Mauricio Macri es el Presidente de la República Argentina desde el 10 de diciembre de 2015. Fue elegido tras un proceso electoral a dos vueltas en el que derrotó a Daniel Scioli, sucesor de Cristina Fernández de Kirchner, como candidato del denominado Frente para la Victoria.

Ha pasado ya un año de la derrota del “kirchnerismo” que gobernó el país entre 2003 y 2015 (Néstor entre 2003 y 2007 y su esposa Cristina entre 2007 y 2015), y es buen momento para presentar algunas de las medidas adoptadas en este tiempo por Macri, aunque antes corresponde contextualizar algunos elementos de la realidad política y económica argentina.

La llegada de Néstor Kirchner a la presidencia fue una de las principales consecuencias políticas del fenómeno social conocido como el Argentinazo, una serie de fuertes movilizaciones populares que, al grito de “que se vayan todos”, surgieron en el país a raíz de la brutal crisis económica cuyos efectos se plasmaron en el conocido “corralito” de diciembre de 2001. La reacción violenta –hubo decenas de muertos– contra las consecuencias de varios años de privatizaciones y agresiones contra los sectores populares desembocó en la elección, en 2003, de un Néstor Kirchner que prometía soluciones desarrollistas y una mayor intervención estatal en la economía, al modo socialdemócrata, así como una posición crítica hacia las instituciones financieras internacionales. Con él se reeditaba por enésima vez el viejo discurso peronista de anteponer unos intereses difusamente expresados como “nacionales y populares” frente a los intereses de una también difusamente definida oligarquía. Un discurso efectivo y atractivo para amplias masas obreras y populares, pero con escasa entidad transformadora o revolucionaria en el fondo.

Tras 13 años de kirchnerismo, la llegada de Macri a la Casa Rosada abre un nuevo episodio de lo que algunos han analizado como el enfrentamiento centenario entre “el neoliberalismo oligárquico-imperialista y el desarrollismo burgués”, el cual excluye una alternativa obrera y popular. Como bien dicta la ley del péndulo, al segundo le sucede el primero, que previamente había sido sucedido por el segundo, y Macri, que procede de una familia de verdaderos oligarcas (propietaria de más de 40 empresas a través del Grupo Macri, implicada en los papeles de Panamá, y cuya fortuna creció espectacularmente durante la brutal dictadura militar de los 70-80), está procediendo sin miramientos a desmantelar las reformas que los Kirchner introdujeron durante sus mandatos.

Uno de los primeros pasos –en el mismo diciembre de 2015– de Macri fue la devaluación del peso frente al dólar, generando así pingües beneficios para las empresas dedicadas a la exportación, al tiempo que una inflación que ha desbocado los precios muy por encima de los salarios y pensiones. Esto influye, junto con otros factores en que, como afirman varias fuentes, el porcentaje de población argentina bajo el umbral de la pobreza haya pasado durante este año del un 27% al 34%, un incremento de más de 1,4 millones de personas.

Por otra parte, las empresas agropecuarias exportadoras se han visto beneficiadas por la reducción de las retenciones a las exportaciones (cuyo incremento fue el desencadenante del paro patronal agropecuario de 2008), lo que ha tenido, entre otras cosas, un efecto notable en la reducción del ingreso público y, por tanto, en la posibilidad de sostener el gasto público en los niveles anteriores.

También en diciembre de 2015 se produjo la desregulación de los tipos de interés por el Banco Central, controlados desde 2014, en un claro intento por favorecer la entrada de capitales y de generar beneficios a la banca, que sin duda también saca buena tajada del incremento de más de 50.000 millones de dólares de deuda, entre los que se incluyen los 9.400 millones a pagar a los fondos buitre que no aceptaron los canjes de deuda con quita de 2005 y 2010, tras la conocida sentencia del juez Griesa.

Macri también se ha visto salpicado por escándalos de corrupción, el último firmar una autorización a familiares de funcionarios, incluida su familia por tanto, para que participen en la “regularización” de capitales (una amnistía fiscal al estilo Montoro) aprobada recientemente. No es de extrañar que, así, más de un 60% de argentinos piensen que Macri gobierna para los ricos.

En tanto no se rompa esa ley del péndulo que atenaza la política de los países capitalistas y no se ponga en marcha una verdadera alternativa obrera y popular, fuera de los estrechos márgenes de la gestión capitalista, habrá que seguir informando sobre cambios de Gobiernos, sobre avances y retrocesos en la situación de las masas populares, pero no sobre su liberación.

Ástor García

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