Las aportaciones del Comandante Fidel Castro al proceso de construcción de las estrategias revolucionarias de los distintos pueblos, y de la clase obrera internacional, constituyen un conjunto de ideas y principios que configuran un cuerpo teórico y práctico, de significación ingente, en la continuada e incesante construcción histórica del paradigma necesario para la emancipación de la Humanidad de la dominación capitalista.
Fidel fue siempre teoría y práctica, y la práctica, dialécticamente, fue siempre llevando a la teoría a escalones superiores del desarrollo de su pensamiento. Así Fidel, a lo largo de su vida, hizo que lo imposible se convirtiera en posible. Demostrando –con ello- que la voluntad humana, armada de los principios teóricos de la revolución, y convertida en práctica de combate, tiene una capacidad infinita de superación de las condiciones adversas en que la clase oprimida tiene que dar las luchas, para terminar abriendo siempre el camino a la victoria.
Cuando, en los años cincuenta del siglo pasado, buena parte del movimiento comunista internacional consideraba que no se transitaba por una etapa de nuevas revoluciones, en función del tenso equilibrio de fuerzas resultante de la Segunda Guerra Mundial, Fidel desarrolló un imparable proceso revolucionario en las mismas orillas del imperialismo yanqui. Esa audacia de Fidel se convirtió en fermento de las luchas de clases en todo el mundo, y en una oleada de luchas revolucionarias que se extendieron por la América Latina, y también por otros continentes.
Fidel desarrolló toda su vida de combate guiado por una disciplina ética de una superior altura moral, que era resultado de su concepción del individuo como centro de todo el proyecto político revolucionario socialista. Ahí tuvieron una especial influencia las ideas martianas, en las que tanto se inspiró. La concepción más humanista de la lucha es el resultado de la fusión de los principios de Martí y el pensamiento de tradición materialista, tanto en su variante latinoamericana (Mariátegui) cómo en su variante euro-occidental (Marx y Lenin).
El papel de Fidel en la construcción del Partido Comunista de Cuba fue determinante, y dio nacimiento a toda una cosmovisión revolucionaria que, partiendo de Julio Antonio Mella, y transitando por toda una ingente cantidad de cuadros –desde figuras históricas como Valdés Vivó hasta cuadros de la generación más reciente cómo Gerardo Hernández (uno de los Cinco)-, terminó estructurando un Partido del que podemos afirmar, con rotundidad, que es expresión de la conciencia revolucionaria de la clase obrera cubana. Un Partido Comunista de Cuba que ha sido capaz de dirigir y mantener victoriosa la revolución en las condiciones más difíciles, y en la lucha más desigual contra el imperialismo.
Fidel realizó toda su obra política sustentada en una confianza ilimitada en el pueblo. En la Cuba socialista se desarrollan todo tipo de iniciativas y formas del poder popular, de la participación de todo el pueblo en el proceso de toma de decisiones, de la organización en los centros de trabajo y de organización en los barrios. Los miembros del Partido Comunista de Cuba siempre han tenido que pasar por la verificación de la confianza del pueblo. El sistema de elección de la representación política y de la toma de decisiones importantes en el país ha estado sometida siempre a la decisión soberana del pueblo cubano.
Toda esa obra de Fidel Castro es hoy una herramienta multifuncional que tiene la clase obrera mundial a su disposición para las luchas del presente, y para las luchas del futuro, por la sociedad socialista y el comunismo.