Siendo oriunda de Lapalisse, un pueblecito situado en la región de Auvernia, esta heroína francesa no se diferenciaba mucho en sus inicios de sus demás vecinos. Su padre era un obrero campesino. Mal que bien, desde la más tierna infancia tuvo que soportar la doble carga de la explotación capitalista y patriarcal en su rol de mujer obrera.

A los diecinueve años, mientras se desempeñaba de planchadora, vino a parar a sus manos un anuncio en el que se ofrecía un trabajo para servir como institutriz en la casa de un noble polaco, pues a la sazón las familias acomodadas del Este de Europa tenían por costumbre contratar a señoritas de compañía nativas que ayudaran a perfeccionar el idioma francés de sus vástagos. Ni corta ni perezosa, Jeanne consigue que la acepten y se traslada a Polonia, un país que pertenecía al Imperio ruso.

Allí empiezan a aparecer nuevas dificultades. El ambiente de etiqueta de sus nuevos patronos le resulta irrespirable, mas a pesar de todo su espíritu rebelde logra sobreponerse a las contrariedades. A la par que enseña su idioma, completa su instrucción primaria y comienza a relacionarse con la familia de un deportado político; esto le ayuda a ampliar sus conocimientos en cuestiones sociales, políticas y culturales. Su labor revolucionaria arranca en 1903, aprovechando su aspecto de moza ingenua para pasar el correo subversivo en la frontera con Alemania.

Los sucesos revolucionarios de 1905 suponen un antes y un después en su vida. A partir de este momento se consagra plenamente al trabajo del Partido bolchevique. Polonia es un hervidero rojo y la clase obrera de toda Rusia avanza imparablemente hacia el socialismo-comunismo al compás de la "Varsoviana". Consigue incluso formar parte del círculo íntimo de Lenin.

Durante la Revolución de 1917 combatió codo con codo con los bolcheviques. En 1918, además de que se le aceptara como miembro del Partido, fue elegida secretaria del Grupo Comunista Francés en Moscú, el embrión del histórico PCF, y asimismo ayudó a fundar la Internacional Comunista. Labourbe trabajó afanosamente por ganar el apoyo para la causa revolucionaria de los miles de militares compatriotas suyos enviados a Rusia por los imperialistas como apoyo al Ejército Blanco. En febrero de 1919, Labourbe es detenida con otros diez camaradas y fusilada por el servicio de contraespionaje francés en la ciudad de Odessa. No fue en balde el trabajo de agitación que realizó entre los soldados y marineros… En abril de 1919 se produce un motín contra la intervención imperialista en la Flota francesa del Mar Negro.

Lenin llegó a escribir sobre esta digna hija de la Comuna: "Ha dado a conocer la revolución a todo el proletariado francés y se ha convertido en un lema de la lucha contra el imperialismo internacional".

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