Los bolcheviques no se hubieran mantenido en el poder, no digo dos años y medio, sino ni siquiera dos meses y medio, sin la disciplina rigurosísima, verdaderamente férrea de nuestro Partido, sin el apoyo total e incondicional que le presta toda la masa de la clase obrera, es decir, todo lo que ella tiene de consciente, honrado, abnegado, influyente y capaz de conducir tras de sí o de atraer a las capas atrasadas.

La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada por su derrocamiento y cuya potencia consiste no solo en la fuerza y solidez de los vínculos internacionales de la burguesía sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción.

¿Cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado?. ¿cómo se comprueba?, ¿cómo se refuerza?. Primero, por la conciencia de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio. Segundo, por su capacidad de ligarse y hasta cierto punto de fundirse con las más amplias masas trabajadoras, en primer término con las masas proletarias, pero también con las masas trabajadoras no proletarias. Tercero, por lo acertado de la dirección política, por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia.

El bolchevismo se ha templado y fortalecido en primer lugar y sobre todo en la lucha contra el oportunismo que en 1914 se pasó para siempre a la burguesía contra el proletariado.

El anarquismo ha sido a menudo una especie de expiación de los pecados oportunistas del movimiento obrero. El bolchevismo hizo suya y continuó la lucha contra los socialrevolucionarios, el partido que más fielmente expresaba las tendencias del revolucionarismo pequeñoburgués. Este partido no quería comprender la necesidad de tener en cuenta con estricta objetividad las fuerzas de clase y sus relaciones mutuas antes de emprender cualquier acción política. Este partido veía un signo particular de su “revolucionarismo” en el reconocimiento del terror individual. Claro es que nosotros rechazamos solo el terror individual por motivos de conveniencia y no “por principio”. En tercer lugar, para los socialrevolucionarios ser “izquierdista” significaba reírse de los pecados oportunistas de la socialdemocracia alemana al mismo tiempo que imitaban a los ultraoportunistas de ese mismo partido en cuestiones como la agraria o la de la dictadura del proletariado.

Rechazar los compromisos “por principio”, negar la legitimidad de todo compromiso en general, cualesquiera que sea, constituye una puerilidad difícil de tomar en serio. El político que quiera ser útil al proletariado revolucionario debe saber distinguir los casos concretos de compromisos que son inadmisibles, expresión de oportunismo y de traición y dirigir contra tales compromisos concretos toda la fuerza de la crítica y  una guerra sin cuartel.

Negar la necesidad del Partido y de la disciplina de partido equivale a desarmar por completo al proletariado en provecho de la burguesía.

Las clases siguen existiendo y existirán durante años en todas partes después de la conquista del poder por el proletariado. Podemos (y debemos) emprender la construcción del socialismo no con un material humano fantástico ni especialmente creado por nosotros, sino con el que nos ha dejado como herencia el capitalismo.

Los sindicatos fueron un progreso gigantesco de la clase obrera en los primeros tiempos del desarrollo del capitalismo, por cuanto significaban el paso de la dispersión y de la impotencia de los obreros a los rudimentos de la unión de clase. Cuando empezó a desarrollarse el partido revolucionario del proletariado (que no merecerá este nombre mientras no sepa ligar a los líderes con la clase y las masas en todo único e indisoluble) los sindicatos comenzaron a manifestar fatalmente ciertos rasgos reaccionarios, cierta tendencia al apoliticismo, etc. Pero el desarrollo del proletariado no se ha efectuado ni ha podido efectuarse en ningún país de otro modo que por medio de los sindicatos y por su acción conjunta con el partido de la clase obrera.

La lucha contra la aristocracia obrera la sostenemos en nombre de las masas obreras y para ponerlas de nuestra parte; la lucha contra los jefes oportunistas la sostenemos para ganarnos a la clase obrera. No actuar en el seno de los sindicatos reaccionarios significa abandonar a las masas obreras atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios, de los agentes de la burguesía. Se debe trabajar sin falta allí donde estén las masas. La tarea de los comunistas consiste en saber convencer a los elementos atrasados, en saber actuar entre ellos y no en aislarse de ellos mediante consignas sacadas de la cabeza e infantilmente “izquierdistas”.

El parlamentarismo ha caducado históricamente. Esto es cierto desde el punto de vista de la propaganda. Pero nadie ignora que de ahí a su superación práctica hay una distancia inmensa.

La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir atentamente los medios de corregirlos: eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir a la clase y, después, a las masas.

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