Con la crisis social consecuencia del crac bursátil de 1929 desembarcaron en Hollywood cineastas exiliados de la Alemania nazi de la década de 1930. Aunque algunos de ellos trabajaron en filmes importantes como Fritz Lang o Fred Zinnemann, otros tardaron en hacerse un lugar en la Meca del cine (Robert Siodmak, Otto Preminger), o subsistieron haciendo filmes de serie B como Wilhelm Thiele o Edgar G. Ulmer. Los que no eran ni técnicos ni músicos tuvieron muchas dificultades para encontrar trabajo, sobre todo si no hablaban inglés.

En ese contexto difícil y preocupante, y después de cruzar el Atlántico en compañía del actor Peter Lorre sumido en un grave estado depresivo, Billy Wilder, sin hablar palabra de inglés, llegó a Hollywood en 1934 buscando trabajo. Una tarea que hubiese sido harto complicada a no ser por el grupo de realizadores alemanes que en la década de 1920 (Murnau, Lubitsch, Paul Leni, Ernst L. Frank, etc.) había dejado Alemania para hacer carrera en Hollywood. Fueron esos cineastas quienes contrataron a Billy Wilder como guionista de apoyo en algunas de sus películas. Después, Wilder aprendió el inglés, utilizó su experiencia como periodista y escribió historias que vendió como pudo a los estudios cinematográficos. Fue así como la Paramount se fijó en él, lo contrató y, más tarde, le presentó a un prestigioso guionista de la casa: Charles Brackett, un personaje antagónico que hacía gala de un acérrimo conservadurismo, pero con quien algo cristalizó hasta el punto de formar un tándem famoso entre los escritores de comedias. Por ejemplo, las del “toque Lubitsch”: “La octava mujer de Barbazul” (1938), y “Ninotchka” (1939), que tanto influyeron en el estilo cinematográfico de Wilder. Es decir, en el de saber introducir el drama en la fantasía y arriesgar el tipo con diálogos graves y de doble sentido.

Un cineasta a descubrir

Sin embargo, la censura (el código fascista Hays) y las modificaciones de sus textos por parte del stablishment hollywoodiense, condujeron a Billy Wilder a producir, escribir y dirigir sus propios filmes. Decisión acertada, pues a partir de entonces, es decir desde 1942, año en que realizó su primer filme: “El mayor y la menor”, hasta 1981 fecha de su última producción: “Aquí un amigo”, 26 películas y decenas de guiones, algunos de ellos escritos con otro de los grandes guionistas del momento, I.A.L. Diamond, jalonan una de las obras cinematográficas más coherentes y fecundas. La de un cineasta que alternando géneros como la comedia, el drama, el cine negro, el policiaco y el drama social, hizo un retrato vitriólico y sarcástico de la sociedad norteamericana. Una producción verista y de total vigencia, repleta de personajes sórdidos, codiciosos, arribistas, cínicos y manipuladores, que no dejan duda alguna sobre el modo de vida estadounidense basado en el éxito y el dinero. En definitiva, la obra cinematográfica de un genio cuyo único pesar al final de sus días, ocurrido en 2002, fue “no haber podido llevar a la pantalla los crímenes del nazismo”, responsable del exterminio de su madre, abuela y padrastro en Auschwitz. Un cineasta y una obra a descubrir por todos/as.

Rosebud

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