¿Qué es el imperialismo?
El imperialismo no es una actitud ni un comportamiento, tampoco lo constituyen las consecuencias de una guerra. El imperialismo es el capitalismo en una etapa superior de desarrollo. Es capitalismo en descomposición.
Lenin, en El imperialismo, fase superior del capitalismo, afirmaba que cuando el capitalismo llegó a una fase determinada de su desarrollo, algunas de las características que había tenido en su fase premonopolista se trocaron en su antítesis y esta negación se convirtió en la esencia de la fase superior. Negación que sólo será negada, a su vez, durante la fase socialista-comunista.
Lenin resumía esta nueva situación en cinco características:
"La concentración de la producción y del capital llega hasta un grado tan elevado de desarrollo que crea los monopolios, los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, en el terreno de este capital financiero, de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particularmente grande; 4) se forman asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo; 5) ha terminado el reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes".
Expansión del imperialismo norteamericano.
A medida que se fue consolidando la potencia norteamericana, muy pronto se dio cuenta de que su futuro como clase dominante hegemónica trascendía su original configuración territorial. Así, las 13 Colonias se lanzaron, apenas lograda la independencia, a colonizar el Far West, al precio del exterminio de los nativos americanos.
Tan pronto como 1823 los EEUU manifiestan al mundo su dimensión continental. Las nuevas intenciones imperiales se sintetizan en la "Doctrina Monroe" (América para los americanos). Esta doctrina es la que le sirve a la clase dominante norteamericana como legitimación ideológica para justificar sus injerencias, primero, en todo el continente americano (que constituyen su patio trasero), y después, en todo el mundo.
La clase dominante yanqui tiene tan interiorizado este discurso que sigue siendo profundamente actual en su actuación internacional, reflejo de que sus intereses de clase no han variado desde la lejana fecha de 1823. En abril de este año, John Kerry, Secretario de Estado, le recordaba al mundo que:
“El hemisferio occidental es nuestro patio trasero, es de vital importancia para nosotros".
La CIA…un instrumento fabuloso
La Agencia Central de Inteligencia se creó en 1947, sustituyendo a los servicios secretos que habían estado funcionando hasta ese momento. El eje central que inspiró su creación fue la lucha contra la URSS y el Movimiento Comunista Internacional.
A las alturas de 1945, la URSS gozaba de unas enormes simpatías entre la clase obrera y los sectores populares del mundo entero. No sólo por la victoria sobre el nazismo. La URSS era, además, el país de la clase obrera: un país sin paro, sin gente que durmiera en las calles, sin niños buscando comida en los basureros y un país, en definitiva, en el que por primera vez la clase obrera era la protagonista del Estado.
La oligarquía no quería asumir el riesgo del "efecto contagio". Sabían muy bien que la “guerra contra el comunismo” no se ganaba sólo en los campos de batalla, se ganaba en las mentes de la clase obrera. Y para eso, la CIA era el instrumento perfecto.
El mismo año de su nacimiento se la dotaba con la directiva NSC-4/A por la que se le otorgaba poder a la CIA para recurrir a la propaganda, mediante publicaciones anónimas, falsificadas; se le permitía recurrir a actos de "falsa bandera" a cargo de mercenarios y traidores, el soborno y el apoyo a partidos políticos afines, la compra de periodistas y, por supuesto, el apoyo económico, militar y de "inteligencia" a paramilitares, golpistas y terroristas varios.
Un año más tarde se aprobaba la directiva NSC-10/2 por la que se le permite a la CIA actuar legalmente en otros países, a través de operaciones encubiertas, en apoyo de los intereses de EEUU o de "grupos amistosos". Estas medidas iban desde la propaganda, hasta el sabotaje, pasando por el apoyo a grupos anticomunistas.
En resumidas cuentas, la CIA nació como una herramienta de la oligarquía capitalista yanqui para garantizar un entorno fiable y seguro para sus intereses y eliminar de raíz los intentos de la clase obrera por encabezar un proyecto socialista-comunista. Veamos un solo ejemplo:
Guatemala (1953)
Aunque en la sufrida historia de América Latina hay innumerables casos (Guatemala, Guayana, Brasil, República Dominicana, Cuba, Chile, Nicaragua, Granada, Panamá, El Salvador o Haití), para no extendernos, sólo vamos a tomar el caso de Guatemala, absolutamente prototípico (y no sólo para América Latina).
Durante toda la primera mitad del siglo XX, Guatemala era un país que centraba su economía en la exportación de productos agrícolas (en especial, frutas), con una población fundamentalmente campesina, empobrecida, aislada y prácticamente analfabeta, que trabajaba en condiciones de brutal explotación las fincas de los terratenientes locales y los monopolios. Estos, a su vez, necesitaban a un poderoso intermediario internacional: ahí aparece la United Fruit Company (UFC).
La UFC mantenía compraba enormes cantidades de tierra a bajo precio, aunque no para ponerlas a producir, sino para: 1) anular la competencia; 2) evitar sobreproducción que hiciera bajar los precios; y 3) obligar a los campesinos a vender sus tierras y convertirse en asalariados, aceptando sus condiciones laborales.
Con una mano, la UFC compraba tierras, con la otra, políticos, militares y periodistas. A Sam Zemurray, presidente de la UFC en los años 30, se le atribuye la frase: "En Honduras es más barato comprar un diputado que una mula"; en Guatemala las mulas también eran más caras.
El resultado: en la primera década del siglo XX la UFC controlaba una enorme cantidad de hectáreas de tierra en el país, monopolizaba la red ferroviaria—creada para satisfacer la exportación—y desde 1908 controlará incluso el servicio postal del país, y a golpe de fusil acababa con cualquier experiencia sindical y de lucha de los campesinos y obreros.
Así las cosas, en 1951 Jacobo Árbenz se convierte en presidente de Guatemala, recibiendo el apoyo de los obreros, los campesinos y de una pequeña parte de la (escasa) pequeña burguesía. El “soldado del pueblo” presentaba un programa de reformas dirigidos a culminar la revolución burguesa en el país: una reforma agraria, que acabara con los latifundios; una modernización industrial con vistas a recuperar la soberanía nacional y, en general, una política destinada a limitar todo lo posible el dominio de los monopolios yanquis.
Si la tierra era el eje sustentador de la oligarquía guatemalteca, una reforma agraria que recuperara las ingentes hectáreas en manos de los monopolios era el caballo de batalla fundamental. Árbenz lanza, pues, una ley que tenía como objetivo expropiar a la UFC todas aquellas tierras que estuvieran sin cultivar (por el valor que la UFC le había dado) y su entrega a los campesinos en régimen de arriendo para que las trabajaran.
La United Fruit vio amenazado sus intereses y el imperialismo yanqui puso en marcha su entramado. Allen Dulles (director de la CIA) y el presidente Dwight Eisenhower no tardaron en acusar al gobierno de Árbenz de estar al servicio del comunismo internacional. Inmediatamente comenzaron las presiones económicas y diplomáticas. Al mismo tiempo, la CIA compró periodistas, que hablaban de terrorismo comunista en el país, contactó con militares golpistas y contrató mercenarios para preparar el golpe.
Bajo el mando del coronel golpista Carlos Castillo Armas, la CIA le consiguió 400 mercenarios que jugarían el papel de “ejército rebelde liberador”. Con el triunfo golpista, la CIA había previsto la invención de documentos que “demostraran” que Árbenz era un títere de Moscú.
A finales de 1953 comenzaba la invasión desde las plantaciones de la UFC en Honduras. Bajo la dirección de la CIA, los “rebeldes” debían evitar el enfrentamiento directo con el ejército para no generar la imagen de invasión; además, los periodistas comprados por la CIA transmitían por radio falsos informes de ingentes cantidades de campesinos y obreros que se unían a los rebeldes, buscando dar la imagen de revolución popular.
En junio de 1954 terminaba el golpe con la humillación del presidente Árbenz desnudado ante las cámaras en el aeropuerto. Poco después el coronel Castillo Armas, nuevo presidente, fue a Washington a cumplimentar al Imperio y, en un raro gesto de franqueza, reconoció su subordinación. En una entrevista con el vicepresidente R. Nixon le espetó: “Dígame que quiere que haga y lo haré”.
Lenin, en El imperialismo y la escisión del socialismo, decía que “el imperialismo es el capitalismo monopolista” y que “la reacción política en toda la línea es propia del imperialismo”. Vivimos, lo decíamos al principio, en la época del imperialismo. En esta fase de su desarrollo la oligarquía capitalista recurre a todos los instrumentos que están en su mano para garantizar su posición de clase y la CIA es sólo un arma más de la política imperialista…aunque una de los mejores.
Armiche Carrillo