Una mujer de veinticuatro años acaba con su vida, en un barrio obrero de Las Palmas, lanzándose al vacío desde la planta diez del edificio donde vivía.

Los datos: la mujer carecía de lo más mínimo para vivir, ella y sus dos hijos y -además-, Servicios Sociales estaba en retirarle la custodia de esos dos hijos porque no era capaz de garantizarles la alimentación. Los mismos Servicios Sociales que son responsables de tramitar las ayudas a familias “en desamparo”, y que, según el Alcalde de Las Palmas -el mismo que se niega a abrir la fosa común donde yacen al menos sesenta personas asesinadas por los fascistas-, esas ayudas se conceden en pocas semanas. Una auténtica falsedad de la que dan testimonio miles de familias obreras que pueden esperar hasta seis meses para que se concedan esas ayudas de forma temporal, y volver a empezar los trámites cuando se agota el plazo concedido.

Hablando con personas del barrio -que llevan una sostenida lucha de más de cuatro años contra la construcción de un centro ilegal de la Guardia Civil que les arrebató un suelo de uso colectivo-, comentan que en ese mismo edificio, por la fachada opuesta, hace un año otra mujer también terminó con su vida de la misma manera.

Soria mató a Gabino

Los alcaldes de la ciudad de Las Palmas tienen una tradición criminal. Cuando el actual Ministro de Industria, JM Soria, era alcalde de esta ciudad desalojó de una rambla, delante de El Corte Inglés, a un colectivo de puesteros que llevaban años en ese lugar de forma legal y pagando sus impuestos. Uno de ellos, Gabino, terminó suicidándose. Lo asesinó JM Soria.

¿Puede la clase obrera mantenerse resignada cuando los elementos más castigados de esa clase, en su desesperación, no consideran otra opción que terminar con su vida?

Es difícil tener una estadística contrastada sobre la cantidad de suicidios que en este país se producen diariamente como consecuencia de la gestión que la oligarquía hace de la actual crisis capitalista. Los datos se ocultan desde las instancias oficiales, o se disfrazan asignándolos a otras causas ligadas a afecciones de salud mental. Las cifras más confiables establecen entre seis y diez las personas que diariamente acaban con su vida a consecuencia de la desesperación por no poder resolver sus condiciones de vida. Unas muertes, al final silenciosas, por el ocultamiento sistemático de los medios de comunicación sobre estos hechos, y por la falta de una respuesta social de masas a estos crímenes de la burguesía.

Si consideramos los años transcurridos desde la explosión de la crisis -verano 2007-, obtenemos un balance aterrador. Miles de personas, de las más diversas edades, han fallecido de esta trágica manera. Dejando detrás a un grupo familiar destrozado por este brutal golpe.

Lucha de clases en todo momento

Carlos Marx decía que “el capital llega a los bancos centrales chorreando sangre”. En estos momentos esa sangre procede, en buena medida, de la clase obrera de este país, sometida a la sobreexplotación, al hambre y a la miseria extrema. Los intereses de las clases dominantes llevan a que sea prioritario aportar cientos de miles de millones de euros a los parásitos bancarios, mientras se le arrebatan cuatrocientos euros al mes a una familia, dejándola totalmente en la miseria y la desesperación.

Levantar la lucha de la clase obrera ante cada episodio de suicidio constituye un elemento movilizador del entorno social más próximo, por el mismo impacto de la tragedia. Será la forma más inmediata de confrontar con el poder de la burguesía, y que sectores crecientes de la clase obrera vayan comprendiendo el carácter de clase del poder del Estado, y por ello el carácter de clase de la gestión de la crisis capitalista. El silencio y/o la resignación ante estas muertes constituyen una actitud que profundiza el desarme político e ideológico de los trabajadores y trabajadoras. 

“Una obrera se quitó la vida por culpa del gobierno” es la consigna mínima que deberíamos levantar ante cualquier episodio de este tipo. Convocar manifestaciones de protesta en el mismo barrio, y ante las instituciones responsables, especialmente los ayuntamientos. Ninguna agresión debe quedar sin respuesta. Ninguna violencia del poder debe ser silenciada. Hagamos del sufrimiento de la clase obrera una herramienta para el sufrimiento de los capitalistas.

Carmelo Suárez

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