Sí, yo soy Fidel. Contra viento y marea. Contra tanto lameculos vituperando al líder cubano para hallar el beneplácito del poder burgués. Contra los periodistas del peine que en la grotesca televisión (estatal o privada, da igual) no han parado de calumniar al revolucionario que logró, con la fuerza de un Titán, acabar con el garito en el que convirtieron Cuba los millonarios, su arrogante soldadesca y la mafia yanquis. Sí, yo soy Fidel. Contra la ponzoñosa prensa capitalista que, intentando confundir a sus lectores con mentiras y medias verdades, y haciendo gala de una objetividad periodística inexistente, ha dado la palabra profusamente a la gusanera cubana instalada en Miami y subvencionada con millones de dólares del Tío Sam.

Sí, yo soy Fidel. Contra la pusilánime “gente de izquierdas” que defiende de boquilla la “Revolución de los Barbudos” pero la reniega cobardemente a la vuelta de la esquina. Sí, yo soy Fidel. Contra el establishment que echa la bilis sobre el Líder Máximo el día de su desaparición física, y sin embargo magnifica sin reserva el fallecimiento de Simón Peres, uno de los artífices del sionismo israelí, y uno de los principales responsables de la masacre y represión del pueblo palestino. Sí, yo soy Fidel. Contra quienes han pretendido ignorar o desvirtuar el sentido homenaje que millones de cubanos y cubanas han rendido al Comandante cuando el cortejo fúnebre pasaba o se detenía en La Habana, Santa Clara, Camagüey, Bayamo o Santiago de Cuba, ciudad esta última desde la que Fidel Castro proclamó, el 1 de enero de 1959, el triunfo definitivo de la Revolución cubana. Igualmente contra los patéticos aprendices de Maquiavelo que, tomando sus deseos por realidades, anuncian, un día sí y otro también, el apocalipsis y el fin del socialismo en Cuba.

Todos somos Fidel.

Sí, yo soy Fidel. Porque un día ya muy lejano comprendí el sentido profundo de aquel poema liberador de León Felipe: “Sé todos los cuentos”. Unos versos inolvidables que hacían caer los disfraces, los espantajos y las máscaras de los vendedores de falsedades e imposturas, con aquello tan sublime de:

“Digo tan solo lo que he visto,

Y he visto que la cuna del hombre la mecen con cuentos,

Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,

Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,

Que los huesos del hombre los entierran con cuentos,

Y que el miedo del hombre…

Ha inventado todos los cuentos”

Sí, yo soy Fidel. Porque sé que nos mienten, porque adormecen nuestra existencia enhebrando historias con las que entretenernos; tejiendo embustes, narcotizando conciencias, ocultando hechos. Sí, yo soy Fidel. Porque Cuba resistió el terrible embate del desmoronamiento de la Unión Soviética enarbolando orgullosamente ante todo el mundo su socialismo, su historia, la de Maceo, Martí, el Che, Raúl y Fidel. Porque arrancó de las entrañas del monstruo al niño Elián González y a los Cinco Héroes. Porque pese al criminal bloqueo, que dura ya 56 años, Cuba preservó lo esencial para su pueblo: sanidad, educación, trabajo, vivienda, deporte, investigación. Sí, yo soy Fidel. Porque con él aprendí que la construcción del socialismo, el que predijo Marx y consiguió Lenin, no es cosa fácil ni teórica, sino producto de una realidad histórica concreta no exenta de grandes riesgos, incluida la contrarrevolución. Por eso hoy, en la era “post Fidel”, cuando el pueblo cubano en su inmensa mayoría ha reafirmado su apoyo a la Revolución y al socialismo, pulverizando así las expectativas burguesas de volver al capitalismo, solo me queda clamar con los y las cubanas que Fidel no se va. Porque Fidel es Cuba y todos somos Fidel.

José L. Quirante

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