Entre las iniciativas del PCPE para conmemorar el aniversario de la Revolución de Octubre, se encuentra la edición de un libro recopilatorio denominado “100 años de la Revolución Socialista. 1917-2017”. Dentro de este interesante material, destaca la obra de Clara Zetkin “Recuerdos sobre Lenin”, en la que Zetkin narra diversas conversaciones con el principal dirigente de la Revolución Rusa, de un alto calado político.
En una de las conversaciones entre Zetkin y Uliánov, fechada en 1921, ambas debaten sobre la situación del Partido en Alemania y la táctica a aprobar por la Internacional en su tercer congreso. En estas conversaciones se aborda la situación de un destacado dirigente alemán, Paúl Levi, el cual había pasado a tener un papel destacado tras el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Levi había criticado con violencia las desviaciones izquierdistas del Partido, pero lo hizo de forma inadecuada, haciendo públicas sus durísimas críticas, planteadas de un modo agresivo.
Repasemos brevemente los hechos: el Partido en Alemania, orientado por algunos dirigentes de la Internacional, especialmente Bela Kun, y en coherencia con la denominada “teoría de la ofensiva” impulsada entonces por una parte importante de la Internacional, lanza una acción en marzo de 1921 que no cuenta con suficiente respaldo popular y fracasa estrepitosamente. Levi publica un folleto en el que muestra su punto de vista crítico de manera pública y con formas totalmente salidas de tono. Esta acción, y la forma en la que Levi la ataca, se abordan en los debates del III Congreso sobre la táctica a seguir por la Komintern.
Veamos lo que nos cuenta Clara Zetkin sobre este tema. Lenin dice: “Sabe usted en cuánta estima tengo a Paúl Levi y sus dotes. Le conocí en Suiza y cifré en él, en seguida, grandes esperanzas. Se mantuvo firme en los tiempos de las más duras persecuciones; era valiente, inteligente, pronto al sacrificio. Le creía firmemente unido al proletariado, aunque notaba cierta frialdad en sus relaciones con los obreros. Algo así como un querer “guardar las distancias”. Es decir, aunque con sus defectos, parece que Levi es un gran dirigente comunista. Ahora bien, su actitud genera inquietud en Lenin: “Desde la publicación de su folleto, he comenzado a dudar de él. Me ha asaltado el temor de que haya en él una fuerte tendencia a la intriga y al fraccionalismo, también un poco de vanidad de literato.” Y a continuación, aborda la valoración de la crítica realizada por Levi: “Era indispensable, indudablemente, someter a una crítica despiadada la “acción de marzo”. Pero, ¿qué es lo que ha aportado Paúl Levi? Una trituración cruel del partido. No sólo critica con la mayor parcialidad, exageradamente, hasta la repugnancia, sino que no ofrece nada que permita al partido orientarse. En su crítica, no se echa de ver el menor espíritu de solidaridad con el partido. Y esto es lo que tanto ha indignado a los camaradas en bloques, haciéndolos ciegos y sordos respecto a las muchas cosas acertadas que se contienen en su crítica, y, sobre todo, respecto a su punto de vista político fundamental, bien orientado. De este modo, fue creándose un estado de espíritu –que se propagó también a los camaradas no alemanes-, en el que la polémica versaba ya exclusivamente en torno al folleto y, sobre todo, en torno a la persona de Levi, en vez de girar sobre la falsa teoría y la mala práctica de la <<teoría de la ofensiva>> y de los <<izquierdistas>>”.
Zetkin, que llegó a dimitir del Comité Central del KPD en protesta por los errores de la “acción de marzo”, y que defiende a Levi aún reconociendo sus errores, asume que Levi va a ser sancionado por la Internacional por su quebrantamiento de la disciplina, aunque las posiciones políticas que ambos comparten sobre la “teoría de la ofensiva” se aceptan en el congreso. Acuerda con Lenin el intentar convencer a Paúl Levi para que asuma la sanción de forma disciplinada, que se tome un tiempo para reflexionar y que tras un periodo prudencial, Lenin mismo intercederá para pedir su rehabilitación: “Si Levi se somete a la disciplina, si sale adelante –puede, por ejemplo, colaborar anónimamente en la prensa del Partido, redactar algunos buenos folletos-, le prometo que, de aquí a tres o cuatro meses, pediré en una carta abierta su rehabilitación”.
Pero Levi no atiende a razones, y al ser expulsado funda el “Colectivo de Trabajadores Comunistas”, para integrarse poco después en la socialdemocracia, en la que militaría hasta su muerte en 1930. En su siguiente encuentro en octubre de 1922, Lenin dirá a Clara Zetkin: “Para nosotros, ya no es más que un número dentro de la socialdemocracia, ni más ni menos. No importa que le esté reservado acaso cierto papel allí. […] Para un camarada de luchas y amigo íntimo de Rosa y de Carlos, era el desenlace más lamentable que podía pensarse; sí el desenlace más lamentable”.
De este triste final de la trayectoria de Paúl Levi quizá podamos sacar algunas conclusiones. Hablamos de un camarada con grandes dotes y una trayectoria de lucha quizá no muy larga, pero intensa, que tiene sus defectos pero que sin duda es un gran cuadro; sin embargo, su manera de ejercer la crítica le lleva a quebrantar la disciplina del Partido, a grajearse enemistades en el movimiento comunista e incluso a reducir la influencia de su mensaje. Y precisamente esta forma de actuar es la que pone sobre aviso a Lenin y otras/os camaradas, que sospechan que algo falla en lo esencial de este destacado militante; forma y fondo no se determinan mutuamente, pero sí que están relacionados. Esto debe hacernos reflexionar aquí y ahora, cuando vemos actitudes que no cuadran con las formas más deseables en los y las comunistas.
En las crisis que por desgracia vivimos las organizaciones comunistas con cierta frecuencia, no es inhabitual que personas con grandes habilidades y conocimientos, con una parte mayor o menor de razón en sus planteamientos, terminen actuando de forma que en lugar de llevar a una mejora del funcionamiento de la organización, e independientemente de sus intenciones, generan rechazo y enquistamiento de los debates, y en última instancia derivan en fraccionalismo y escisionismo. Muchos y muchas buenas camaradas se han perdido para la causa por este motivo, y muchas organizaciones revolucionarias se han visto debilitadas.
Quizá en los planes de formación de las organizaciones comunistas haya que abordar con seriedad y rigor una formación específica que refuerce las actitudes más constructivas, que doten de método a la militancia para ejercer la crítica y la autocrítica de manera eficaz y en clave superadora, que fomente las actitudes de diálogo, escucha, humildad, constancia, etc. Pero sobre todo, hay que actuar para que estos valores comunistas se vivencien en el día a día de las células y comités, para que nuestra militancia más destacada y brillante acabe pareciéndose más a Lenin que a Levi, y se reduzcan los riesgos de fracción y escisión que tanto daño hacen al movimiento comunista.
Juan Perles.