El recrudecimiento de la crisis capitalista de sobreproducción que arrancó hace siete años y el horizonte tan poco halagüeño que vislumbran los capitalistas para conseguir remontarla en un corto espacio de tiempo, a pesar del abaratamiento del precio de la fuerza de trabajo como ineludible vía con la que contener la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y tratar de reiniciar un nuevo ciclo de reproducción del capital, sitúan a la dominación de la burguesía en el Estado español al borde de una quiebra superestructural que amenaza con convertir la intensificación de la explotación obrera, la generalización de la pobreza o la elevada cifra de paro forzoso entre la juventud de extracción obrera y popular en una incontrolada explosión de rebeldía que bien pudiera servir como caldo de cultivo para las ideas más avanzadas.

He aquí por qué el bloque dominante oligárquico burgués trata de echar levadura sobre la hornada de politicastros de figurón destinada a sustituir en el hemiciclo a los peleles que vienen gestionando la dictadura de los monopolios desde hace algo más de tres décadas, los cuales se han desgastado de una forma meteórica con la actual crisis cíclica que padece el capitalismo.

El efecto inmediato que se propone conseguir el enemigo de clase con este nuevo emplaste sería, sin duda, el de seguir utilizando como contrafuerte de su hegemonía cultural a una pequeña burguesía que, presintiendo su inminente proletarización como resultado del imparable curso de la historia, se radicaliza y forja en su imaginería fantasías fetichistas y reaccionarias pequeñoburguesas fundadas en un modelo ilusorio de Estado paternalista burgués que intervenga en sus asuntos y sea capaz de evitarle caer en la completa ruina.

La ambigüedad interclasista es una constante en la expresión política de la pequeña burguesía -este hecho lo corroboran la ascensión del fascismo en Alemania e Italia durante el primer tercio del siglo XX y la aparición de algunos movimientos como el 15M u otros de carácter nacionalista burgués como el proceso catalán-, pues con un discurso populista y radical -plato muy del gusto de los pequeños productores y comerciantes, del personal del escalafón más bajo de la burocracia, de la aristocracia obrera, de una buena parte de los titulados universitarios, entre los cuales muchos provienen de un entorno obrero y cuyas expectativas creadas en la carrera no se corresponden con la realidad, y de una gran porción de trabajadores no productivos- pero perfectamente asimilable por el imperialismo, consiguen apartar a las masas proletarias de la doctrina de la lucha revolucionaria consciente y colectiva contra la burguesía -su enemigo antagónico e irreconciliable- que propugna el marxismo-leninismo y que es aplicada consecuentemente y en todos sus aspectos por el partido de vanguardia del proletariado. Este caminar a gatas y en círculos en pos de intereses ajenos a los de su clase conduce directamente al proletariado a la indolencia del derrotismo.

La abdicación del viejo monarca, la coronación de Felipe VI, la recomposición de la cúpula del PSOE, la materialización partidista del 15M en Podemos y en otras entidades locales emparentadas con esta organización -por ejemplo, el caso de Guanyem Barcelona-, la naturaleza mesiánica con la que disfraza el aparato propagandístico de la burguesía al vendehumos y apagafuegos de "El Coletas" y a sus acólitos, el encumbramiento de Alberto Garzón y del ala más dererechista de IU-PCE dentro de una socialdemocracia clásica que procura fagocitar Podemos, el sambenito y hopa que se les ha colocado a los miembros del clan Pujol o a Urdangarín a modo de castigo moralizante y ejemplar contra la falta de escrúpulos en los hombres públicos -¡cómo si el capitalismo fuera menos marrullero que sus títeres!-, la promesa de dotar con mayor autonomía a algunas regiones y también el protocolo tácito de buenas intenciones democrático-burguesas al que ahora se adscriben todos los que saltan a la palestra parlamentaria y los que salen de ella, como es el caso del PP y del PSOE, perfilan el eje sobre el cual diseñar esta segunda Transición, ideada, al igual que la primera, con el único fin de conducir a la clase obrera hacia una fina red en la que pueda ser devorada más cómodamente por el monstruo del capital.

¿Cuándo fue la última vez que votaste con ilusión? ¡Claro que podemos! Esto no es una crisis, ¡es una estafa! ¡Podemos es ciudadanos haciendo política! ¡Hay que acabar con esta casta de políticos corruptos! Son varios de los lemas abstractos a los que recurre este político arribista y amanerado burgués de nuevo cuño promocionado por la oligarquía que, asimilando el prêt-à-porter a la política de un Estado rentista y usurero, se jacta de saber escuchar, de estar preparado, de ser honrado, intelectual, amante de la libertad y de la democracia, digno heredero de la Constitución del 78, respetuoso con los Derechos Humanos, reformador, azote implacable de la corrupción -máxime cuando existe en partidos y sindicatos-, conciliador, pacifista, justo, razonable, federal, equitativo, ecologista, feminista, convergente, solidario, europeísta y cosmopolita, un poquito laico, en ocasiones republicano y en otras partidario de una monarquía transparente, y un largo etc. de atributos de añadidura que nos recuerdan más al tintineo que hacen los cascabeles de las mulillas que a la sinceridad humana. ¿Acaso se puede corregir un sistema senil, decadente, explotador y asesino? Ninguno de estos exhibicionistas cuestiona el capitalismo, causante del sufrimiento al que se ve sometida la mayor parte de la humanidad y de las guerras de rapiña que asolan el planeta, ni tampoco la permanencia de España en estructuras imperialistas como la UE o la OTAN. Ninguno de ellos ayudará a mejorar las condiciones de vida del proletariado.

Los y las comunistas no les arrendamos la ganancia a estos trileros. Bastardear el proyecto burgués todavía más que el cesante al que relevan en el pesebre burocrático será la única conquista que realizarán hasta el final del turno estos farsantes, viejos antes de siquiera haber nacido, cuyos cometidos serán el de fortalecer a toda costa la dictadura del capital financiero y fomentar el parasitismo y la barbarie en España y en la parte del mundo que controlan nuestros monopolios.

Ni les arrendamos la ganancia ni nos afectará el odio con el que nos atacarán estos seres lacayunos por no habernos sometido a esta nueva maniobra del imperialismo acatada y apoyada por el reformismo. Qué bien supo concretarla sin darse cuenta de ello un agente de la oligarquía como Pepe Bono, quien recientemente hizo una visita al dictador que mantienen nuestros monopolios en Guinea para recordarle sus obligaciones, al responder con su llaneza habitual al partido de los círculos y a otros carroñeros que empiezan a relamerse el hocico ante la visión del festín putrefacto que se les prepara, con aquel proverbio que dice que de casta le viene al galgo.

La enérgica resolución de empezar a sumar fuerzas en el Frente Obrero y Popular por el Socialismo, en lugar de quedarse mirando a las musarañas o servir de actor secundario dentro del sainete burgués con el que se trata de dar continuidad al sistema capitalista en el Estado español, se impone en nuestros días a nuestro pueblo como una condición básica para ser dueño de su destino y conquistar aquello que le pertenece.

¡Todo para la clase obrera!

Jesús C.

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