No hay duda. La crisis capitalista continúa manifestándose con intensidad. Por todas partes crecen los peligros para la clase obrera y los pueblos. La gestión socialdemócrata del capitalismo está fracasando estrepitosamente. Debemos levantar las banderas de la clase obrera. Las tareas del momento requieren organización, firmeza ideológica y determinación política.

 

Crisis mundial y multipolaridad.

La práctica es el criterio último de la verdad teórica. En los últimos años fueron muchos los que vieron nacer, en la creciente competencia entre potencias imperialistas, un nuevo orden mundial más justo en el que, cuestionada la hegemonía de los Estados Unidos, reinaría cierto equilibrio internacional. Se olvidaron de las enseñanzas leninistas sobre el imperialismo. Vieron posibilidades de paz donde había preparativos de guerra; vieron equilibrio donde, en realidad, reinaba la competencia. Soñaron con las posibilidades de reforma de un sistema parasitario caracterizado, precisamente, por su intrínseca tendencia a la destrucción.

El Fondo Monetario Internacional revisa a la baja sus previsiones de crecimiento mundial para 2016. Reina el estancamiento en Japón (0,5%) y en la Eurozona (1,5%). La crisis lleva a una severa recesión a Rusia (-1,8%) y a Brasil (-3,8%). Estados Unidos no despega (2,4%). Siguen quebrando monopolios y las bolsas sufren pérdidas generalizadas.

Se incrementan todas las contradicciones. En América Latina opera un cambio de correlación de fuerzas de enormes dimensiones y de graves consecuencias. Se constata que no hay solución que no pase por la ruptura con el capitalismo en todas sus formas y versiones. El Comandante Fidel Castro tenía razón: la llamada “segunda independencia” de los países latinoamericanos está indisolublemente unida a la lucha por el socialismo–comunismo, a la toma revolucionaria del poder. En Europa aumenta la reacción política en todas sus expresiones: crece la represión, se preparan y fortalecen opciones abiertamente fascistas, las imágenes de la masacre a los refugiados traen a nuestra memoria los viejos campos de concentración nazis. La guerra imperialista, continuación de la política imperialista a través de la violencia extrema, prosigue en Ucrania y en Siria, en una nueva disputa por África. El Mediterráneo se convierte en una nueva área de guerra que amenaza la paz mundial.

El imperialismo está acumulando material explosivo sin cesar y, más temprano que tarde, aparecerá la chispa que lo haga estallar. El internacionalismo proletario, la solidaridad entre los pueblos y la lucha contra la guerra imperialista deben de dejar de ser asuntos de una pequeña vanguardia y convertirse en una prioridad de masas.

La clase obrera destrozada.

Tanto el FMI como el Gobierno español revisan también a la baja el crecimiento del capitalismo español (2,6%). Tras las aparentes mejoras de algunos indicadores, se muestra con toda crudeza la incapacidad de iniciar un nuevo ciclo marcado por el crecimiento. La crisis de sobreproducción y sobreacumulación de capital continúa manifestándose y cada vez aparece, con mayor nitidez, la amenaza de una tercera recesión. Se desaceleran las tramposas estadísticas de crecimiento del empleo y se incumplen los objetivos de déficit. Los datos de las estadísticas de confianza de los consumidores en marzo son los peores desde 2014, las familias obreras y populares continúan sufriendo

El año 2015 cerró con un paro registrado de 4.093.508 personas (20,8%), ascendiendo a la cifra de 4.567.918 personas si contabilizamos a los excluidos de las listas oficiales por estar realizando cursos de formación, o por ser demandantes de empleo con “disponibilidad limitada” o con “demanda de empleo específica”. El paro no ha bajado de los cuatro millones desde que se superara esta barrera en el año 2010.

El 11,76% de los contratos fueron indefinidos. Crecen un 12,19% los contratos eventuales y un 9,79% los contratos por obra o servicio determinado. Un 32,37% los contratos formativos y un 25,07% los contratos en prácticas, golpeando especialmente a la juventud. Un 46,98 % de los contratos duraron menos de tres meses, y un 24,70% menos de 7 días. La tasa de temporalidad es del 26,15%. Aumentó un 9,16% la contratación indefinida a tiempo parcial, y la contratación temporal a tiempo parcial un 11,85%, golpeando especialmente a la mujer. La tasa de trabajo a tiempo parcial en España se situó en el 15,24%.

La clase obrera y las amplias mayorías del pueblo trabajador no salen de la miseria. En condiciones de intensificación de la crisis capitalista se preparan nuevas medidas en contra de nuestros intereses, en contra de los intereses mayoritarios del pueblo. El FMI, la Comisión Europea, la CEOE… claman por nuevas medidas estructurales, por un nuevo paquete de contrarreformas, por un mayor ajuste. Los portavoces de los monopolios piden una nueva ofensiva en la guerra que han desatado contra la clase obrera.

En la guerra como en la guerra.

Sin embargo, desciende la conflictividad laboral en el primer trimestre de 2016. Descendieron un 67,44% las horas no trabajadas (1.329.360), un 80,43% los trabajadores y trabajadoras que participaron en huelgas (34.913) y un 5,64% en número de huelgas (234). Fracasa un modelo de movimiento obrero y sindical basado en la cultura del pacto social y la conciliación de clases, basado en la aspiración a meras reformas cosméticas, basado en una concepción defensiva en la que cada cual libra la lucha cuando le corresponde, ajeno a las problemáticas del resto de la clase obrera. Un modelo sindical que encuentra expresión política en las organizaciones de la socialdemocracia (PSOE), de la nueva socialdemocracia (Podemos) y del viejo oportunismo (IU-PCE).

Así no se puede. El capitalismo en crisis no cuenta con migajas para repartir. La aristocracia obrera y sus expresiones sindicales, tan caducas como el sistema que las alimenta, no pueden seguir alimentándose con las sobras de la mesa del patrón. Entran en crisis, no ofrecen alternativas porque no las tienen ni pueden tenerlas. Como tampoco las tienen sus referentes políticos, cuyo supuesto “cambio” ha encallado en el mismo pantano en el que primero lo hicieran sus compañeros de Syriza en Grecia.

Vivimos una auténtica guerra contra la clase obrera. Y en la guerra es imperativo seguir las leyes de la guerra. El Partido Comunista debe ser capaz de que los millones de obreros y obreros organizados sindicalmente entiendan los momentos cruciales que se avecinan; de que los millones de obreros y obreras afectados por las nuevas condiciones de esclavitud tomen partido, de que todos los sectores populares golpeados pasen a la acción.

Nuevas tareas, nuevas fuerzas.

Lenin, en un magistral artículo publicado un simbólico 8 de marzo, señalaba cómo “Hay multitud de hombres y faltan hombres: en esta fórmula contradictoria se manifiesta desde hace mucho las contradicciones de la vida orgánica y de las exigencias orgánicas de la socialdemocracia”. Tras unos años, marcados por una fuerte conflictividad laboral y por una amplia lucha social, las fuerzas obreras y populares, hegemonizadas por la nueva socialdemocracia y el oportunismo, han descendido su actividad confiando, en vano, en una salida parlamentaria a sus problemas.

Hay que intervenir entre los millones de obreros y obreras sindicados, hay que organizar a los millones y millones que aún no lo están, logrando que “de reemplazos de paz se conviertan en reemplazos de guerra”. Hay que “multiplicar los cuadros de nuestro ejército” (aún pequeño). Hay que movilizar y organizar a los sectores populares que entran en contradicción con el capitalismo, “movilizar las reservas, encuadrar bajo las banderas a los permisionarios, organizar nuevos cuerpos, destacamentos y servicios auxiliares”. El Frente Obrero y Popular no es una consigna, porque escríbase en mayúsculas o en minúsculas no surgirá de la nada; es un proceso de organización concreta de la alianza social llamada a derrocar al bloque dominante oligárquico burgués. La militancia juvenil comunista, cumpliendo su tarea tras el IX Congreso del Partido, nos ofrece un ejemplo precioso de organización del frente obrero y popular: las recientes huelgas estudiantiles y el progresivo fortalecimiento del Frente de Estudiantes. Así, sí se puede.

Cuanto más se amplíe el movimiento popular, como enseñaba Lenin, más se pone al descubierto la verdadera naturaleza de las diferentes clases, más urgente es la tarea del Partido de dirigir a la clase, de ser su organizador, y no de marchar a la cola de los acontecimientos. Debemos afrontar nuevas tareas, debemos sumar nuevas fuerzas para levantar las banderas de la clase obrera. Porque la España popular no necesita un cambio, necesita una Revolución.

R.M.T.

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