Los trabajadores franceses se han echado a la calle. La negrera Ley del Trabajo del Gobierno "socialista" tiene el rechazo del pueblo francés, y este rechazo se ha expresado, el 9 de marzo, con unidad de acción sindical y manifestaciones multitudinarias con masas obreras organizadas en la calle.
La contrarreforma laboral, "El Khomri", constituye una autentica genuflexión de la administración Holland, "de izquierdas", ante la dictadura de la patronal. Realiza todos y cada uno de los dictados de los monopolios y de los sueños de la patronal francesa, que mira a España, y a las contrarreformas de Rajoy, como su modelo en materia de aumento de jornada (de 10 a 12 horas), eliminación de facto de las 35 horas semanales, rebaja de salarios e indemnizaciones por despido improcedente, y ampliación de las posibilidades de despido individual y colectivo. Aumenta la jornada de los aprendices menores de edad hasta las 40 horas semanales y 10 horas por día. La Ley del Trabajo constituye, además, un ataque directo al derecho de Negociación Colectiva, primando los acuerdos por empresa sobre el Convenio colectivo sectorial.
Un mes antes de la gran movilización del 9 de marzo, el 9 de febrero, el Tribunal Supremo francés decretó que un simple reparto de octavillas constituye manifestación y, como tal, un acto ilegal si no es previamente declarado a la prefectura. “Constituye una manifestación […] toda reunión estática o móvil, en la vía pública, de un grupo de personas con el objetivo de expresar de forma colectiva y públicamente una opinión o una voluntad común”. Y, como toda manifestación, debe ser previamente declarada en comisaría. Con esta definición de qué es una manifestación, sin precedentes en ninguna legislación votada antes por el Parlamento francés, se amplían las posibilidades, contempladas en la legalidad burguesa, de persecución a trabajadores y a sindicalistas imputados por el reparto de panfletos en la huelga de 2010 contra la reforma de las pensiones de Sarkozy; y contra futuros episodios de efervescencia de la lucha organizada de las masas obreras y de la juventud de extracción popular, como el que, en 2006, puso en jaque al gobierno capitalista con ocasión de la Ley del Contrato de Primer Empleo.
Las campañas contra las organizaciones obreras tienen expresiones diversas. Son acompañantes inseparables de las crisis capitalistas y son orquestadas desde el poder, ya se expresen en el ejercicio directo de la violencia patronal y estatal, (judicial y policial), o se expresen mediante las diatribas antisindicales de los voceros del sistema y del oportunismo, su mejor aliado, contra el movimiento obrero, sus organizaciones y dirigentes.
El 9 de marzo, desde la madrugada, piquetes organizados por las principales organizaciones obreras y estudiantiles recorrieron y bloquearon toda Francia, exigiendo la retirada del proyecto de Ley y haciendo realidad la consigna: ¡Obreros y estudiantes, unidos y adelante! Fue una grandiosa jornada de lucha, con manifestaciones multitudinarias, obreras y estudiantiles, en todas las ciudades y pueblos de Francia y un poderoso impulso hacia la Huelga General del 31 de marzo.
La patronal y el Gobierno franceses miran a la oligarquía española como modelo de destrucción de los derechos laborales y sociales de la clase obrera.
La clase obrera de los pueblos de España, en estos días en que se nos quiere dar gato por liebre (hurtando el verdadero debate y reduciéndolo a pactos por arriba para decidir con qué mano nos va a exprimir el capital: si con la derecha o con la izquierda), miramos a nuestra hermana clase obrera de Francia que está escribiendo páginas de unidad y lucha, esperanzadoras para el pueblo francés trabajador y para la clase obrera internacional.
Marina Quintillán