Con la desaparición de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y de los países socialistas europeos a finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado, Occidente – el capitalismo, para entendernos – aseveró que a partir de entonces se abría una era de paz, libertad y progreso para la humanidad. Y mucha gente de ese mundo liberado de la “amenaza comunista” lo creyó a pies juntillas.

Ha pasado un cuarto de siglo (25 largos y duros años) desde aquellos trascendentales acontecimientos, y oportuno es preguntarse hoy ¿qué fue de aquellos loables propósitos de Occidente? ¿Del Edén prometido? Veamos: la antigua Unión Soviética es actualmente La Federación de Rusia capitalista más numerosas repúblicas independientes,  algunas de ellas sumidas en graves conflictos étnicos y en cruentas guerras fratricidas; y los mencionados países socialistas del este europeo, convertidos  a la tan ansiada “economía de libre mercado”, son hoy proveedores masivos de mano de obra barata para ser explotada vilmente por el capitalismo autóctono y el de la Unión Europea. En cuanto al bueno de la película, ya saben Estados Unidos pero también sus satélites (entre ellos España), no solo no cumplió con lo de paz, libertad y progreso para todo quisque, sino que de guerra imperialista en guerra de saqueo y exterminio que viene a ser lo mismo (Oriente Medio, Golfo Pérsico, Guerra de los Balcanes, etc.), nos precipitó en la crisis capitalista  más nefasta de las habidas desde el crack económico de Wall Street en 1929. Pero como el capitalismo (la “economía de libre mercado” para mendaces) tiene la obligación de mantener su tasa de ganancia al precio que sea, se dispuso a fijarlo recortando y destruyendo derechos sociales y laborales arrancados a la burguesía por los/as trabajadores/as a lo largo de muchos años de lucha.

Huyendo del horror

Y como eso no le bastaba, y la URSS no existía para poner freno alguno, los desmanes, crímenes contra la humanidad y otras tropelías internacionales continuaron y continúan para controlar buena parte del mundo y apoderarse de sus riquezas naturales, y en particular del petróleo. Por esas razones, inventando falsas hecatombes (“armas de destrucción masiva”) y útiles enemigos (Al Qaeda ayer, Estado Islámico hoy, y no sabemos quién mañana), la OTAN, con EE.UU. al frente unas veces o con sus más aguerridos miembros otras, invadieron, masacraron o desestabilizaron países como Irak, Afganistán, Libia, Malí, Eritrea, Egipto, Pakistán, Siria..., cometiendo magnicidios, desolación, expolio y millones de muertos y heridos. Y en esas estábamos cuando las pantallas de televisión y una Unión Europea amurallada, represora y cada vez más xenófoba se han llenado con centenas de miles de refugiados (hombres, mujeres, ancianos y niños) que huyen despavoridamente del horror provocado por esa alianza militar imperialista. Explicación esta que ocultan en su inmensa mayoría los medios de comunicación occidentales mientras centran su labor informativa (desinformativa deberíamos decir) en interminables horas de descriptiva desolación y en verter, de vez en cuando, alguna que otra lágrima de cocodrilo. Maquiavélico proceder que pretende hacernos engullir la idea que en este drama humanitario no ha habido ni hay responsable alguno, y que todo se reduce a cómo la U.E. digiere ese éxodo.

Terribles tragedias que continuarán en el tiempo mientras el mundo esté mangoneado por el imperialismo yanqui y los pueblos permanezcan desmovilizados en su contra. Es por ello, y no nos cansamos de repetirlo,  se hace imprescindible  que la clase trabajadora  se organice en el Partido Comunista; única fuerza política, pese a todas las vicisitudes de la Historia, capaz de oponerse consecuentemente al capitalismo y al imperialismo, verdaderos responsables de tanta barbarie.

José L. Quirante

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