y miren si hay para escoger), qué podemos decir de los villanos de la película? Sí, de esos países como, por ejemplo, China, Cuba o República Bolivariana de Venezuela, demonizados un día sí y otro también por dirigentes memos y por sus alienantes medios de desinformación. Pues que China además de contener más eficazmente la pandemia, con menos contagiados y menos muertos que los principales países capitalistas occidentales, no para de enviar a todo el mundo material sanitario. Que Cuba, país con 11 millones de habitantes y sometido por Estados Unidos a un criminal bloqueo económico, comercial y financiero desde hace seis décadas, y condenado repetidas veces por la ONU, confirma de nuevo su solidaridad mandando médicos y personal sanitario en misión internacionalista a decenas de países del mundo entero. Y que Venezuela, mientras vuelven a casa desde Colombia miles de venezolanos hastiados y hambrientos, y crecen las amenazas injerencistas yanquis, el gobierno bolivariano del presidente Nicolás Maduro combate el coronavirus de manera ejemplar, siendo la patria de Chávez el país latinoamericano con menor número de afectados y fallecidos. Cotejo que debiera hacernos reflexionar. Sobre todo cuando taimadamente nos encaminan hacia “una nueva realidad”. Hagamos pues que esa “insólita existencia”  que nos anuncian sea desde ahora la motivación para el inicio de la lucha revolucionaria por el SOCIALISMO. La única alternativa a tanta BARBARIE.

José L. Quirante  

uyl_logo40a.png