Damasco, 11 oct (PL) Las bandas de extremistas islámicos que operan en Siria con el objetivo de derrocar al gobierno del presidente Bashar al-Assad prosiguen con su práctica de atacar a la población civil.

Desde el inicio del conflicto son innumerables los actos de terrorismo ejecutados por esos grupos armados ya sea mediante la colocación de carros bomba en barrios residenciales, muchos de ellos en Damasco, o lanzando obuses de mortero contra cualquier zona urbana.

En el más reciente de esos sucesos, la víspera cayeron siete proyectiles de mortero lanzados por bandas de extremistas islámicos, que causaron mas 10 muertos y unos 23 heridos entre la población civil en el barrio de Jaramana, de confesión mayoritariamente cristiana.

Ese es justo uno de los sellos distintivos de la acción de agrupaciones vinculadas a la red a-Qaeda, como el Frente al-Nusra o del denominado Estado Islámico de Irak y el Levante, cuyo extremismo religioso les hace convertir en blancos "legítimos" a quienes no profesen su misma interpretación del Islam, independientemente de que sean civiles o militares.

También esta semana dos ciudadanos de Homs perdieron la vida y otros cinco resultaron heridos por el impacto de una granada disparada por esas bandas.

Igualmente, en otro ataque con morteros fallecieron seis civiles en la ciudad de Alepo, en tanto resultaban heridos otros 16.

Asimismo, a principios de este mes la detonación de una motocicleta-bomba en el barrio de Tal Hayar, en el centro de la ciudad de Hassakeh, noreste de Siria, provocó la muerte de una mujer y heridas a otros 10 civiles.

En esa ocasión extremistas islámicos detonaron por control remoto el vehículo cargado con cantidades relativamente grandes de explosivos que previamente habían dejado parqueado cerca de una panadería. Las víctimas, todos pobladores del lugar, se encontraban comprando pan en el momento de la explosión.

Al día siguiente, el 6 de octubre, el impacto de tres obuses de mortero cerca del hospital francés en Qassa, barrio cristiano de Damasco, causó ocho víctimas mortales y 24 heridos. Horas más tarde, se registró la caída de 10 obuses de mortero en las localidades, también capitalinas, de Zablatani y la zona de Abasyeen.

De hecho, la cuenta es casi interminable.

Según Naciones Unidas, en los 30 meses de conflicto armado desatado por grupos de mercenarios y extremistas islámicos de unas 80 nacionalidades que han penetrado en Siria desde países fronterizos, han muerto unas 100 mil personas, la mayoría de ellos civiles.

Incluso, hasta un organismo como Human Rights Watch, tan frecuentemente criticado por sus informes "desenfocados", ha tenido que reconocer que el actuar de los extremistas islámicos en Siria ha llegado hasta la masacre colectiva. El más reciente reporte de esa entidad revela que el 4 de agosto pasado esos grupos de irregulares armados asesinaron a 190 civiles en una docena de villas en la provincia de Latakia, cuyos habitantes pertenecían a la rama alauita del Islam.

Según ese informe, al menos 67 de las 190 víctimas mortales fueron ultimadas a quemarropa o mientras trataban de escapar.

Testimonios recogidos narran que los extremistas islámicos se movían de casa en casa ultimando familias enteras, o en otros casos, matando a los hombres y llevándose consigo a mujeres y niños como rehenes. En esa ocasión secuestraron hasta 200 civiles.

Pero tal vez el caso más representativo de las acciones de esos grupos fue el ataque químico contra la localidad de Goutha oriental, en la capital siria, el pasado 21 de agosto, de cuya autoría por parte de los extremistas islámicos tanto Damasco como Moscú han presentado evidencias.

En esa oportunidad, videos prefabricados con los que se trató de inculpar al gobierno sirio, mostraron una cantidad desproporcionada de niños muertos, que no eran habitantes de ese barrio, sin que sus padres aparecieran entre las víctimas.


Artículo extraído de la web http://www.prensa-latina.cu

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