En una foto prescindible, pero inevitable por el carácter de sus protagonistas, el pasado día 15 de diciembre, los autodenominados agentes sociales volvieron a firmar —esta vez con el gobierno de Rajoy— un nuevo episodio del pacto social que iniciaron en los  ya lejanos Pactos de la Moncloa.  

Acuerdo que establece los leoninos requisitos para,  desde el 15 de enero de 2015 hasta el 15 de abril de 2016 y en periodos de  6 meses,  acceder al subsidio  que ahora se llamará Prestación Extraordinaria de Activación y que, entre otras cosas,  exige, al perceptor/a de los 426€ mensuales,  estar sin cobrar nada durante los últimos  6 meses, tener cargas familiares y aceptar cualquier oferta de empleo “adecuada” .  Un avance si solo consideramos que se regla para 16 meses y hasta ahora dependía de la decisión del gobierno cada 6 meses, pero tan absolutamente insuficiente que, hasta las organizaciones sindicales que hacen del pacto social seña identitaria,  hubieran podido alegar su limitado alcance para negarse a la firma e instar al gobierno a que lo decretaran ellos sin su concurso.

Pero ¿por qué sin consultar a sus bases las comisiones ejecutivas de estas organizaciones sindicales firman este acuerdo que pone a prueba las capacidades y la paciencia de sus receptores sometiéndolos a un llamado itinerario formativo en manos de agencias de colocación privadas?  ¿Por qué asumen afirmar que estas medidas “están destinadas a intensificar la evolución positiva de la economía y acelerar la creación de empleo estable y de calidad”? ¿Por qué lo hacen también ahora cuando han visto reducidos sus ingresos vía Estado y ha tenido que ajustar su estructura mediante multitud de EREs y extinciones de contratos? ¿Por qué avalan a un gobierno que es la punta de lanza de una furibunda campaña antisindical? En definitiva ¿por qué están situadas en la derrota y en la gestión de ésta?  Esa es la respuesta que, más allá de la lamentable estética de una foto patética, estamos obligados a encontrar la clase trabajadora de este país para rectificar la senda actual de permanente pérdida de derechos y desvalorización de la fuerza de trabajo y entrar en un camino de progresiva recuperación de la iniciativa en el marco de una contraofensiva obrera y popular contra el poder de los monopolios y sus respectivos gobiernos.   Ese es el verdadero reto que tenemos por delante y que hemos de gestionar bajo la premisa irrenunciable de que siempre la unión de la clase trabajadora es la condición indispensable para su victoria.

Las organizaciones sindicales que,  pese al evidente incremento de la explotación y la  pobreza entre nuestra clase,  persistan en el compromiso ideológico y orgánico con la institucionalidad burguesa y   renuncien a una estrategia de defensa consecuente y a todos los niveles de los intereses exclusivos de la clase trabajadora,  insistiendo en la senda del pacto social, tratando de conciliar intereses y necesidades irreconciliables, dejarán de cumplir su función y el desarrollo de la lucha de clases las acabará colocando en su lugar.  Esa es la valoración que todo trabajador y trabajadora consciente debe hacerse para situar acertadamente su esfuerzo y compromiso militante en los sindicatos y empujar en el camino correcto. El debate ha de abrirse y sólo la defensa efectiva de una práctica sindical de clase es la garantía para el futuro de todas las organizaciones sindicales.

Si somos conscientes que todo lo que se conquistó luchando lo perderemos si no luchamos; solo hay una respuesta: no hay más tiempo que perder. Ahora es cuando hay que  impulsar en cada centro de trabajo la más amplia unidad obrera para, con lucha y firmeza en los principios de solidaridad y dignidad de clase, poner  fin a las intenciones de la patronal de superar la crisis estructural y general del capitalismo con nuestra sangre y sudor.

Julio Díaz

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