Una lluvia de oro cae directamente en los bolsillos de los políticos burgueses, que forman una compenetrada banda internacional, la cual instiga a los pueblos a emular en el terreno de los armamentos y esquila a estos pueblos crédulos, bobalicones, torpes y dóciles igual que se esquila a las ovejas... Se gastan miles de millones de rublos en preparar la guerra: exclusivamente, por supuesto, en interés de la paz, en defensa de la cultura, en bien de la patria, de la civilización, etc...Los gobiernos son los intendentes de la clase capitalista. A los intendentes se les paga bien. Ellos mismos son accionistas. Y esquilan juntos a las ovejitas mientras pronuncian discursos acerca del “patriotismo”...

A los capitalistas no les gusta sincerarse cuando se trata de sus ganancias. El “secreto comercial” se observa estrictamente, y a los no iniciados les resulta muy difícil penetrar en el “misterio” de cómo se crean las riquezas. La propiedad privada es sagrada: nadie debe inmiscuirse en los asuntos del propietario. Pero el capital ha rebasado hace mucho el marco de la propiedad privada y ha conducido a la formación de sociedades anónimas.

Como todo monopolio, el monopolio capitalista engendra inevitablemente una tendencia al estancamiento y a la descomposición. En la medida en que se fijan, aunque sea temporalmente, precios monopolistas, desaparecen hasta cierto punto las causas estimulantes del progreso técnico y, por consiguiente, de todo progreso, de todo avance, surgiendo así, además, la posibilidad económica de contener artificialmente el progreso técnico.

También dentro del movimiento obrero los oportunistas, vencedores de momento en la mayoría de los países “trabajan” de una manera sistemática y firme en la formación de un grupo de las naciones industriales avanzadas, cuyas clases superiores recibirían inmensos tributos de Asia y de África por medio de los cuales mantendrían a grandes masas domesticadas de empleados y servidores, ocupados no ya en la producción agrícola e industrial de gran consumo sino [buena parte de ellos en el sector “servicios”] o en realizar un trabajo industrial secundario bajo el control de la aristocracia financiera. Como vemos, engendra la posibilidad económica de sobornar a las capas superiores del proletariado y con ello nutre el oportunismo, le da cuerpo y lo refuerza.

Acerca de la república democrática burguesa escribe Engels: “La república democrática...no reconoce oficialmente diferencias de fortuna (entre los ciudadanos). En ella, la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero de un modo más seguro. De una parte, bajo la forma de corrupción directa de los funcionarios y, de otra parte, bajo la forma de alianza entre el gobierno y la Bolsa”.

Si para la “riqueza” en general es plenamente realizable la dominación sobre cualquier república democrática por medio del soborno y de la Bolsa, ¿cómo se puede afirmar, sin caer en una divertida “contradicción lógica”, que la grandísima riqueza de los trusts y de los bancos, que manejan miles de millones, no puede “realizar” el poder del capital financiero sobre una república ajena, es decir, independiente políticamente? ¿Es “irrealizable” el soborno de los funcionarios en un Estado extranjero?

La época imperialista no suprime ni las aspiraciones a la independencia política de las naciones ni la “realizabilidad” de estas aspiraciones en los límites de las correlaciones imperialistas mundiales.

Engels escribía en una carta a Marx del 7 de octubre de 1858: “El proletariado inglés se va aburguesando, de hecho, cada día más; así que esta nación, la más burguesa de todas, aspira a tener, en resumidas cuentas, al lado de la burguesía, una aristocracia burguesa y un proletariado burgués. Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es, hasta cierto punto, lógico”.

Y en el prólogo a la segunda ed. de “La situación de la clase obrera en Inglaterra” (1892): “Cuando quiebre el monopolio industrial de Inglaterra, la clase obrera inglesa perderá su situación privilegiada”. Aunque con el retraso causado por las consecuencias de las guerras mundiales hemos visto a partir de la Tatcher su cumplimiento.

El monopolio da superganancias, un exceso de ganancias por encima de las ordinarias del capitalismo en todo el mundo. Los capitalistas pueden gastar una parte de estas superganancias para sobornar a sus obreros, creando algo así como una alianza de los obreros de un país dado con sus capitalistas contra los demás países. Una gran potencia imperialista tiene capacidad económica para sobornar a las capas superiores de “sus” obreros.

En nuestro siglo no se puede pasar sin elecciones, no se puede prescindir de las masas; pero en la época de la imprenta [no digamos en la actual de tv, internet, redes sociales, google] y del parlamentarismo no es posible llevar tras de sí a las masas sin un sistema ampliamente ramificado, metódicamente aplicado, sólidamente organizado de adulación, mentiras, trapicheos, de promesas a diestro y siniestro de toda clase de reformas y beneficios para los obreros, con tal de que renuncien a la lucha revolucionaria por derribar a la burguesía.

Se debe subrayar la separación entre un puñado de países imperialistas riquísimos, que se lucran parasitariamente con el saqueo de las colonias y de las naciones débiles. Esta peculiaridad del imperialismo facilita hasta cierto punto el surgimiento de profundos movimientos revolucionarios en los países víctimas de la expoliación imperialista y, a la inversa, dificulta el surgimiento de profundos movimientos revolucionarios en los países que expolian de manera imperialista y convierten a una parte (relativamente) muy grande de su población en cómplice del reparto del botín imperialista.

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