“El primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad: la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. (…) El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no será <abolido>; se extingue”. (F. Engels: Anti-Dühring)

 

Pocas palabras del marxismo-leninismo han sido más tergiversadas por los revisionistas de izquierda y de derecha que estas que anteceden de Engels. En parte, fruto de la empresa consciente de manipulación de los clásicos por parte de la burguesía y sus agentes y, en parte, por la simple incomprensión de la significación de su contenido.

Aquella teorización, aun mantenida, pero con otro nombre, de la llamada “profundización democrática” (uno de los pilares básicos del eurocomunismo) bebe, en última instancia, de una mala interpretación, intencionada, de esta cita de Engels.

En contra de los eurocomunistas de ayer y hoy, la expresión acerca de la extinción del estado no tiene nada que ver con un proceso pacífico de cambio social o algo parecido. Esa apreciación fue el soporte teórico que justificó el abandono del proyecto revolucionario y la domesticación definitiva del PCE.

Precisamente en ese sentido es en el que se expresa Engels cuando, a lo largo del Anti-Düring (o Marx en La guerra civil en Francia), afirma que la toma del poder político por parte del proletariado supone la destrucción del “Estado como tal”. Engels no está hablando en ningún momento del Estado en sentido abstracto, como expresión ideal del Absoluto (a la manera de Hegel). Está hablando de la destrucción del Estado burgués y de la formación de las estructuras estatales del poder obrero para el ejercicio de su dictadura sobre la burguesía.

Si el Estado es una herramienta para el ejercicio de la dictadura de clase, su destrucción significa acabar con la “fuerza especial de represión” (expresión de Engels) a favor de la dictadura del proletariado. Esa “destrucción” no puede adquirir la forma de un traspaso pacífico de poderes; sólo es factible mediante un proceso revolucionario en que el proletariado toma el poder.

Por tanto, cuando Engels nos habla de la extinción del Estado no está refiriéndose al Estado burgués. ¿A qué hace, pues referencia? Lo que se extingue es la forma estatal posterior a la toma del poder político por el proletariado.

Como la clase más revolucionaria, la clase obrera que toma el poder no lo hace para ejercer el gobierno para sí, sino para todas las clases y sectores objetivamente interesados en la destrucción del capitalismo. La “toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad” significa socavar las bases materiales que sustentan el poder de la burguesía.

Toda esa etapa histórica que media entre el capitalismo y el comunismo (la fase socialista) viene marcada por el ejercicio de la dictadura del proletariado. ¿Sobre quién? Sobre la clase explotadora, sobre la burguesía.

“Los trabajadores sólo necesitan el Estado para aplastar la resistencia de los explotadores, y este aplastamiento sólo puede dirigirlo, sólo puede llevarlo a la práctica el proletariado, como la única clase consecuentemente revolucionaria, como la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesía, por la completa eliminación de ésta” (V.I. Lenin: El Estado y la revolución)

Nunca la historia vio que una clase dominante dejara de serlo de forma pacífica. La contrarrevolución zarista tras la Revolución bolchevique, el ataque incansable contra la revolución cubana o las experiencias del Chile de Allende y de la Venezuela de nuestros días confirman que la burguesía no está dispuesta a ceder el poder de forma pacífica, ni siquiera a tolerar una merma en el ejercicio de su dictadura.

Por tanto, la violencia—nos dice Engels en un pasaje intencionadamente olvidado por los revisionistas y oportunistas—“es el instrumento con la ayuda del cual el movimiento social se abre camino y rompe las formas políticas muertas y fosilizadas”.

Así las cosas, cuando desaparece la base material que sustenta a la burguesía, ésta desaparece como clase, dejando a la dictadura del proletariado sin contenido político. O, en otras palabras, a medida que el Estado proletario va quebrando las bases del capitalismo como modo de producción, su necesidad histórica va desapareciendo y, en consecuencia, va desapareciendo, yendo a ocupar un lugar en el “museo de antigüedades, junto al torno de hilar y junto al hacha de bronce”.

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