En nuestras ciudades las personas ricas viven en los barrios ricos y las pobres en los barrios pobres.

Esta realidad se produce desde hace mucho tiempo, pero se va agudizando paulatinamente.

Siempre que pensamos en la segregación barrial, nos imaginamos una minoría en exclusión social... en zonas con alta conflictividad, gran desempleo, deterioro de mobiliario urbano y dotaciones públicas, falta de limpieza...

La segregación no sólo está causada por los clásicos guetos situados en el extrarradio de la ciudad con los que hemos convivido desde siempre. Ahora son nuevas zonas donde la élite económica y social se aísla del resto.

La población con pocos recursos aumenta. Las desigualdades se agudizan y con ello, los barrios pobres van ocupando más lugar en la ciudad. Se van generalizando. Los antiguos «barrios obreros» construidos fruto del desarrollismo en España hasta finales de los años 60 se lumpenizan y los nuevos ocupan ese espacio sociológico llamado «capa media» venida a menos tras la crisis.

Esos viejos barrios nacieron sin dotaciones, al único objeto de alojar mano de obra barata, principalmente emigrante, al servicio de la burguesía de la época. Ejemplos tenemos en todas las ciudades. San Blas en Madrid o el barrio bilbaíno de La Peña son algunos. La ardua lucha vecinal consiguió infraestructuras y servicios públicos que se han ido perdiendo a la par que la combatividad obrera.

Ante esta perspectiva, la clase dominante decide aislarse y disfrutar de un modelo barrial acorde a su nivel adquisitivo, como el distrito de Sarriá-Sant Gervasi en Barcelona o El Viso en Madrid.

Los barrios ya nacen segregados por clases desde su nacimiento. En Madrid, el precio medio del metro cuadrado por vivienda en el barrio de Salamanca es de 4.466 €, mientras que en el de San Blas es de 1.973 €.

Además, el deterioro, abandono o inexistencia de dotaciones públicas, acentúa estas diferencias. Los barrios ricos poseen instalaciones sanitarias y escolares públicas y privadas; parques públicos y los de las urbanizaciones, transporte público e infraestructuras (suelen tener mejores comunicaciones). Sus habitantes pueden hacer uso de lo público o de lo privado (Se lo pueden permitir).

Los barrios pobres nunca tuvieron tantas inversiones y si las hubo se están dejando perder por falta de recursos (bibliotecas, zonas infantiles de recreo...) y obviamente, las empresas se sitúan sólo en zonas en las que se pagan sus productos o servicios.

La inexistencia, abandono, cierre o deterioro de servicios públicos forma parte de la lucha de clases y de la necesidad de la oligarquía de dar un destino distinto a los fondos públicos.

Desde la óptica del proletariado supone la pérdida de recursos económicos indirectos. Si la inversión colectiva desaparece, debe sustituirse por la individual, más en linea con el pensamiento hegemónico de hoy día y por lo tanto, supone un descenso del poder adquisitivo de la mayoría social que debe satisfacer las necesidades a través de servicios privados.

En esa misma lógica, la basura se hacina en los barrios obreros de la periferia y los escasos recursos de la limpieza privatizada se priorizan en zonas comerciales o turísticas. El dinero público al servicio de la oligarquía.

A pesar de que la clase dominante tensa la lucha contra la clase trabajadora, despojándola de servicios y recursos básicos, quienes vivimos en los barrios obreros permanecemos impasibles.

Es preciso contruir en los barrios populares estructuras organizadas que en defensa de nuestros propios intereses impida esta tendencia y sitúe la lucha vecinal (hasta ahora instumentalizada y partidaria) en el centro del escenario político local. En ello, los y las comunistas tenemos que ejercer el papel de dirección que el momento histórico requiere.

Kike

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