La revolución democrático-burguesa de febrero de 1917, consumada por los soldados insurrectos de la guarnición de Petrogrado y los obreros de la ciudad tuvo como resultado la abdicación de Nicolás II y el derrocamiento de la autocracia. El poder real pertenecía al Soviet de Petrogrado, pero los eseristas y los mencheviques que lo lideraban consideraban que era la burguesía la que debía liderar la revolución y entablaron negociaciones con sus representantes para la formación del Gobierno.
Los bolcheviques se pronunciaron decididamente contra el apoyo al Gobierno Provisional, partidarios de pasar todo el poder a los soviets y transformar la revolución democrático-burguesa en una revolución socialista.
Así en la VII Conferencia del POSD(b)R y el VI Congreso del Partido, celebrado en Petrogrado entre el 26 de julio y el 3 de agosto de 1917 se aprobaron los postulados fundamentales redactados por Lenin: instauración de la República de los Soviets, la salida revolucionaria de Rusia de la guerra imperialista y la proposición de acabarla con una paz democrática y universal, la nacionalización de todas las tierras en el país y la confiscación de las pertenecientes a los terratenientes, el control obrero de la producción y la distribución, la nacionalización de la banca, los sindicatos y la gran industria, el fin de la desigualdad de derechos y de la opresión social y nacional.
El potente auge revolucionario de las masas populares y la creciente influencia de los bolcheviques en todo el país, así como en el ejército y la marina no prometía nada bueno para el Gobierno Provisional en el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, cuya apertura estaba fijada para el 25 de octubre (7 de noviembre en el calendario gregoriano). El Gobierno Provisional trató de tomar la iniciativa y en la madrugada del 24 ordenó a los cadetes de la escuela militar ocupar la imprenta del periódico bolchevique, establecer controles en los puentes del río Neva, que comunicaban los distritos obreros con el centro de la capital, entregar a los tribunales a los miembros del Comité Militar Revolucionario y la prohibición a los soldados de salir de los cuarteles sin orden de las autoridades militares.
Las fuerzas revolucionarias se pusieron en marcha. En las últimas horas del día sólo quedaba en manos del Gobierno Provisional su sede: el Palacio de Invierno. La gigantesca superioridad de las fuerzas revolucionarias dirigidas por los bolcheviques sobre las fuerzas contrarrevolucionarias predeterminó una rápida victoria al más bajo coste en sangre. Así, si durante la Revolución de Febrero hubo 1300 bajas, entre muertos y heridos, en la de Octubre en Petrogrado hubo 6 muertos y 50 heridos.
En la noche del 25 de octubre se inauguró en el Smolny el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, descrito por John Reed con estas palabras: “El espacio entre las columnas está lleno de sillas en fila, cerca de mil en total. La mayoría de los delegados visten uniforme de soldado. Los demás llevan las modestas camisas negras de los obreros rusos, de vez en cuando se ven abigarradas vestimentas campesinas… Por todas partes -entre las columnas, en las peanas, en cada peldaño de la escalera que va al escenario y en el borde del escenario mismo- hay público: sencillos obreros, campesinos y soldados. En ciertos lugares, entre el público, asoman las bayonetas...” Los bolcheviques, que disponían de 390 mandatos, constituyeron junto con los 160 eseristas de izquierda la aplastante mayoría de los delegados, lo que predeterminó el desarrollo de las labores del Congreso y el carácter de sus resoluciones.
El 26 de octubre, a las 5 de la mañana, el Congreso aprobó el primer documento aprobado por Lenin: “A los obreros, a los soldados y a los campesinos “.
Proclamó el paso de todo el poder central y local a los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos. También “El Poder de los Soviets propondrá una paz democrática inmediata a todos los pueblos y un armisticio inmediato en todos los frentes. Asegurará el paso, sin indemnización, de la tierra de los terratenientes, de las tierras patrimoniales y de los conventos a los comités campesinos…, implantará el control obrero sobre la producción…, garantizará a todas las nacionalidades que pueblan Rusia el verdadero derecho de autoderminación”. En la noche del 26 de octubre, en su segunda y última sesión, el Congreso procedió a la realización práctica del programa proclamado.
Comenzaba a andar el primer gobierno proletario.
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