“Toda la civilización, creada por el trabajo de muchas generaciones está condenada a la destrucción. La barbarie más salvaje celebra hoy su triunfo sobre todo aquello que hasta la fecha constituía el orgullo de la humanidad..... Colapso de la civilización, depresión económica, reacción política; estos son los beneficiarios de este terrible conflicto de pueblos. La guerra revela así el verdadero carácter del capitalismo moderno que se ha revelado incompatible no sólo con los intereses de las clases trabajadoras sino también con las condiciones elementales de existencia de la comunidad humana.”
Imposible dudar de la rabiosa actualidad de estas palabras, y sin embargo, con sus casi 102 años, son parte del Manifiesto con el que en Septiembre de 1915 expresó la Conferencia de Zimmerwald la posición política respecto a la guerra imperialista de la que, pocos años después y tras el triunfo de la Gran Revolución de Octubre, fue la III Internacional. Una posición de vanguardia y clasista que, huyendo de la binaria posición economicista del tradeunionismo y de los partidos de la II Internacional que acabaron votando los presupuestos de guerra de sus respectivas burguesías nacionales, no solo supo defender consecuentemente la consigna final del Manifiesto del Partido Comunista, “Proletarios de todos los paÍses, uníos!, sino que fue capaz de posicionar al movimiento obrero revolucionario, a la cabeza de los sectores más avanzados de la Humanidad y convertirlo en su auténtica referencia política e ideológica.
¿Y si eso fue así hace un siglo por qué ya no lo es? ¿Salvo en su mayor capacidad destructiva, acaso la guerra es diferente o son otras las clases sociales que intervienen; hay intereses distintos? Esas son preguntas que llevamos tiempo trabajando en el seno del PCPE y sobre las que vamos profundizando para corregir la posición de retroceso y derrota en la que la postura claudicante del movimiento comunista en el estado español y, en gran medida a nivel mundial también, nos sitúa al movimiento comunista no solo a la retaguardia de la lucha, sino que en los países centrales del imperialismo como cómplices de la barbarie que asesina, destruye y saquea a pueblos enteros con la tranquilidad de nuestro silencio.
Porque siguiendo con Zimmerwald, podemos dejar de afirmar en algun momento que “Jamás en la historia del mundo ha habido tarea más urgente, más elevada, más noble; su cumplimiento debe ser nuestra obra común. Ningún sacrificio es demasiado grande, ninguna carga demasiada pesada para conseguir este objetivo: el restablecimiento de la paz entre los pueblos.” Claro que no, para nada es posible olvidar que si hoy la consigna sigue siendo la misma; la tarea no puede ser otra que ponerse manos a la obra para, uniendo el internacionalismo y la lucha por la Paz, contra la OTAN y las bases, levantar un amplio frente de masas desde el que golpear día a día y sin descanso a la guerra imperialista en cualquiera de sus expresiones.
Es también una lucha imprescindible para recuperar la lucha y la conciencia de clase, situándo nuevamente a la clase trabajadora en el centro del combate global contra el imperialismo. El capitalismo, cada día más explotador, parasitario y violento, necesita una respuesta contundente de la más amplia alianza social que diga basta a sus planes de destrucción del Pllaneta y la Humanidad. Esta, como dijeran en Zimmerwald, “es la lucha por la libertad, por la fraternidad de lo pueblos, por el socialismo”; a esa tarea es a la que convocamos con urgència a la clase obrera y al pueblo con la campaña política que denominamos Contra la Guerra Imperialista y sus gastos militares; más trabajo, escuelas y hospitales, y que estamos seguros que será el preludio de niveles muy superiores de trabajo unitario por la Paz y el Socialismo.
Julio Díaz