El centralismo democrático, que es un “centralismo” en movimiento, por así decir, o sea, una continua adecuación de la organización al movimiento real, un contemperar los impulsos de la base con el mando de arriba, una inserción continua de los elementos que provienen de las profundidades de la masa en el molde sólido del aparato de dirección que asegura la continuidad y la acumulación regular de las experiencias; este centralismo es “orgánico” porque tiene en cuenta el movimiento, es decir, el modo orgánico de revelación de la realidad histórica, y no se entumece mecánicamente en la burocracia y, al mismo tiempo, tiene en cuenta todo cuanto es relativamente estable y permanente o que, por lo menos, se mueve en una dirección fácil de prever, etc. el centralismo democrático vive en la medida en que es interpretado y adaptado continuamente a las necesidades.
Se puede decir que los partidos tienen la tarea de formar dirigentes capaces, son la función de masa que selecciona, desarrolla y multiplica los dirigentes necesarios para que un grupo social definido se articule, y deje de ser un caos tumultuoso para convertirse en un ejército político orgánicamente predispuesto. Cuando un partido oscila en la masa de sufragios obtenidos pasando de unos máximos a unos mínimos que parecen extraños y arbitrarios, puede deducirse que sus cuadros son deficientes, cuantitativa y cualitativamente. Un partido que obtiene muchos votos en las elecciones locales y menos en las de mayor importancia política es cualitativamente deficiente en su dirección central.
No puede existir igualdad política completa y perfecta sin la igualdad económica. La confusión entre el Estado-clase y la sociedad regulada es propia de las clases medias y de los pequeños intelectuales. Sólo el grupo social que se plantea como objetivo a conseguir la desaparición del Estado, y de sí mismo, puede crear un Estado ético.
El derecho no expresa toda la sociedad sino que expresa la clase dirigente, la cual “impone” a toda la sociedad las normas de conducta más ligadas a su razón de ser y a su desarrollo. A través del “derecho” el Estado hace “homogéneo” el grupo dominante, y tiende a crear un conformismo social que sea útil a la línea de desarrollo del grupo dirigente.
En un conflicto, todo juicio de moralidad es absurdo, porque sólo puede fundarse en los datos de hecho existentes, es decir, en los datos que el conflicto tiende, precisamente, a modificar; el único juicio posible es el “político”, es decir, de conformidad del medio al fin.
La disciplina no anula la personalidad y la libertad: la cuestión de la “personalidad y libertad” no se plantea en relación con el hecho de la disciplina, sino en relación con “el origen del poder que ordena la disciplina”. Si este origen es “democrático”, es decir, si la autoridad es una función técnica especializada y no un “arbitrio” o una imposición extrínseca y exterior, la disciplina es un elemento necesario de orden democrático, de libertad. Habitualmente las pequeñas ambiciones (del individuo particular) luchan contra la gran ambición (inseparable del bien colectivo).
Pensamiento sectario es aquel que impide ver que el partido político no sólo es la organización técnica del partido en sí, sino todo el bloque social del que el partido es guía, porque es su expresión necesaria.