Se acerca la fecha del 25 de noviembre. Otro año más tendremos que llevar la cuenta de los feminicidios y asesinatos de mujeres, que ya ascienden a una media de 100 por año en los últimos 10 años.
Desde la aprobación de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género en 2004, no parece que se perciba ningún cambio en las situaciones de violencia vivida por las mujeres en el estado español. A continuación dos ejemplos de iniciativas institucionales que pretenden ese objetivo:
- El pasado diciembre del 2017, los distintos Grupos Parlamentarios, las Comunidades Autónomas y las Entidades Locales representadas en la Federación Española de Municipios y Provincias, ratificaron el Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Este Pacto de Estado supone la unión de un gran número de instituciones, organizaciones y personas expertas en la formulación de medidas para la erradicación de la violencia sobre las mujeres. El Pacto implica incidir en todos los ámbitos de la sociedad y se estructura en 11 ejes de trabajo.1
El verano siguiente tuvo lugar el caso de la violación de “la manada” de Pamplona.
- El pasado octubre del 2019 tuvo lugar en Barcelona el I Congreso internacional para la erradicación de las violencias machistas organizado por el Institut Català de les Dones.
El Congreso planteaba 3 bloques temáticos:
- Las violencias machistas, una vulneración de los Derechos Humanos de las mujeres
- Violencias estructurales y resistencias feministas
- Las violencias sexuales como forma de control social
En este Congreso parece que se empieza a reflexionar sobre las prácticas de las administraciones ante los casos de violencia contra las mujeres, en no victimizar más a las víctimas. Algo es algo.
Pero todo esto es poco ante la realidad que hemos vivido este verano de 2019 con el número más elevado de asesinatos, violaciones, manadas, pederastia y acoso de la última década.
No es una cuestión de recursos. Es una cuestión de voluntad política. De asumir el peso de la historia en la construcción de la sociedad española. La influencia de la Iglesia en la familia patriarcal, pilar básico de la división sexual del trabajo y, por lo tanto, de la discriminación y la violencia contra las mujeres. Ese estado franquista que se vendía como el “prostíbulo de Europa”. Que mercadeaba con los cuerpos de mujeres y menores, como en los casos de niñas y niños robados a familias republicanas, o en los casos del Bar España. Y esa traición de “Transición” al capitalismo europeo que a la clase obrera y los pueblos de España sólo nos ha traído retrocesos en los derechos de las mayorías.
Resulta obvio que no podemos cambiar todo este andamiaje de forma rápida y por la fuerza de la ley. No es legal la pederastia y existe. No es legal la trata y existe. En primer lugar, hace falta voluntad política. Y a continuación, medidas políticas que afecten a todos los ámbitos de la sociedad, desde la educación y el resto de instituciones públicas, pasando por el mundo laboral y hasta los medios de comunicación. Tenemos una experiencia pionera internacionalmente en cuanto a derechos de las mujeres e igualdad de género, breve pero muy fructífera, durante la II República Española, sobre todo después del triunfo del Frente Popular.
El movimiento feminista cada vez se extiende más, se refuerza, se moviliza más y mejor, reivindica derechos y protesta ante tanta barbarie. Lo hemos visto en las huelgas del 8 de marzo de 2018 y 2019, en las movilizaciones de protesta por los juicios contra casos como “las manadas”, en las movilizaciones cada 25 de noviembre y lo vimos el 20 de septiembre con las movilizaciones de la “emergencia feminista”.
Pero le falta unidad. Y la unidad vendrá con la conciencia de clase. Y la consciencia de clase se adquiere luchando. Estos últimos años de desarrollo del movimiento nos deben enseñar qué reivindicaciones nos unen a la lucha general por la destrucción del sistema opresor y la construcción de un sistema nuevo, un sistema que se fundamente en el género humano y no en las divisiones explotadoras y opresoras de unos seres humanos por otros.
Recuperemos la capacidad de organización y de lucha, unamos nuestros esfuerzos, contra la explotación capitalista y patriarcal, contra la expresión de sus relaciones de poder, la dominación, la negación, la invisibilización, la imposición, la agresión física, en definitiva, contra una violencia que es estructural y sistémica. Una violencia que se excede especialmente con las mujeres de clase obrera, que además sean inmigrantes o con algún tipo de diversidad funcional, y con las personas menores de edad, la violencia patriarcal.
Gloria Marrugat