Cuando la burguesía española necesitó articular una nueva forma para su representación política, en los últimos tiempos de la dictadura anterior, encontró en un reconvertido Manuel Fraga1 al dirigente que preparó la fuerza política de repuesto para enfrentar las nuevas formas que tomaba la lucha de clases en España.

En simultáneo con el papel de primera fila, pero de carácter temporal, que le fue asignado a Adolfo Suárez y a su Unión de Centro Democrático (UCD), se desarrollaba una estrategia paralela, con el protagonismo de Manuel Fraga y su inicial Alianza Popular (AP), que finalmente se convertiría en la opción más ventajosa para esa burguesía.

Con el tiempo AP se convertiría en el actual Partido Popular (PP).

El PP -con sus avatares diversos, como el del referéndum de la OTAN donde equivocó su posición-, se terminó convirtiendo en la fuerza política que sería reconocida como la mejor representante de los intereses de la gran oligarquía de este país, y por ello ha jugado un papel determinante en el ejercicio de la dirección política y de la violencia necesarias para imponer con mano férrea los procesos de reconversión del capitalismo español en las últimas décadas. Ello, como no, con la participación alternante de la versión socialdemócrata “más social”, que representa el PSOE.

El recurso al término Popular, en una formación política surgida de lo más genuino del capital financiero y de la cúpula de la Iglesia Católica, tiene su explicación en el contexto del desarrollo de la lucha de clases y de la lucha ideológica en los primeros años del postfranquismo. Una etapa caracterizada por la existencia de un fuerte movimiento obrero, combativo y con una gran capacidad de movilización, donde se realizaron numerosísimas huelgas masivas de carácter parcial o general. Las clases dominantes buscan pervertir el término y robárselo a la clase obrera, al pueblo. Así, en España, el nombre de Partido Popular identifica al partido de los mayores enemigos del pueblo.

A otro nivel, el PSOE sigue llamándose Partido Socialista, cuando su programa y su ideología nada tienen que ver con tal denominación.

Ahora, en una etapa de profunda crisis económica y sistémica que se expresa -como ya hemos analizado en ocasiones anteriores-, en crisis en la cúspide, también las clases dominantes mueven sus fichas con el objetivo principal de tratar de contener el ascenso del proletariado como clase reconocida en sus propios objetivos independientes de lucha. Ante una situación más favorable del desarrollo de la lucha de clases para el proletariado español, la burguesía reacciona y activa sus cortafuegos.

Ahora, y por las condiciones concretas que se dan en esta crisis y como producto del agigantado proceso de concentración y centralización del capital, el bloque oligárquico-burgués articula una alianza con la pequeña burguesía (clases medias en la terminología liberal-oportunista), con el reiterado objetivo de dar camino a una nueva artimaña que quiere contener el ascenso de la lucha de clases del proletariado.

Así se coloca en el centro del escenario político a las nuevas fuerzas reformistas, principalmente PODEMOS, para trasladar una ilusión de cambio manteniendo todo igual. Una alcaldesa que viaja en Metro y que pacta con la banca las condiciones de los desahucios (que no es lo mismo que impedir los desahucios), generan el espejismo de que cambian las condiciones de vida de la clase obrera y los sectores populares.

Más claro, si se quiere, lo tenemos estos días con Tsipras y su Syriza. Se convoca un referéndum que busca crear la ilusión de que se planta cara al imperialismo de la UE para, utilizando esa ilusión popular, ir luego a pactar las mismas propuestas políticas que supuestamente se rechazaban en la consulta popular, pero ahora con paz social. Syriza, así, obtiene el apoyo de todo el arco parlamentario burgués. Solo el KKE mantiene con firmeza su coherencia política en defensa de los intereses de la clase obrera griega.

En España, en estas semanas últimas, los medios de agitación y propaganda de las clases dominantes no paran de difundir las más diversas noticias sobre las Candidaturas de Unidad Popular, ocupando espacios abundantes y destacados en los primeros planos informativos.

Se dedica una atención especial a las encuestas que empiezan a predecir un empate a tres entre las fuerzas del bipartidismo y la nueva socialdemocracia que representa PODEMOS. Se vuelve a repetir el juego previo a las pasadas Elecciones Locales del 25M.

El término Popular es también el preferido en esta ocasión. Lo que se inició bajo la expresión Candidaturas de Confluencia, es sustituido de nuevo por el término Popular. La burguesía entiende que ahora también necesita enfrentar la lucha ideológica tratando de arrebatar al campo revolucionario la categoría pueblo2 (como categoría del marxismo), y toda la cosmovisión asociada a ello. Los centros intelectuales burgueses consideran este término de la mayor utilidad para sus fines de engaño y manipulación.

Bajo la denominación de Candidaturas de Unidad Popular se desarrolla una elaborada estrategia cuyo objetivo es reagrupar a la pequeña burguesía para convertirla en una fuerza política de gran utilidad, capaz de adormecer la voluntad de lucha de la clase obrera ofreciéndole tan solo medidas paliativas en actual capitalismo imperialista, y preservando la esencia de los intereses de las clases dominantes.

La propuesta política del PCPE, de Frente Obrero y Popular por el Socialismo (FOPS), en nada se toca con esa otra estrategia de las clases dominantes. El FOPS es una amplia alianza social que reconoce a la clase obrera como su sujeto central, y cuyo objetivo es el poder obrero y el socialismo. Por tanto es una posición clasista, que niega categorías del consenso social como ciudadanía o gente, y que reivindica la conquista del poder del Estado por la clase obrera. Por ello el programa político del FOPS nada tiene que ver con las propuestas del oportunismo: nacionalización de la banca y de los sectores estratégicos de la economía, moratoria hipotecaria para familias en paro y devolución de las viviendas robadas por los bancos, poder obrero en los centros de trabajo, Comités para la Unidad Obrera (CUO), Comités Populares como formas locales del poder obrero, salida del euro, de la UE y de la OTAN, etc, etc.

Los capitalistas españoles necesitan, de forma apremiante, impedir la toma de conciencia revolucionaria por parte del proletariado. A mitad del siglo pasado las clases dominantes europeas recurrieron al fascismo, y encontraron en Hitler un artífice útil para la defensa de sus intereses parasitarios, utilizando toda la violencia necesaria. Hoy, esa misma estrategia, toma forma de una alianza entre la oligarquía y la pequeña burguesía para, en común, impedir que el proletariado aproveche el actual momento político dando un salto cualitativo en sus capacidades de lucha en el camino de su emancipación.

Hay que dar un combate claro y directo frente a las fuerzas oportunistas y sus estrategias de colaboración de clases. Vivimos en la etapa de transición del capitalismo al socialismo, y luchamos con el programa político y las alianzas que se corresponden a esa etapa de lucha revolucionaria. La clase obrera debe elegir el camino de la revolución.

Combatiendo a la nueva socialdemocracia.

Carmelo Suárez


 

1 Hay que decir que en la intrahistoria del Partido Comunista de España -con Carrillo al frente- se consideró al entonces embajador en Londres como un señuelo del importante cambio político que se estaba preparando a la muerte de Franco.

2 Pueblo: Alianza revolucionaria de todos los explotados y las explotadas.

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