Cuando estudiamos la historia o analizamos nuestro presente siempre consideramos la naturaleza como una constante. Una naturaleza inmutable. Hasta tal punto que en nuestros análisis desaparece.

Las eras de cambios ecológicos provocan crisis, como la que estamos sufriendo, y nos hacen prestarle atención a la naturaleza. El historiador francés Fernand Braudel usó para el estudio de las historia tres temporalidades, siendo una de ellas la llamada longue dureé (larga duración). Con esta temporalidad Braudel introducía en el análisis histórico marcos geográficos, ecosistemas, etc. Pero la característica de éstos es que su cambio, variación, es muy lenta. En otras palabras, son muy estables en el tiempo.

Así, el clima se entendía como una constante que sólo cambiaba de eras glaciales a periodos interglaciares, del orden de decenas de miles de años, realizándose la transición de un periodo a otro lentamente. El propio Braudel y otro historiador francés, Emmanuel Le Roy Ladurie, sospecharon, dadas las investigaciones de Ladurie, que el clima de un periodo a otro puede sufrir variaciones y no es tan estable como se podría imaginar. Pasar de épocas más frías a otras más cálidas, del orden de 1º a 2º C. Estas magnitudes aunque muy pequeñas tienen un impacto bestial en el clima.

En el tiempo que Braudel y Ladurie estaban estudiando, del siglo XV al XVII, se produjo un enfriamiento global de algo más de 1ºC, las consecuencias fueron terribles. Comenzaron las hambrunas a escala continental en Europa debido a que, entre otros, los veranos eran más húmedos y menos calurosos, a veces llegando a no haber verano. Hubo un aumento de los glaciares. En el Mediterráneo aumentaron la cantidad de tierras anegadas, y por tanto, de mosquitos y de las enfermedades que transmiten. Estos cambios afectaron a las formaciones sociales europeas de manera drástica.

Este cambio climático, conocido como la Pequeña Edad de Hielo (siglos XV al XX), no ha sido el único desde la última glaciación. Se conocen varios en los últimos 2000 años, el Óptimo Climático Romano (siglos I al IV) y el Óptimo Climático Medieval (siglos X al XIV), periodos donde la temperaturas eran muy cálidas permitiendo la extensión de la agricultura a lugares como Islandia y en zonas altas en las montañas. Entre estos dos periodos cálidos se halló otro periodo frío.

Por qué es importante esto. Primero, al tener un concepto materialista de la historia debemos entender que el clima delimita y constriñe lo que las formaciones sociales pueden o dejan de hacer, actividades económicas, cuándo hacer la guerra, qué comer y cuándo, cómo comerciar. No podemos entender una formación social sin conocer su clima. Segundo, en los cambios de un régimen climático a otro las formaciones sociales entran en crisis pues sus ritmos de vida y actividades económicas se ven perturbadas. Es, por tanto, cuando estas formaciones sociales deben adaptarse a su nueva realidad material reconfigurándose, apareciendo nuevas formas de organización, instituciones y acentuación de las luchas de clases. En referencia a este segundo punto muchos historiadores plantean que el clima hizo historia.

Un peligro que encierra esto es darle características al clima que no tiene y ser deterministas climáticos. Como puede ser que el imperio romano cayó porque el clima se volvió frío y hubo problemas en la producción de alimentos.

Para mí es muy relevante este tema ya que nos puede ayudar a entender el auge del capitalismo como sistema económico mundial. Si observamos, la Pequeña Edad de Hielo coincide con el auge del capitalismo y la aparición de los estados modernos. El capitalismo y los estados modernos no podemos comprenderlos en su totalidad si no consideramos que al mismo tiempo había un proceso de adaptación climática y ésta fue moldeando la economía y los estados.

Manuel Francisco Varo López

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