Y ya son veinte y cuatro las consultas electorales al pueblo venezolano desde que Hugo Chávez Frías fue elegido presidente de Venezuela el 6 de diciembre de 1998 con la promesa de reformar la Constitución y liderar profundos procesos de cambio en ese país. Un proyecto político que acabó llamándose “Socialismo del siglo XXI”. Desde entonces, elecciones libres, universales, directas y secretas de toda índole, se han sucedido en la patria de Simón Bolivar: elecciones presidenciales, referendos constitucionales, elecciones regionales, municipales, legislativas, etc., etc. Y en todas, menos en dos ocasiones: las legislativas de 2015 y las municipales parciales de 2014, la victoria ha sido para las fuerzas que apoyan la revolución venezolana, es decir el Movimiento V República (MVR), el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) o la coalición Gran Polo Patriótico (GPP), integrada por partidos políticos de izquierda como el Partido Comunista de Venezuela (PCV) o la Unidad Popular Venezolana (UPV), entre otros.

Sin embargo, nada satisface al capitalismo, y tampoco a sus esbirros hispanos comandados por el corrupto Mariano Rajoy. Ni la elegida Asamblea Constituyente, votada el 30 de julio por más de 8 millones de venezolanos/as para elaborar una nueva Constitución ni las elecciones regionales celebradas el 15 de octubre, consiguiendo los partidarios de Maduro 18 regiones de las 23 en disputa ni las municipales en las que el chavismo ha arrasado en el 90% de las alcaldías. Nada les hace cambiar de idea. Para esa chusma capitalista Venezuela es una dictadura, y Nicolás Maduro un abominable dictador. Y da igual que celebre elecciones un día sí y otro también. Para ella todas serán irregulares y fraudulentas. Se lo repiten a diario quienes no hace tanto tiempo llenaban las calles de Caracas de violencia, muertos y sabotajes; quienes desde el imperio yanqui utilizan la guerra económica contra la República Bolivariana de Venezuela para desestabilizarla y hundirla; quienes bombardearon la sede del Tribunal Supremo y el Ministerio del Interior el 28 de junio o quienes, con el impresentable Felipe González, “señor X”, abogan por “la desobediencia militar” o piden claramente a los militares dar un golpe de Estado contra el gobierno legitimo venezolano. Para ellos, lo “democrático” es, por ejemplo, silenciar el pucherazo cometido el pasado 26 de noviembre en las elecciones presidenciales y legislativas en Honduras para usurpar la presidencia del país al candidato de la izquierda Salvador Nasralla, o adoptar una actitud cómplice ante el golpe de Estado perpetrado el 14 de noviembre en Zimbabue contra el líder histórico de su independencia, en 1980, y presidente electo, Robert Mugabe.

Sin temblarle la voz

Sin embargo, toda esa ignominia, a la que se une la de la Unión Europea invitando recientemente en su Parlamento a antichavistas sostenidos por el Partido Popular Europeo y subvencionados por Estados Unidos con el fin de obstaculizar la construcción del socialismo en Venezuela y que el capitalismo vuelva a campar a sus anchas en ese país, no parece hacer mella en la voluntad revolucionaria de Nicolás Maduro, quien, tras los resultados de las elecciones municipales del 10 de diciembre, ha declarado que persiste y firma por “la defensa de la soberanía nacional, la independencia y en la construcción del socialismo del siglo XXI”. Logros que avanzarán, según el dirigente bolivariano, con “las victorias electorales populares que se anuncian para el año 2018”. Unos comicios, incluidas las elecciones presidenciales, que la oposición venezolana tendrá que sopesar serenamente antes de intentar boicotearlas, si no quiere quedarse en ese caso fuera del juego electoral, como lo ha sentenciado el presidente Maduro sin temblarle el puño ni la voz.

José L. Quirante

 



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