En 1910, durante II Conferencia Internacional de Mujeres que tuvo lugar en Copenhague, a propuesta de la socialista alemana Luise Zietz, se aprobó la resolución presentada por la camarada Clara Zetkin proclamando el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La propuesta de Zetkin fue respaldada unánimemente por la conferencia a la que asistían más de 100 mujeres procedentes de 17 países.
“La lucha de emancipación de la mujer proletaria no puede ser una lucha similar a la que desarrolla la mujer burguesa contra el hombre de su clase; por el contrario, la suya es una lucha que va unida a la del hombre de su clase contra la clase de los capitalistas […] El objetivo final de su lucha no es la libre concurrencia con el hombre, sino la conquista del poder político por parte del proletariado. La mujer proletaria combate codo a codo con el hombre de su clase contra la sociedad capitalista […] Clara Zetkin.
El Partido Comunista de los Pueblos de España y su Juventud defendemos el mismo feminismo de clase que defendía la camarada Zetkin, y es por ello, por lo que conocemos la importancia de la unidad de las mujeres trabajadoras, cada una cuenta, y por ello, decimos. “trabajadora, tú lucha decide”.
La crisis estructural del sistema capitalista en la que nos encontramos inmersos desde 2007 ha tenido y tiene como consecuencia directa la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, en el caso de la mujer trabajadora se hace mucho más evidente esta sobreexplotación pues, en muchas ocasiones, somos relegadas a trabajos precarios y a tiempo parcial, o trabajos en los que ni siquiera llegamos a estar contratadas, como el trabajo doméstico o el campesinado, y por supuesto, el número de mujeres que accede a cargos directivos sigue estando muy por debajo del de los hombres aun cuando hoy en día hay más mujeres matriculadas en la universidad que hombres.
En la U.E la mujer sigue siendo explotada en el aspecto laboral y/o económico y sigue en el ostracismo machista por las políticas sociales que sus Estados desarrollan. En el ámbito laboral existe una discriminación hacia la mujer en todos los países de la U.E., en los que la mujer trabajadora sufre una mayor tasa de explotación que el proletariado masculino.
Las trabajadoras se concentran principalmente en el sector de los servicios y en el sector público, con una elevada tasa de trabajo a tiempo parcial, lo que utilizan las empresas para aumentar la flexibilidad y ajustar la masa salarial en función de la demanda.
El trabajo a tiempo parcial afecta principalmente a las mujeres mayores de 60 años y a las menores de 30 años, lo que evidencia que en ningún caso busca la conciliación y conlleva en la mayoría de los casos la intensificación del ritmo de trabajo, infracotización de cara a la jubilación y una seria limitación a la hora de acceder a los subsidios por desempleo.
En el territorios español, en la última década (2007-2017) la brecha salarial entre hombres y mujeres apenas ha sufrido algún cambio. Si en 2007 los hombres ganaban de media al año 5.836,4 euros más que las mujeres (22.780,29 euros frente a 16.943,89 euros), los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondientes a 2017 revelan que esa distancia sigue siendo casi la misma.
Según el Informe Global de la Brecha de Género 2016 del Foro Económico Mundial —que mide aspectos económicos, políticos, educativos y de salud—, las mujeres tardaremos 170 años en cerrar la brecha salarial con los hombres por lo que, según los cálculos de este organismo, habrá que esperar a 2186 para lograr esta igualdad, siempre y cuando se produzca un profundo cambio en nuestra sociedad, sino, continuaremos oteando la igualdad como un horizonte inalcanzable.
El paro, en nuestro país está feminizado, los últimos datos son escalofriantes, la tasa de paro de las mujeres a finales de 2017, según el SEPE, se situaba en el 58% y, por ahora, no parece que vaya a mejorar.
Por otro lado, el capitalismo, es un sistema extremadamente violento, en el que la violencia contra los trabajadores y trabajadoras se ejerce desde el estado, las empresas, los medios de comunicación, los cuerpos represivos, la industria cultural... A esto, en el caso de las mujeres trabajadoras, se une la violencia ejercida cotidianamente por hombres (parientes, parejas, exparejas, preparejas…) a los que el Patriarcado ha colocado en supremacía social, sexual, jurídica, económica, política, ideológica..., que legitima el despotismo, autoritarismo machista y trato cruel, en todas las esferas: familiar, laboral, educativa, institucional y feminicida, lo que convierte la vida de la mujeres trabajadoras en un acumulado de explotación, desigualdad, opresión y exclusión social.
Las guerras que genera el imperialismo ponen a las mujeres en riesgo de sufrir actos de violencia y abusos sexuales extremos, más del 80% de los 35 millones de personas refugiadas y desplazadas en el mundo son mujeres, niños y niñas.
Patriarcado y capitalismo son aliados estratégicos, han flexibilizado sus planteamientos, han hecho un pacto “interclasista” que tiene un interés común: el sojuzgamiento de la mujer, su control social y la apropiación del cuerpo de las mujeres como propiedad privada.
Es deber de las organizaciones revolucionarias plantear la organización de las mujeres y de la clase, con una política de género en lucha frontal con el sistema patriarcal, y de su aliado el capitalismo. Es el camino que aspiramos a transitar.
Desde el PCPE hemos desarrollado un programa específico para utilizar como una herramienta de combate para erradicar estas desigualdades del que destacamos las principales líneas de actuación:
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Reivindicación del principio de “a igual trabajo, igual salario” e imposición de éste por todos los mecanismos legales necesarios en el ámbito de las relaciones laborales.
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Reorganización de la jornada laboral y flexibilidad en los horarios tanto para hombres como para mujeres con el fin de garantizar el reparto igualitario de las tareas domésticas y las responsabilidades familiares.
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Reconocimiento, valorización y cuantificación del trabajo doméstico, reproductivo, afectivo y asistencial.
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Reorganización social del trabajo asalariado partiendo del derecho al trabajo para todas las personas, caracterizado como una actividad humana parcial, no unidimensional, con reducción de la jornada laboral y adaptación de los turnos y calendarios a las responsabilidades familiares para hombres y mujeres.
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Creación de recursos públicos basados en la colectivización de actividades cotidianas básicas que hagan posible la conciliación de la vida laboral y familiar en condiciones reales (red de guarderías públicas, comedores municipales, espacios públicos lúdicos para adolescentes…).
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Crear medidas preventivas de la violencia de género para trabajar desde ámbitos tan diversos como la educación, las organizaciones vecinales u otros colectivos sociales.
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Confrontar abiertamente con el discurso de la Iglesia Católica y otras confesiones que legitiman la sumisión de las mujeres y amparan de este modo las distintas expresiones de la violencia contra ellas.
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Reparto de todo el trabajo socialmente necesario, incluido el familiar, entre hombres y mujeres en términos de igualdad.
La única salida pasa por tomar conciencia de la situación y organizarse para defenderse conjuntamente de éstos ataques a la clase trabajadora y las clases populares. Además de trabajar para construir las bases para una nueva sociedad. Por la construcción de un FRENTE OBRERO Y POPULAR POR EL SOCIALISMO.
Secretaría Feminista del CC del PCPE