Yo sí que tengo miedo.

Pero no de las furgonetas, ni de las bombonas de butano, ni de los cuchillos de cocina. Ni siquiera tengo miedo de cosas mucho más peligrosas y que es mucho más probable que me maten, como los accidentes de tráfico o las negligencias hospitalarias.

No tengo miedo de los desesperados y los fanáticos, sino de quienes los abocan a la desesperación y el fanatismo. Y no me refiero a los imanes radicales, sino a la Organización Terrorista del Atlántico Norte y a los gobiernos criminales de Estados Unidos, Arabia Saudí e Israel, así como a sus cómplices y lacayos, entre los que ocupa un lugar destacado el Gobierno español.

No tengo miedo del mal llamado “terrorismo islámico”, sino del nunca nombrado terrorismo judeocristiano.

No tengo miedo de las bombas caseras, sino de las bombas inteligentes.

No tengo miedo del terrorismo sin medios, sino de los medios que llaman terrorismo a la guerra de los pobres y guerra al terrorismo de los ricos.

No tengo miedo del miedo, sino de los políticos y los obispos que lo fomentan, lo gestionan y lo rentabilizan.

Mis más sentidas condolencias a las víctimas de los absurdos y crueles atentados de Barcelona, así como a los familiares de los jóvenes absurda y cruelmente inmolados, junto con mi ferviente deseo de que comprendan, unos y otros, quiénes son los responsables últimos de su tragedia.

Y ruego que me disculpen, unos y otros, por no ir a la manifestación del sábado 26. La CUP dice que no irá si la encabeza el rey, y me parece bien; pero me parecería mejor que dijera que no va porque no es una manifestación contra el verdadero terrorismo.

Carlos Frabetti


Publicado en Insurgente

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