Y la que llaman “pobreza energética” es una de sus armas más letales

Estamos en febrero (marzo cuando leas este artículo). Hace frío, nieva y hay heladas. Es invierno. Lo normal.

La “Pobreza Energética” se define como la incapacidad de los hogares para acceder a una cantidad de energía suficiente para la satisfacción de sus necesidades domésticas y/o la obligación de destinar una parte excesiva de sus ingresos a pagar la factura energética de su vivienda. El término fue introducido a comienzos de los 1990 por Brenda Boardman, profesora emérita del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford. Posteriormente, a éste se añadieron nuevos términos, supuestamente para ampliar su significado, como “vulnerabilidad energética” o “desigualdad energética”.

Este tipo de expresiones resulta de gran utilidad a las clases dominantes pues enmascara las peores consecuencias del sistema de explotación desligándolas del contexto general de la lucha de clases. Así, según la misma Brenda Boardman: “Para combatir la pobreza energética basta con invertir en casas que sean eficientes” y añade que la pobreza energética supone “un coste para la empresa de suministro porque la gente se endeuda mucho y luego no consigue pagar sus facturas”. No es de extrañar que en octubre pasado fuera invitada como ponente en el Seminario “Eficiencia energética, renovables y protagonismo del consumidor” organizado por la Fundación Gas Natural Fenosa.

Sin embargo, la realidad es tozuda y, en su informe “Pobreza, Vulnerabilidad y Desigualdad Energética. España 2006-2016” (parcialmente financiado por los monopolios Endesa y Ferrovial, ¡serán hipócritas!), la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) debe reconocer que existe una correlación entre “pobreza energética” y lo que eufemísticamente llaman “características socioeconómicas de los hogares”: paro, contratación temporal, bajo nivel educativo, emigración, enfermos crónicos en la familia, mujeres en familias monoparentales,... La enorme dimensión del problema se reflejó en 2014 en el 11% de hogares españoles (5,1 millones de personas) que eran incapaces de mantener su vivienda a temperatura adecuada en los meses fríos y el 21% (12,1 millones de personas) que cayeron por debajo de la Renta Mínima de Inserción una vez descontados los gastos en vivienda y energía. La “pobreza energética” tiene el rostro de la clase obrera y el de mujer trabajadora, madre soltera o pensionista. 

Según el informe de ACA, 7100 personas murieron prematuramente en España cada año durante el período 1996-2014 porque calentar adecuadamente su vivienda en invierno era vivir por encima de sus posibilidades. La Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria informó en 2014 que la crisis capitalista había incrementado en un 22% la mortalidad invernal de las mujeres de entre 60 y 75 años. ¿Tendrá algo que ver la brecha de hasta un 50% en las pensiones que cobran las mujeres con respecto a los hombres de 65 o más años? La pérdida del 4,7% de poder adquisitivo de las pensiones entre 2010 y 2017, con perspectivas de seguir acumulando pérdidas, tampoco ayudará a las y los mayores de nuestra clase a sobrellevar los inviernos.

Estos profetas de la “pobreza energética”, que no tienen ningún problema en colaborar con los monopolios del sector, jamás plantearán propuestas que pongan en peligro la riqueza de las energéticas, los 1411 millones de € de beneficios que en 2016 obtuvo Endesa, ni los 1347 M€ de Gas Natural o los 1736 M€ de Repsol. Sin duda, esta es la “seguridad energética” que la OTAN preconiza en sus documentos y de la que los pueblos de Irak, Libia o Siria ya conocen sus consecuencias. Frente a este genocidio, silencioso o explícito, la propuesta programática del PCPE es nítida: nacionalización sin contraprestaciones de todo el sector energético y lucha antiimperialista contra las guerras de rapiña, que persiguen el expolio de los recursos naturales de otros pueblos, denunciando la intervención del Estado español en las agresiones. 

Estamos en febrero. Hace frío, nieva y hay heladas. Es invierno. El capitalismo mata obreros/as, pensionistas, emigrantes, mujeres trabajadoras,…Lo normal.

José Barril

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