No son pocas las críticas que recibe el movimiento feminista dentro de la propia izquierda por su escasa organización de clase, y precisamente, una de las singularidades del colectivo es su diversidad. Actualmente el principal vínculo que articula el movimiento no radica en la pertenencia a una misma clase social sino que, el sentimiento que nos une, surge de la indefensión que sufrimos por el mero hecho de ser mujeres.

La lucha feminista en estos momentos parece ser una guerra entre sexos donde uno de ellos reivindica su posición frente al otro para sobrevivir. Se ponen en el punto de mira cuestiones discriminatorias que en gran medida tienen que ver con la opresión y explotación del capitalismo, pero que tratadas separada y aisladamente no supone un verdadero cuestionamiento del sistema. Sabemos que a las organizaciones feministas les falta el componente de clase, sin embargo, no exigiríamos, por ejemplo, al colectivo LGTBI+ que fuese en su integridad un colectivo con máximas marxistas-leninistas, que su lucha, además de querer erradicar las desigualdades discriminatorias, fuera consciente de quien es el generador de todos estos males.

Si los colectivos oprimidos por razones de raza, sexo, orientación sexual etc. tuviesen conciencia de clase tendríamos, desde que asumiesen combatir su estatus desigual, una sociedad socialista.

Un o una comunista tiene el deber de ser feminista, pero una feminista no tiene por qué ser necesariamente comunista. Y aquí se encuentra la primera labor de las comunistas. Las multitudinarias manifestaciones que estamos viviendo son la muestra de la tremenda organización de las mujeres, principalmente las trabajadoras, de nuestra época, del hermanamiento que aflora entre nosotras. No obstante, al capital le da igual que hayamos batido récords de participación en la pasada manifestación del 8 de Marzo Día de La Mujer Trabajadora. Le da igual que nos hayamos cansado de que cada 8 horas se viole a una mujer en España. No le importa que gritemos al unísono yo si te creo, no estás sola, aquí está tu manada. Tampoco que propugnemos la autodefensa feminista porque no les damos miedo, porque han encontrado una manera de sacar partido de nuestro descontento. Nos movemos y reproducimos dentro del mismo sistema de juego.

Nos peleamos entre trabajadores y trabajadoras, entre la clase obrera, sin percatarnos de que, una vez, erradicado el sistema patriarcal, el capital inventará nuevas formas de manipulación y sometimiento. Cuando el heteropatriarcado ya no le sirva al capital , como si fuese éste su jefe, lo despedirá y contratará a alguien más válido y novedoso. No quiero desprestigiar ni mucho menos al movimiento, la labor feminista es necesaria y vital, pero ¿y si cómo feministas damos un paso más allá? ¿y si somos capaces de despertar conciencias entre el numeroso colectivo? De empoderarnos, de liberarnos y además de poner en duda al sistema, al capital.

La lucha será incansable, pero empecemos por ponerle nombres a todos nuestros enemigos. Que tiemblen el patriarcado y el capitalismo.

Rebeca Nazco

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