El futbol es una mierda. Recuerdo, cuando tenía 9 años recién cumplidos, estar delante del televisor viendo aquella final de Copa Valencia-Getafe, esperando que llegara mi padre de la fábrica para decirle que éramos campeones, ilusiones de niño. Pero a medida que uno va creciendo se va dando cuenta de mi afirmación inicial: el futbol es una mierda. No por el deporte en sí, sino por toda la mierda que hay detrás: presidentes que son auténticos mafiosos, chanchullos, competiciones adulteradas por el puto dinero, televisiones que hacen y deshacen a su antojo, un desprecio total y absoluto al aficionado, que ya no pinta absolutamente nada.

Club de Futbol Popular Orihuela Deportiva

 

Asumámoslo, nos han robado hasta el fútbol, y digo robado, claramente, por que el fútbol es un deporte nuestro, de los trabajadores y trabajadoras, no en vano el primer club español nació en las minas de Río Tinto: el Recreativo de Huelva. Y cuando digo que nos lo han robado, lo digo con todas las letras: una competición entre dos equipos donde los otros 18 están de adorno, atrás quedaron tiempos donde clubes como el Valencia, Sevilla, Deportivo o Athletic podían ser campeones de Liga; telediarios deportivos más preocupados del último pelo de Cristiano que de los goles de la jornada; el total desprecio hacia el fútbol femenino, el cual parece que ni existiera; horarios a medida de las televisiones que impiden que un trabajador o trabajadora pueda ir a ver un partido, si es que puede pagarse los desorbitados precios de la entrada; pero como dije antes, todo esto da igual, queda claro que el aficionado ya no pinta nada.

 

¿Y hay alternativa a esto? Por supuesto que la hay, en el año 2005 varios aficionados del Manchester United, hartos de ser ninguneados por los dueños del club, decidieron fundar el FC United of Machester, un club de accionariado popular. ¿Qué significa esto? Una nueva forma de entender el fútbol, o realmente más que una nueva forma, significa volver a los orígenes: a ese fútbol de aficionados y aficionadas para aficionados y aficionadas. Algunas de sus bases, como el modelo democrático, tienen precedentes en aquella “Democracia Corinthiana” de Sócrates, que tantos quebraderos de cabeza dio a la dictadura militar brasileña, donde las decisiones del club se tomaban entre todos: jugadores, directivos, cuerpo técnico y empleados del club y donde reivindicaciones como “Democracia ya” y “Quiero votar al presidente” se convirtieron en emblemas del club, junto al puño alzado de aquel futbolista que, en sus propias palabras, “había ido a jugar a Italia para leer a Gramsci en su lengua natal”.

 

Pero hablemos de los clubes de accionariado popular y de cómo funcionan. Una de las principales banderas de estos clubes, como decíamos antes, es la democracia interna: la Junta Directiva del club es votada por todos los socios y socias, para asegurar esta democracia, cada socio o socia solo puede comprar una acción del club, por lo tanto impera el principio de “una persona, un voto”; por otra parte, el club debe esforzarse por hacer la participación accesible a cualquiera que lo desee sin ningún tipo de discriminación, esto se hace extensible también a la participación como simple aficionado o aficionada, poniendo las entradas a precios populares para que cualquiera pueda ir a apoyar al equipo. Otra premisa básica de estos clubes es que, volviendo a los orígenes, el club es una entidad sin ánimo de lucro, es decir, conciben el fútbol como lo que es, como una forma de ocio arraigada entre la clase trabajadora y no como una empresa cuyo fin es sacar el máximo beneficio. En nuestro país se han dado varios casos de clubes de accionariado popular como el Tarraco, la Unión Deportiva Ourense o el Club de Futbol Popular Orihuela Deportiva.

 

Y es que, al final, está en nuestras manos organizarnos para poder recuperar lo que es nuestro, desde nuestros derechos más esenciales hasta nuestro ocio y nuestro deporte, un deporte que para muchos significa una forma de entender la vida, lejos de la mercantilización y de la superficialidad imperantes en el mundo capitalista, y es que, como dijo Lucarelli, aquel mítico futbolista comunista que rechazó ofertas millonarias para jugar en Segunda en el equipo de su ciudad (para más inri, la ciudad que fue la cuna del movimiento comunista italiano): “Otros futbolistas se compran Ferraris. Yo me compré la camiseta del Livorno.”

Karaka

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