Después de Bulgaria, Hungría y Polonia son Austria e Italia los países que, en estos últimos meses, han visto subir al poder fuerzas de extrema derecha. Austria creando de alguna forma una continuidad territorial entre esos estados del centro-este europeo muy hostiles a la inmigración y una Italia que inaugura una alianza insólita entre un movimiento “post-ideológico” y la extrema derecha. Examinemos estas preocupantes dinámicas políticas dirigiendo también la mirada hacia Alemania, Francia y Grecia donde la extrema derecha en los dos primeros países, y los neonazis de “Amanecer Dorado” en el tercero, van viento en popa. Un amenazador horizonte para la clase obrera ya que el fascismo es garante del capitalismo más voraz.

Antes de que Georgi Dimitrov se convirtiera en 1946 en el líder histórico de la República Popular de Bulgaria tras la derrota de la despótica monarquía del zar Boris III (1918-1943) por la guerrilla comunista, Bulgaria fue aliada incondicional del imperio alemán en la Primera Guerra Mundial y sostuvo de igual manera a Hitler en la segunda contienda universal. Sin duda de aquellos barros vienen los actuales lodos. El caso es que después del derrumbe (“desmerengamiento”, sentenciaba Fidel) del bloque comunista en 1989, los tinglados socialdemócratas para volver al capitalismo no han funcionado. El promedio de la calidad de vida permanece inferior en comparación con los tiempos del comunismo, y la desigualdad social y el paro golpean a la clase trabajadora búlgara ocasionando descontento social que el capital ha canalizado a través de la coalición gubernamental de extrema derecha “Patriotas Unidos”.

Otro tanto puede decirse de Hungría y Polonia, países gobernados durante muchos años por monarquías absolutistas, y en el caso húngaro, también por partidos fascistas. Hasta que su derrota por el Ejército Rojo y los/as comunistas de ambos países permitió - con la construcción del socialismo - conseguir, en 1945, sus verdaderas independencias. Fue igualmente con el derrumbe del “socialismo real” en 1989 que el capitalismo levantó cabeza, y que hundido ahora en su propia crisis económica y social, partidos de extrema derecha (el Fidesz húngaro y el PiS polaco) son engendrados para defenderlo.

Austria e Italia tampoco están a la zaga en la opción fascista. Sus gobiernos respectivos los forman coaliciones en las que la extrema derecha ocupa ministerios muy relevantes. En Austria el “Partido de la libertad de Austria” (FPÖ) detenta los ministerios de Interior, Defensa y Asuntos Exteriores; mientras que en Italia la “Liga Norte” del xenófobo Matteo Salvini, Vicepresidente y Ministro del Interior del actual gobierno, deja morir a los emigrantes en el Mediterráneo y aplica la “preferencia nacional” para optar a los derechos sociales. Todo eso en un país donde el PCI fue el partido comunista más fuerte de Europa occidental, pero que su eurocomunismo ha conducido a este esperpento político. ¡Ah! si Gramsci levantara la cabeza…

El huevo de la serpiente

Finalmente en Alemania, Francia y Grecia “las cosas” no pintan mejor para los/as currantes/as. En el país germano un partido islamófobo y antiinmigración con 94 escaños, “Alternativa por Alemania” (AfD), ha conseguido la tercera plaza en el Bundestag. Por su parte, la ultraderechista Marine Le Pen no es aún presidenta de la República francesa porque el capitalismo de ese país no lo juzga todavía indispensable para sus intereses, y el caso griego es de auténtico escándalo. Aquí, gracias a la política servil al capitalismo del primer ministro griego Alexis Tsipras, son los neonazis quienes acaparan parte del descontento social. Y es que el capitalismo, herido de muerte, incuba periódicamente el huevo de la serpiente para que eclosione cuando más le convenga. Pero ¿quién detendrá entonces a la bestia inmunda? Antaño fueron los/as comunistas. ¿Podrán hacerlo ahora? Reforzar los partidos comunistas de Europa y del mundo es vital para los intereses de la clase obrera y otras capas populares. Comprenderlo es empezar a lograrlo.

José L. Quirante

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