Desde la creación en 1984 del PCPE, siempre el Partido ha tenido presente la necesidad de intervenir, decididamente, en este aspecto de la lucha política del que el movimiento comunista, por ausencia, ha dejado un amplio campo de trabajo y desarrollo a las más diversas corrientes ideológicas.
Un proyecto revolucionario -en las condiciones de nuestro país, donde siempre se hizo de la opresión de la mujer un elemento de la lógica del sistema de dominación de la burguesía, con una especial colaboración de la Iglesia Católica-, que no desarrolle una clara y potente política por la liberación de la mujer trabajadora tendrá seriamente limitada su capacidad de intervención política con, al menos, la mitad de la clase obrera.
El trabajo no es fácil, y se trata de hacer avanzar en la práctica el trabajo del Partido en dos sentidos: en el campo de la liberación de la mujer trabajadora, y en la reivindicación natural y sin límites de la totalidad de derechos civiles básicos que les corresponden a las mujeres, y en la profundización teórica de las causas que todavía impiden la igualdad de la mujer con el hombre y que, en lo más inmediato, nos afecta en nuestras filas con una muy baja presencia de mujeres militantes. Ambos campos están íntimamente ligados, y sin uno u otro resultará imposible avanzar en ninguno de ellos.
Si las primeras elaboraciones que colocaron la problemática de la mujer en relación con la producción social fueron hechas desde el marxismo, si las propuestas y elaboraciones surgieron de la contienda política con otros grupos y principalmente con los postulados burgueses, si, no obstante, no todo está escrito y, fruto del desarrollo capitalista y de la incorporación de la fuerza de trabajo femenina a la producción, las formas sociales también cambian, ¿cómo renunciar a seguir dando respuestas y propuestas en función de los análisis concretos de la realidad concreta, como si ya no fuera posible retomar y avanzar debates?
Necesitamos, todavía hoy, conocer profundamente y entender los mecanismos de poder que someten a las mujeres a través de todos los ángulos de su vida: el trabajo, la familia, la maternidad, etc. o será muy dificultoso poder incorporarlas a la lucha, al menos en unas filas en las que no se verán reflejadas ni se reconocerán. ¿Cómo se van a sumar al proyecto de construcción del socialismo si no ven la relación entre su situación, lo que les pasa y el capitalismo en crisis? ¿Cómo vamos a incorporarlas a la lucha si no ven esa relación? ¿Cómo, si no se sienten identificadas? Históricamente las mujeres obreras se identificaron mucho más con su clase, tenían más conciencia de vivir una situación de clase explotada, que una conciencia de injusticia de sexos. Pero también lucharon por sus reivindicaciones de género y vencieron las resistencias en el seno de las propias organizaciones obreras. La condición social prevalecía sobre la característica del sexo en las organizaciones obreras, pero no las excluían ni las desdeñaban, las integraron de las más diversas maneras. Ahí aspiramos a llegar.
Algunos datos concretos ilustran la situación en el mercado laboral de las mujeres:
El número total de mujeres en situación de paro en el primer cuatrimestre de 2008 era de 1.155,6 frente a los 2.191 del tercer trimestre de 2016. La tasa de paro de los hombres en este tercer trimestre es del 17,4% y la de las mujeres el 20,7%. La diferencia es muy notable, y más teniendo en cuenta que sólo están inscritas en el sistema del INEM las mujeres que forman o han formado parte del mundo laboral, y que necesitan volver a incorporarse quedando fuera las mujeres que nunca se han incorporado. A esto debemos sumarle que la brecha salarial se sitúa por encima del 31%.
España con una tasa de paro del 25,4% es el segundo país de la UE, después de Grecia con los niveles de desempleo femenino más altos.
España se sitúa tres puntos por encima de la media de la UE en brecha salarial, en salario hora, según Eurostat. La brecha del conjunto de la UE es un 16,3% la brecha en España se eleva al 19,3%. La diferencia sube hasta los 6.000 euros entre hombres y mujeres, que aparte de incidir en sus ingresos económicos actuales, también repercute en las prestaciones sociales presentes y futuras.
Entre 2009 y 2015 la tasa de paro femenino ha crecido en mayor medida que el masculino, aumentando en 5,42 puntos, mientras que el de los hombres se incrementó en 3,13 puntos.
Lola Muñoz