Después de la resaca electoral y de los diversos titulares en torno a las elecciones del 26J nos toca levantar la cabeza, volver a poner los pies en la tierra y observar el mundo que nos rodea. En este caso, una de las cosas que más nos puede llamar la atención estos días es lo que está pasando en Francia, y no nos referimos a la Eurocopa, sino a la heroica lucha que está llevando a cabo el pueblo trabajador francés.
En cualquier caso, antes de entrar a valorar algunos elementos de esta titánica lucha, deberíamos tener en cuenta los acontecimientos previos que la preceden. Y es que no podemos olvidar, que los tristes atentados de París de noviembre de 2015, supusieron un punto de inflexión en la política de seguridad francesa que se encaminaba no exclusivamente a las posibles futuras amenazas terroristas, sino también a asentar un nuevo marco jurídico que criminalice cualquier forma de resistencia y lucha social por los derechos de la clase trabajadora.
De esta forma, con el famoso "Francia está en guerra" de Hollande, el Gobierno francés hizo un llamamiento a la "unidad nacional" para la lucha contra del terrorismo en un intento de legitimar las argucias legislativas que vendrían posteriormente. Así resultó la Ley Constitucional de Protección a la Nación la cual pretende constitucionalizar el estado de emergencia, facilitar las arbitrariedades en las detenciones, en las prohibiciones de las manifestaciones y huelgas, etcétera.
Conociendo los resultados que supusieron las nuevas leyes anti-terroristas de los EEUU a raíz del 11S, el panorama francés no nos sorprende en absoluto. Si Marx decía que la historia se solía repetir dos veces, una primera como tragedia y una segunda como farsa, nosotros podríamos parafrasear su cita afirmando que los resultados de la "guerra contra el terrorismo" norteamericano fueron una tragedia y la imitación francesa en dicha materia una farsa.
A nivel práctico nos encontramos ante la siguiente tesitura: a escaso meses de las primeras movilizaciones en Francia contra la nueva reforma laboral el Tribunal Supremo francés decretó que el reparto de octavillas sería considerado manifestación y que por lo tanto constituiría un acto ilegal mientras no fuese permitido por la prefectura.
Si a este contexto le sumamos la celebración de la Eurocopa, obtendremos un cóctel explosivo en el cual el Gobierno francés puede prohibir cualquier manifestación y restringir los derechos civiles sin ninguna intervención judicial, de hecho tras las primeras semanas de huelga ya son más de mil las personas detenidas y ya se han dado más de cien condenas judiciales express. El colmo del delirio llega cuando el Gobierno galo trata a los sindicalistas como terroristas.
Hasta ahora, la clase obrera francesa disponía de unas condiciones laborales ligeramente superiores a las de otros países de la Unión Europea, como es el caso de España. Muy brevemente, podemos señalar que estaban estipuladas 35 horas de trabajo semanal o que el Estatuto de los Trabajadores priorizaba los acuerdos sectoriales colectivos a los individuales.
Estas mejores condiciones laborales indudablemente se debían a una serie de particularidades que se dan en la sociedad y economía francesa, pero el elemento central es la capacidad de resistencia y lucha de la clase trabajadora francesa. Así pues, tenemos otros ejemplos de grandes movilizaciones previas como las que se dieron en contra de la "Ley de contrato de primer empleo" la cual pretendía precarizar de forma intensiva la mano de obra de la juventud francesa.
No obstante, en el actual contexto de crisis capitalista, ningún derecho está garantizado de forma permanente y así lo atestigua la nueva reforma laboral del Gobierno de Hollande, conocida como "Ley de Trabajo" o Ley Khomri". En el fondo se trata de lo mismo que los diversos Gobiernos españoles han realizado durante los años anteriores: hacer que la crisis la paguemos los mismos, las y los trabajadores. Estas leyes en nuestro caso están impulsadas por la Unión Europea y promocionadas por los grandes grupos empresariales y bancarios europeos. Esta es la razón por la que el PCPE reitera la salida de la Unión Europea en un sentido obrero y popular, en contraposición a la salida "nacionalista" de Gran Bretaña (Brexit), ya que esta última se da por una lectura en la que se preveen mayores ganancias fuera del proyecto monopolista de la Unión Europea.
Las características principales de la Ley de Trabajo van en el sentido de fulminar los pocos derechos "extraordinarios" (nótese la ironía) que le quedaban la clase obrera francesa y de paso introducir otras medidas antiobreras más: terminar con las 35 horas semanales, rebajar los salarios e indemnizaciones por despido improcedente, ampliar las posibilidades de despido individual y colectivo, así como mermar las capacidades de los convenios colectivos sectoriales a favor de los acuerdos de empresa.
Seguramente estas medidas nos suenen de algo, pero también les sonarán al conjunto de la clase trabajadora griega, italiana, brasileña o sudafricana. En definitiva, los recientes sucesos en Francia nos muestra como existe una tendencia general bajo el capitalismo a la hora de mermar nuestros derechos laborales y sociales. Y esta tendencia se verifica bajo cualquier gobierno, del tinte y color que sean: progresistas o conservadores, moderados o del "cambio". Por esta razón los comunistas siempre hemos destacado que esta tendencia está determinada por la clase que ostenta el poder (los grandes banqueros y empresarios) y por la capacidad que tienen los monopolios económicos a la hora de garantizar sus intereses en la política. Precisamente por eso subrayábamos en nuestra última campaña electoral que "sin revolución no hay cambio".
La única diferencia que existe es el ritmo y los tiempos a la hora de aplicar estas nuevas reformas, los cuales están condicionados por el desarrollo desigual del que se da bajo capitalismo así como por la capacidad de resistencia que empeña la clase obrera de cada país.
En este sentido la experiencia francesa nos vuelve a mostrar como la estrategia del capital tiene cada vez un carácter más internacional y más unificado. Ante esto la clase obrera mundial y sus respectivos Partidos Comunistas debemos dar pasos en esa misma dirección sin vacilación alguna.
Otra lección vaoliosísima que nos está dando la lucha de clases en Francia es el papel que juega la conciencia de clase y la unidad del pueblo trabajador ante los embates del enemigo.
Resulta en primer lugar, que el conjunto de la clase obrera y capas populares han plantado cara unificadamente a los ataques del gobierno dirigido por la patronal: trabajadores y trabajadoras, pensionistas y jubilados, estudiantes... En nuestra opinión, esta es la verdadera "unidad" de la que deberíamos hablar, unidad de las clases y capas sociales golpeadas por las políticas impulsadas por los monopolios empresariales y bancarios.
En segundo lugar la lucha de la clase obrera francesa nos alecciona sobre la validez de un lema muy utilizado por los comunistas del PCPE: si nosotros producimos, nosotros decidimos. En el fondo este lema es una muestra de la conciencia que tiene el pueblo trabajador sobre sí mismo y sobre el rol que cumple en la sociedad.
Los sindicatos y otras organizaciones sociales francesas han sacado el conflicto fuera de los escenarios que el capital pretende arrinconar, tales como los parlamentos y otras instituciones las cuales se rigen bajo las normas de juego de las clases dominantes. La lucha se ha llevado a los centros de trabajo, a los centros de producción, a las escuelas y a los barrios.
La clase obrera francesa, consciente de su papel protagónico en la sociedad ha paralizado numerosos sectores estratégicos para mostrar al Gobierno y a la Patronal que precisamente la clase social a la que pretenden avocar a la ruina y a la miseria, es la que garantiza que todo pueda funcionar en su país: las refinerías, centrales nucleares, sectores enteros del transporte y electricidad, etc. Incluso los medios de comunicación que pretendieron manipular y censurar la legítima lucha del pueblo trabajador francés recibieron de su propia medicina: todos los periódicos franceses que se negaron a publicar la carta del nuevo Secretario General de la CGT, Philippe Martínez, quedaron bloqueados sin poder poder venderse en los quiscos del país.
Y si en otras campañas electorales, el lema del PCPE aclamaba ¡Todo para la clase obrera!, no era pura retórica, sino porque somos conscientes de que nuestra clase es capaz de dirigir un país entero, ya que es la que produce todo lo necesario para vivir. En este sentido la clase obrera gala ha mostrado la certeza de nuestro discurso, cortando la electricidad a las grandes empresas y instituciones gubernamentales y dando a la vez electricidad gratuita a las familias en situación crítica a las cuales se les había negado el acceso a la misma.
Todas estas hazañas del pueblo francés puede que finalmente acaben con la derogación de la ley, un retraso en su aplicación o una modificación de la misma. Lo que está claro y la experiencia así lo atestigua, es que los ataques de la Patronal y sus Gobiernos volverán más pronto que tarde.
Como hemos podido observar, la lucha en Francia nos da grandes lecciones de estrategia y táctica para la contienda contemporánea. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que con la mera resistencia podremos frenar los ritmos de los ataques a nuestros derechos, pero no la tendencia misma de nuestro empobrecimiento relativo y absoluto. Por lo tanto, nuestra tarea del momento es transitar de las luchas defensivas al contraataque y a la ofensiva, porque a la defensiva resistiremos, pero a la ofensiva venceremos.