América Latina apenas hace 3 semanas que recibió los primeros casos de personas infectadas de COVID-19. Los casos eran fundamentalmente residentes en Europa que regresaban a sus casas o turistas europeos.

La respuesta de los diferentes gobiernos ha sido desigual, por ejemplo, el gobierno brasileño hasta la fecha no ha tomado medidas, priorizando el funcionamiento económico del país a la vida de sus ciudadanos. En cambio, otros gobiernos de derechas, como el salvadoreño, si han tomado medidas drásticas de cierre de fronteras y confinamientos. Otros, como el colombiano, después de unas primeras semanas de confusión y de medidas inútiles por la presión de los grandes factores económicos, empiezan a tomar decisiones drásticas como el confinamiento, cierre de fronteras y aeropuertos, etc., y empiezan a preparar a la población para confinamientos intermitentes durante todo el 2020.

Más allá de las medidas concretas de uno u otro gobierno, la situación latinoamericana tiene elementos comunes, definidos por la estructura de clases de la región, la ausencia de un sector público capaz de enfrentar una situación de este tipo y un capitalismo basado en el extractivismo y una baja industrialización (con matices en países del cono sur y México).

Estructura de clases y productiva.

En América Latina más del 50% de la población en edad de trabajar vive del sector informal y del rebusque, para decirlo de una forma entendible en España, viven de trabajos esporádicos sin contrato, de la venta ambulante y “de lo que caiga”. Los ingresos promedio de este gran ejército de reserva y de “excedentes” laborales pueden oscilar entre los 50 euros y los 300 euros mensuales según el país, pero en todos ellos, forman parte de los grandes cinturones de miseria urbanos y del campesinado desposeído. La clase obrera, pequeños comerciantes y trabajadores con cualificación baja, media y media-alta, representa aproximadamente un 30% de la población, y sus ingresos pueden oscilar entre los 60 y 400 euros mensuales según el país, lo justo para escapar de la miseria pero no de la pobreza. El 20% restante se lo disputan trabajadores cualificados, burguesía y unas oligarquías locales, que pueden ser un puñado de familias (20) como en El Salvador o un 2% de la población como en Colombia.

El consumo en América Latina se sustenta en el 40% de la población, con un alto componente de endeudamiento. La producción oscila entre los grandes centros industriales (maquiladores, ensambladores y la industria vinculada al extractivismo -minería, petróleo y petroquímica-) y pequeños talleres industriales. Igualmente, en el sector servicios, tenemos grandes empresas como call centers y pequeñas empresas locales.

En el sector agrario, la concentración de tierra productiva está en manos de unos muy pocos terratenientes, principalmente ganaderos, arroceros, paperos, bananeros, soyeros y palmeros (palma africana). El resto de la tierra se la reparten entre medianos agricultores (muy golpeados por los tratados de libre comercio) y pequeños agricultores, que con dificultad llegan a la economía de subsistencia y, con suerte, pueden colocar parte de la producción en los mercados locales.

Efectos macroeconómicos

La tónica general en América Latina son estados débiles que han sucumbido a las olas privatizadoras de los 90 y el 2000.

Las economías son fundamentalmente extractivistas y exportadoras de materias primeras, por lo que dependen de los precios internacionales del petróleo y de otras commodities como el café, el cacao, la soja o el banano. Los bajos precios del petróleo y el frenazo mundial en el consumo, puede poner a numerosos países de la región al borde del colapso.

Además, la falta de regulación laboral está provocando despidos masivos entre los trabajadores y trabajadores formales, no existen los subsidios de desempleo, por lo que cientos de miles de trabajadores y trabajadoras que antes de la crisis sanitaria podían estar en una posición relativamente estable, de la noche al día se ven engrosando el ejército de trabajadores y trabajadoras informales, que subsisten día a día como pueden.

Otro factor para tener en cuenta es el de la deuda privada, sobre la que se ha sustentado el consumo familiar y la inversión empresarial en unas sociedades con poca población con capacidad de consumo. La ola de despidos, el frenazo en las exportaciones y el cierre de numerosas empresas puede provocar al corto plazo una crisis del sistema financiero similar o peor que la del 2008.

Efectos sociales

Los sistemas sanitarios son en su mayoría privados y lo público se limita a la beneficencia. La epidemia está poniendo de manifiesto la debilidad del sistema sanitario, falta de camas, insumos, personal médico mal pagado y hasta que llevaba meses sin cobrar, etc. hacen ver que la situación sanitaria cuando lleguen los picos epidémicos colapsará de una forma rápida.

Igualmente, los servicios públicos son también privados en la mayoría de los países, el acceso al agua, algo vital para frenar la expansión de la epidemia, no es universal, y grandes bolsas de población no tiene el acceso garantizado al agua.

Los diferentes países latinoamericanos, exceptuando México y Brasil, reaccionaron con cierta rapidez y decretaron cuarentenas tempranas, cierres de tráfico aéreo, etc. Pero estas medidas son inaplicables si la mitad o más de la mitad de la población no tiene garantizado su sustento diario y debe salir a las calles a buscarse la vida.

Los gobiernos de la burguesía están más preocupados por proteger los intereses de los capitalistas que los de su pueblo; decretan medidas que saben que son incapaces de cumplir, pero sí ponen todos los esfuerzos para salvar a las grandes compañías, en especial a la banca, petroleras, y grandes multinacionales presentes en sus países. Como siempre, entre lo que se dice y lo que se hace, hay un gran trecho y se aprovecha la crisis para militarizar la sociedad, es común ver en estos días cómo se saca al ejército, se reprime a los pobres que buscan su sustento y, mientras se reparten migajas entre los miserables, se inyectan grandes sumas de dinero a resguardar a los empresarios, terratenientes y monopolios extranjeros.

Un hecho de extrema crudeza, que refleja las condiciones sociales existentes, es la de la población reclusa, en condiciones de hacinamiento terribles. Por ejemplo, en Colombia, el hacinamiento es del 50%, es decir, por cada dos camas hay tres reclusos, y hay prisiones donde por cada dos camas hay 4 reclusos. En estos días, los presos y las presas de Colombia se amotinaron ante las terribles condiciones y los efectos que tendrá el COVID-19 entre ellos. Solo en la cárcel La Picota de Bogotá, fueron asesinados 23 reclusos en una noche para sofocar el motín.

El panorama que espera a los pueblos de América Latina ante la epidemia serán trágicos, y como siempre, quienes se llevarán la peor parte serán los sectores populares, desamparados y olvidados. Si en países de Europa, como en España e Italia, la situación es dramática, el lector se imaginará como impactará la epidemia en Latinoamérica.

Solo el Socialismo es capaz de salvar al Pueblo

La otra cara de la moneda es Cuba Socialista y Venezuela Bolivariana, quienes a pesar de los criminales bloqueos a los que se ven sometidos, están siendo capaces de enfrentar la crisis con la mirada puesta sobre la clase trabajadora y los sectores populares.

Cuba, dando ejemplo de humanismo e internacionalismo proletario, pone al servicio de la humanidad sus avances médicos de vanguardia mundial, concretamente con sus antivirales, como el Interferón Alfa B2, y manda ejércitos de batas blancas para salvar vidas en todos los rincones del planeta, hasta en Italia, abandonada a su suerte por la UE y la OTAN.

Venezuela, en una grave situación económica por el bloqueo imperialista, está siendo capaz de organizar cuarentenas sociales, a la vez que pone sus escasos recursos al servicio del pueblo, especialmente en lo referente a garantizar alimentación y servicios básicos.

Los Pueblos de América, ante la crisis humana y económica que se avizora, se debaten nuevamente entre Socialismo o barbarie. Los movimientos revolucionarios del continente, y en especial los marxista-leninistas, tienen el reto de no dejarse amedrentar por la ofensiva militarista, con tintes fascistas y ultra religiosos, que en todo el continente intenta disciplinar a la población para que soporte los efectos de la epidemia y del capitalismo.

Hoy más que nunca la salida revolucionaria se impone, después del fracaso de la “ola rosa” de gobiernos progresistas (Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Honduras, El Salvador…), es el momento de pasar a la ofensiva revolucionaria e insurreccional en todo el continente.

Ferran N.

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