Sam Peckinpah estrena Perros de paja en 1971. La estanflación hacia estragos y la salida agresiva del capitalismo ante la caída de la tasa de ganancia, es decir, contra el llamado Estado del Bienestar, requería representar la clase obrera como animales que destruirían la sociedad. Recordemos que la cuadrilla de obreros que contrata el protagonista se ríe de él, lo amenaza hasta que finalmente allanan la casa que le construyen y perpetran una violación en grupo. La clase obrera está sujeta a las pasiones primitivas, apetitos bajos, y, en este sentido, constituyen un peligro para la sociedad. La película se resuelve con la sangrienta venganza del novelista pequeño burgués que así defiende su propiedad ultrajada.

Mientras veía los cuatro capítulos de The virtues, una y otra vez rememoraba la cuadrilla que reformaba la casa de Dustin Hoffman en Perros de paja. La serie retrata en cuatro episodios, cada uno dedicado a una de las virtudes cardinales del cristianismo, a un obrero de la construcción exconvicto, alcohólico, divorciado y autodestructivo. El protagonista regresa a su pueblo natal en Irlanda para encontrarse con su hermana y con su pasado. Éste, que se va desvelando paso a paso, desentierra una infancia de abandono en un orfelinato y la violencia, supuestamente intrínseca a la institución, que incluye la violación por otro interno en el orfelinato, porque la violencia sigue siendo inherente a los trabajadores; la diferencia radica en la posición política de la serie. Y, en este caso, la clase obrera la ejerce sobre ella misma.

En The virtues no aparece exactamente el personaje pequeño burgués ajeno a la realidad obrera que produce Perros de paja. De hecho, lo sitúa en el exterior de la historia. El pequeño burgués es el que se sienta frente a su televisor a ver la historia desmedida y, quizá, conmovedora. Nosotros quedamos relegados a la posición de otro que sufre su paternalismo. Tan ajeno que la propietaria de los derechos en España decidió no doblar la serie que sólo se puede ver en VOSE.

Entre nosotros y la miseria nos ampara el personaje de la hermana del protagonista: esposa, ama de casa y madre, casada con el jefe, propietario de una pequeña cuadrilla de trabajadores de la construcción. Ella acoge a su hermano alcohólico y desaparecido desde la niñez y, al mismo tiempo, cuida de su cuñada (madre adolescente que dio a su hijo en adopción). Ella, con su imagen propietaria y de cuidados privados es el personaje redentor de la serie. Ella es quien restaura el orden y la que ayuda a propiciar la catarsis de su hermano. A quien el espectador se ha de abrazar.

Creo que ya lo recogí en uno de mis primeros textos para UyL: en Tentativas sobre Brecht Walter Benjamin afirmaba que la exhibición de la miseria de las clases populares no es revolucionaria; en todo caso, si no hay una salida política interna a esta miseria, es profundamente reaccionaria. Perros de paja no exhibe la miseria, sino la violencia que le sería propia que debe ser respondida con mayor violencia (digamos la salida de la ofensiva policial y la violencia fascista); The virtues desborda miseria, caras tristes, anomia, derrumbamientos personales. La serie quiere llevarte, a veces con tanta insistencia que pierde realismo, a soltar lagrimitas de compasión por el círculo vicioso de la vida de las clases populares.

The virtues y Perros de paja también se articulan y se contraponen en dos coyunturas políticas. En 1971 se iniciaba el combate contra las organizaciones sindicales y contra los mineros en Gran Bretaña; se exigía una representación que convirtiese en amenaza a la clase trabajadora. Hoy, en plena desbandada y reflujo… el paternalismo les basta.

JARM

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