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Editorial Marzo 2016

El primer intento de formar gobierno después de las Elecciones del 20D salió fallido. Pedro Sánchez no lo consiguió, a pesar de su empeño.

Lo que hemos visto es mucho marketing en el debate exprés en el Congreso de los Diputados.

El proceso de negociación será farragoso y con muchos altibajos en los ritmos. La politiquería burguesa es una combinación de cortesía versallesca y palos en las ruedas. No hay debate político de fondo, ni posiciones ideológicas de confrontación. La disputa es por ganar el puesto de gestión del capitalismo, cualquiera de los partidos con posibilidades tiene el compromiso total de mantener el sistema de explotación de la clase obrera, de extracción de la plusvalía y de obedecer sin rechistar el mandato de los monopolios.

La política burguesa es lo que es, y no da para más. Pura escenografía, un juego de intereses que no lo juegan directamente los propios interesados, sino sus marionetas.

Los resultados electorales resultaron un tanto complejos de gestionar, no ofrecen una combinación fácil. Es necesario concertar a varios partidos para hacer posible un acuerdo, y nadie quiere quedarse fuera de la jugada.

Quien sí parece claramente sentenciado a caer en esta fase es Mariano Rajoy. Nadie habla con él. Debajo de sus propios pies estallan las minas, y no encuentra la forma de desactivarlas, trata de mantenerse impasible, pero la metralla se esparce por todos lados, desde Génova hasta el Levante, intenta resistir pero la determinación de sacarlo de escena es fuerte. ¿Acaso alguien está en la idea de que si se sustituye a Rajoy ya se regeneró el PP?

El FMI y el BM, una y otra vez, modifican a la baja sus previsiones. La UE advierte de que hay que darse prisa con el Gobierno porque hay que aplicar nuevos ajustes contra la clase obrera. Hay que hacer recortes por un monto total de 17.500 millones de euros hasta 2018. Quienes pretenden, verbalmente, ser los más radicales no discuten esa cifra, su radicalidad se limita a pedir un plazo más largo para aplicar los ajustes.

¿Se formará gobierno o se celebrarán nuevas elecciones? Esta es la pregunta que anda en todas las bocas.

No conviene jugar a profecías, y menos para organizar la lucha revolucionaria, pero algunas cosas son constatables.

El capitalismo español necesita un gobierno, y cuanto antes mejor. Es un hecho objetivo.

Aunque las clases dominantes tienen sus preferencias, cualquier gobierno de los hoy posibles les vale. Gobierno a uno con apoyos externos, Gobierno a dos con menos apoyos externos, Gobierno a tres que pueda sumar para votar con mayoría, etc.

Ninguna de las posibles opciones de Gobierno, con los partidos que tienen presencia en el Parlamento, confronta con el sistema de dominación capitalista; todos ellos aspiran a gestionar el capitalismo realmente existente. ¿Después de la experiencia de Syriza en Grecia es posible mantener alguna ingenuidad?

Tampoco Varufakis -ahora asesor del Partido Laboralista británico-, con su versión B de la Unión Europea, es un riesgo para la estabilidad del sistema.

La clase obrera es la gran ausente del debate, sustituida en su centralidad propia por la pequeña burguesía. El Partido Comunista tiene que hablar claro y directo sobre esta situación. No hay posibilidades con ninguno de esos Gobiernos en expectativa, cualquier de las opciones que prospere estará del lado del capital. Por ello no hay que perder el tiempo esperando. Hay que pasar a la ofensiva, reagrupar las filas, golpear al unísono a las fuerzas del capital, combatir a la nueva socialdemocracia, pasar al contraataque cuanto antes. Avanzar bajo las banderas de la revolución socialista. No más explotación, no más paro, no más pobreza.

Nuestra responsabilidad es llevar de nuevo a la clase obrera al protagonismo de la lucha de clases, derrotar la actual hegemonía en sus filas de las posiciones socialdemócratas, y hacer avanzar en ellas las posiciones revolucionarias.

LOS BARCOS DE LA OTAN CONTRA “LAS MAFIAS”

Miles de personas ahogadas en el Mediterráneo oriental, muchas de ellas en su edad infantil. En las fronteras de la UE se levantan alambradas frente a quienes tratan de huir del terror. Los barcos de la OTAN pasan a primera fila, cuando todos los recursos son inútiles para contener la desesperación de quienes huyen de la guerra que el imperialismo organiza en Siria, y en otros países.

La estrategia del capital consigue levantar apoyos sociales. Las organizaciones xenófobas y racistas ganan terreno en los “democráticos” países de la UE. Se incendian refugios. El germen del fascismo es cultivado siempre por el capitalismo como cartucho de reserva frente a la hipótesis del ascenso de la lucha revolucionaria de la clase obrera.

El Frontex es ya una policía de fronteras, con todos los recursos de violencia a su disposición. La quiebra de Schengen es una demostración más de la democracia de cartón de la UE.

Nuestra solidaridad está con quienes buscan refugio en la huida de la barbarie. El Internacionalismo Proletario es nuestra arma más poderosa. Nuestra tarea es llevar a los sectores más amplios de la clase obrera a actuar bajo esta línea política internacionalista.

30 años después se demuestra que teníamos razón. OTAN NO, BASES FUERA.

NOOS BORBÓN

Juan Carlos de Borbón, era el Padrino del Instituto NOOS. Eso va quedando más claro según avanza ese juicio tan complicado, sobre el cual es bien difícil decir cómo terminará. Las razones de Estado se impondrán sobre cualquier atisbo de justicia.

Se comprende con más claridad una de las razones principales que llevó a la apresurada abdicación de Juan Carlos en el año 2014. Pero ahora Felipe VI también sale tocado cuando su hermana está sentada en el banquillo, y reclamando una atención especial por parte de la familia. Si todos roban, ¿por qué razón va a ser ella la única que pague el pato?

La crisis en la cúspide es metástasis que se extiende por todo el tejido social. Y la monarquía puede salir de esta situación con daños de difícil reparación. Los poderes fácticos mantienen una evaluación permanente de su firmeza monárquica, los Borbones hoy tienen un puesto tan fijo como los contratos indefinidos que reguló el Gobierno Rajoy con sus contrarreformas laborales.

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