Recientemente se publicó en el país un artículo que relacionaba el aumento de los suicidios con el cambio climático que estamos sufriendo. Este estudio, hecho por una universidad prestigiosa de los EEUU, concluye con que: “el calentamiento ha provocado 59.300 suicidios en los últimos 30 años. Según el trabajo, el aumento de las temperaturas explica un 7% de todos los suicidios y se espera que el fenómeno siga avanzando a medida que aumentan las temperaturas.”
Pero no es la primera vez que se acusa a la naturaleza de ocasionar grandes calamidades entre los diferentes pueblos hindúes. Ya allá, a finales del siglo XIX, los causantes de grandes hambrunas y millones de muertos (se estima que fueron entre 12.2 y 29.3 millones) fueron las grandes sequías de 1876 a 1879 y de 1896 a 1902. Luego se demostró que estas sequías, que llegaron a tener dimensiones globales, eran debidas al fenómeno atmosférico conocido como El Niño. Entonces, como ahora, el culpable de todas esas muertes fueron los fenómenos atmosféricos, es decir, la naturaleza.
En ambos casos tenemos un responsable contra el que no podemos luchar: la madre naturaleza. Tanto el cambio climático como el fenómeno de El Niño son dos eventos que nos afectan y no podemos hacer nada. En el caso del calentamiento global se podría hacer algo reduciendo emisiones de CO2, buscando alternativas renovables, pero no en evitar esos suicidios. Pero, ¿realmente esto es así?
Lo que hoy es la India había sufrido miles de sequías antes de que portugueses, holandeses y británicos comenzaran a tomar para sus imperios ese territorio. Las poblaciones autóctonas estaban adaptadas a las grandes sequías, aunque había muertos, la cifra no era tan astronómica debido a la existencia de redes de solidaridad.
Esta solidaridad, que en parte se debía al sistema feudal, se fue quebrando al convertir la comida en una mercancía que obedecía a las leyes del mercado capitalista, por un lado, y por el otro, a los intereses de la metrópoli. Estos intereses eran: producir comida para el Reino Unido y satisfacer las las necesidades de la industria textil británica, así parte de la tierra destinada al cultivo de comida se destinó al cultivo del índigo y del algodón. Todos estos elementos propiciaron que el precio de la comida en la India británica durante estas dos sequías fuera prohibitivo para millones de hindúes.
He de añadir que en este periodo fueron los británicos los que inventaron los campos de concentración para resolver el problema de hindúes famélicos, un método para tener mano de obra barata. El mismo modelo fue adoptado por los brasileños unos años después.
Un siglo más tarde en la India las cosas no han mejorado. Ahora no es El Niño quien carga con los muertos sino el cambio climático. El análisis es similar. Los agricultores indios llevan años suicidándose (en esas estadísticas no entran las mujeres por no tener título de propiedad sobre la tierra). Las causas de estos suicidios no se debe al cambio climático, sino a que la agricultura india sufre una larga y grave crisis junto con las reformas económicas que la India acometió para abrirse al mercado mundial. Estos factores han conducido a que los agricultores (principalmente del algodón) se endeuden con préstamos que cuando fallan las cosechas no pueden hacer frente. Los grandes intereses de estos préstamos los atosigan y los empleados de los bancos los hostigan para conseguir la devolución del préstamo. Este es el caldo de cultivo para que muchos campesinos opten por el suicido como vía de escape.
En definitiva, ni es el cambio climático, ni El Niño, ni la naturaleza quien causa los suicidios o las grandes hambrunas, es el capitalismo que ha hecho de la comida una mercancía y destrozado las redes de solidaridad. Pero se señala la naturaleza como responsable para no actuar contra del capitalismo.
Manuel Varo