Comienza un nuevo curso político plagado de amenazas para la clase obrera, tanto a corto como a largo plazo. El resultado de los próximos procesos electorales tendrá gran importancia en el proceso de reorganización y actualización del Estado Español, sacudido por la crisis capitalista y por su reflejo en la cúspide del capitalismo español.  

De la crisis económica a la crisis en la cúspide

Tras más de seis años de intensa crisis capitalista, en los que el PIB retrocedió un 7,3 % (2008 – 2013), el bloque dominante se vio sacudido por una crisis política que puso en evidencia el agotamiento de los pactos alcanzados en la transición del fascismo a la democracia burguesa. Los de arriba tomaron conciencia con rapidez de que no podían seguir gobernando como antes. Se intensificaron las contradicciones y la pérdida de legitimidad de la institucionalidad burguesa: la monarquía, el sistema de partidos políticos y la propia organización del Estado, incluido el aspecto territorial, necesitaban adecuarse a los cambios que venían operando en la base económica de la sociedad.   

 

La reorganización de la dominación capitalista

La mañana del 2 de junio de 2014, el presidente del Gobierno anunciaba, en una declaración institucional, la abdicación de Juan Carlos I. El 19 de junio, al ser proclamado nuevo monarca, Felipe VI hacía toda una declaración de intenciones en nombre de la oligarquía: “Desde hoy, encarno una Monarquía renovada para un tiempo nuevo”.

Tiempo atrás se había iniciado un intenso debate sobre la reconfiguración del marco territorial del Estado, impulsado por sectores de la burguesía catalana que, instrumentalizando el sentimiento nacional de amplias capas del pueblo, colocaban sobre la mesa la necesidad de un nuevo pacto que viniera a soldar las fisuras existentes en el bloque oligárquico – burgués, bajo la presión del denominado “proceso soberanista”.

En paralelo, los escandalosos casos de la corrupción que caracteriza al capitalismo ponían en cuestión el sistema de bipartidismo imperfecto pactado en la transición. Ante la desafección demostrada en innumerables movilizaciones por las masas populares, tal y como sucedió en la segunda mitad de los años 70 del pasado siglo, se puso en marcha un complejo proceso de alcance estratégico para reconfigurar el mapa político español. Para ello, tal y como se hizo con la Monarquía, se potenció el nacimiento de nuevos actores políticos que viniesen a “renovar”, en expresión del nuevo monarca, el sistema de partidos políticos, tanto a izquierda (PODEMOS) como a derecha (CIUDADANOS), al mismo tiempo que también se “renovaba” el PSOE y, en menor medida, dado su carácter de partido de Gobierno, el Partido Popular.

Como consecuencia, a la espera del resultado de las elecciones catalanas del próximo 27 de Septiembre y de las elecciones generales previstas para finales de año, que serán expresión de la correlación de fuerzas en el seno del bloque oligárquico – burgués y, también, de la correlación general de fuerzas entre las distintas clases sociales, los partidos políticos capitalistas (¡todos!) se preparan para el nuevo pacto: el PSOE propone una modificación constitucional, cuya oportunidad ha sido admitida por el Partido Popular en distintas declaraciones realizadas a lo largo del verano; por su parte PODEMOS e Izquierda Unida, enredados en su disputa por representar a las capas medias, a la aristocracia obrera y a la pequeña burguesía, hablan de un nuevo proceso constituyente, lo que no es más que otra forma de denominar un mismo proceso, de la adaptación de la superestructura estatal a las nuevas condiciones a través de un pacto político que, como sucediera en la transición, preserve la dominación capitalista para un largo periodo. De ahí que el PCPE hablé con acierto desde hace años de una nueva segunda transición, pues esa posibilidad había sido contemplada por la oligarquía durante la primera legislatura de Zapatero a través de un informe del Consejo de Estado sobre posibles modificaciones de la Constitución Española (febrero de 2006), que se ha convertido en la tesis sobre la que debaten los distintos sectores oligárquicos y burgueses para establecer el nuevo marco de dominación. Mientras se suceden los debates, el Gobierno del PP, cumpliendo estrictamente con los intereses de clase que representa, deja atados los Presupuestos Generales del Estado para 2016, de manera que la política económica que invariablemente sirve a los monopolios permanezca inalterada.

La clase obrera y el pueblo pagan los platos rotos

Los gobiernos del PSOE y del PP aplicaron con mano de hierro una política económica dirigida a golpear los derechos de la clase obrera y también su organización sindical, consiguiendo que retrocediese brutalmente el precio de la fuerza de trabajo (desvalorización), destrozando los derechos sociales, aumentando la carga fiscal sobre los salarios, golpeando las pensiones y aumentando la edad legal de jubilación, bajando las prestaciones por desempleo, atacando los convenios colectivos, etc. De tal forma que, incluso en el caso de que el capitalismo español lograse mantener el tímido ciclo de crecimiento iniciado en 2014, las masas obreras de nuestro país continúen condenadas a vivir en unas condiciones de intensificación constante de la explotación,  miseria creciente y violencia generalizada.

Dicho de otro modo: no hay salida a la crisis para la clase obrera en el marco del capitalismo. Por eso hoy resulta imprescindible no caer en la trampa tendida por la burguesía para atrapar al pueblo trabajador en las redes de la segunda transición, en las redes que garantizan la reorganización de la dominación de quienes explotan, condenan a la miseria y ejercen todo tipo de violencia contra la clase obrera. Esas redes, con que pretenden atraparnos, se tejen con las propuestas políticas del nuevamente renovadísimo PSOE (ya renovado por Felipe González), PODEMOS e Izquierda Unida, inmersos en un debate sobre reformas y procesos constitucionales y en futuros pactos de gobierno con los que nada tiene que ganar la clase obrera, tal y como ya se demuestra en los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas donde gobiernan y cuyos límites ha dejado bien claros el Gobierno de Syriza en Grecia.

La salida a la crisis es el socialismo – comunismo

La clase obrera debe agrupar a los sectores populares en torno a un programa de ruptura forjado desde la más estricta independencia de clase, atendiendo única y exclusivamente a los intereses de las amplias mayorías trabajadoras de nuestro pueblo. Un programa que enfrente los planes del bloque dominante para recomponer y preservar su dominación, que rompa con las uniones interestatales imperialistas de las que España forma parte y en las que las clases dominantes apoyan su dominación (Unión Europea y OTAN), que ataque los intereses de los monopolios a través de la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía, altamente concentrados, y sea germen de una economía socialista al servicio de la clase obrera y el pueblo en una futura República Socialista en la que libremente se integren nuestros pueblos y naciones bajo el empuje revolucionario de la clase obrera.

Pero no basta con proclamar el qué hacer, sino que hay que debatir cómo hacerlo. El X Congreso del PCPE, cuyos debates comenzarán en el próximo periodo, debe ser aprovechado por la clase obrera para organizar la contraofensiva, para fusionar el programa socialista – comunista de su Partido con las luchas de masas que se libran día a día en defensa de las condiciones de vida, para desenmascarar a la nueva socialdemocracia y al oportunismo y evitar que extiendan sus redes tramposas sobre las clases populares, para impulsar un intenso proceso de recuperación del sindicalismo de clase, para redoblar la lucha ideológica en todos los terrenos, para impulsar la lucha de masas contra las uniones imperialistas y desvincular a nuestro país de la política criminal de la OTAN, erradicando las bases militares imperialistas en nuestro suelo.

Hoy, la vieja tesitura planteada por el movimiento obrero bajo la consigna de “socialismo o barbarie” se expresa con fuerza en la vida de los millones de obreros y obreras de nuestro país que a diario comprueban en sus carnes que se trata de ellos y ellas o de sus explotadores. Los explotadores, como hemos visto, preparan su Estado y sus partidos políticos contra nosotros y nosotras, fortalezcamos por tanto nuestro Partido, nuestras organizaciones y nuestro programa contra ellos.

R.M.T.

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