Los partidarios de Trump, fanáticos (exhibiendo, algunos, armas de fuego), han salido a las calles para presionar a las autoridades estaduales. Foto: El diario

Trump, su equipo, sus fieles seguidores, al igual que Bolsonaro y sus herederos, representan la cultura fascista que ama por sobre todo lo demás el Dinero, la Fama, el Poder arrogante, idiotizado, narcisista; que odia el arte genuino, la inteligencia, la tradición humanista; que está dispuesta a sacrificar a los «débiles» para salvar a «Los elegidos»

Crecen las opiniones en distintos países que favorecen reabrir la economía y flexibilizar de modo más o menos gradual las restricciones vinculadas a la pandemia. Pero crecen al propio tiempo los llamados de alerta de la OMS y de prestigiosos científicos sobre las consecuencias gravísimas de bajar la guardia y anticiparse a cantar victoria ante un enemigo terrible que da muestras todos los días de su fuerza y agresividad.

Trump no quiere saber de advertencias especializadas ni mucho menos del horror incontrolado que muestran las estadísticas. Se ha convertido en un líder de las posiciones más abiertas e irresponsables.

Ha insistido en que el cierre de un país puede «destruirlo» y que EE.UU. «no fue creado para estar cerrado». Ha hecho, además, una lectura optimista, sí, aunque suene irracional, de los resultados de las medidas de distanciamiento social: «La situación en puntos críticos… se está estabilizando».

Al propio tiempo, muchos partidarios suyos, fanáticos (exhibiendo, algunos, armas de fuego), han salido a las calles para presionar a las autoridades estaduales y acelerar el proceso de apertura.

Actúan de manera provocadora hacia el personal de Salud que trata de persuadirlos y exhiben carteles amenazantes, patrioteros, fascistoides.

Un letrero de los manifestantes es una mezcla casi humorística de absurdo con paranoia anticomunista: «Social Distancing? Comunism» (es decir: distanciamiento social es igual a comunismo).

Otro va más allá. Fue enarbolado en una manifestación en Tennessee, y lo reportó una cadena televisiva local. Parece escrito por Josef Mengele o algún otro médico nazi dedicado a la eugenesia: «¡Sacrifiquen a los débiles!».

Se trata de una síntesis insuperable del sueño dorado de los neofascistas «fuertes», «triunfadores», de la raza «superior», que verían con buenos ojos una epidemia capaz de llevar adelante en tiempo récord una «limpieza étnica», más allá de lo estrictamente racial, en la que fueran suprimidos todos los «perdedores», negros, latinos, inmigrantes, homosexuales, feministas, líderes sociales e indígenas, gente contaminada por el virus de la resistencia y la emancipación.

Una réplica en pequeño de Trump, Jair Bolsonaro, tampoco presta atención a la oms ni a los epidemiólogos. Se sumó a los manifestantes que rompieron la cuarentena para concentrarse frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia y pedir una intervención militar y el cierre del Congreso.

Allí dirigió críticas muy duras a los líderes del Congreso, a gobernadores y alcaldes, y a todos los que defienden las medidas de cuarentena y distanciamiento social.

Mientras tanto, en un montaje paralelo, su hijo Carlos Bolsonaro, concejal de la asamblea de Río de Janeiro, llevaba adelante (y filmaba para las redes) un performance muy belicoso, donde unos 15 individuos, enfundados en pulóveres oscuros con la efigie del presidente brasileño, descargaban sus pistolas contra un blanco imaginario. El resultado: una repugnante imagen de violencia estúpida y supuestamente intimidatoria.

El brillante investigador Ariel Dorfmann recordó al general fascista Millán Astray, mentor y amigo de Francisco Franco, y sus palabras funestas («¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!»), cuando, en octubre de 2017, descubrió muy temprano que Trump «estaba librando una inquietante guerra contra la ciencia y la verdad».

Lo alarmaba en ese entonces el rechazo de Trump a las leyes ambientales y laborales, el despido imprudente de expertos, los recortes presupuestarios a la ciencia y al sistema de Salud.

Ya en medio de la pandemia, Dorfmann repasa la suma de torpezas, disparates y revelaciones escandalosas del «trumpismo», como los avisos llegados al Presidente sobre la necesidad de implementar un plan para enfrentar la epidemia, y el desmantelamiento a principios de 2018 de la oficina y el equipo encargados de lidiar con este tipo de enfermedades. Pero, nos dice, eso no es lo principal:

«…La respuesta incoherente y torpe a esta emergencia, lejos de ser accidental, es el resultado de un desdén sistémico a la ciencia, una altivez imbécil que se remonta al comienzo mismo del régimen de Trump, que está profundamente arraigado en el adn antintelectual de ese presidente y sus seguidores».

En efecto, la esencia es cultural. Trump, su equipo, sus fieles seguidores, al igual que Bolsonaro y sus herederos, representan la cultura fascista que ama por sobre todo lo demás el Dinero, la Fama, el Poder arrogante, idiotizado, narcisista; que odia el arte genuino, la inteligencia, la tradición humanista; que está dispuesta a sacrificar a los «débiles» para salvar a «Los elegidos».

Abel Prieto

Fuente: Granma.cu

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