Aunque la conflictividad laboral surge desde el mismo momento en que diariamente te levantas de la cama para ir a trabajar, con tu despertador al servicio del patrón o patrona, y tienes que vender tu fuerza de trabajo para poder vivir, hay momentos en los que esta conflictividad cobra especial virulencia y se manifiesta a las claras en toda su magnitud. Nos referimos a aquellos momentos en los que la clase obrera, bien por la negociación de un convenio, por un accidente laboral o por el incumplimiento de las condiciones laborales por parte de la patronal -que es lo habitual-, se rebela y se levanta reivindicando sus legítimos derechos. Es una manifestación más de la lucha de clases.
En el sector del metal trabaja más de un millón ochocientos mil trabajadores y trabajadoras, que representan el 12,5% del total de la clase obrera en el estado español, estando agrupado este colectivo principalmente en PYMES (81,9% del total). Este último dato es significativo, pues da idea de la enorme dispersión de trabajadores y trabajadoras en una red de pequeñas empresas, la mayoría de ellas auxiliares de grandes empresas, como por ejemplo Navantia o Dragados, con mas de 5.000 empresas auxiliares en Cádiz.
A principios del mes de junio, en pleno auge e incremento de la conflictividad laboral, en Cantabria se produjeron dos jornadas de huelga en el sector del metal, que han tenido un seguimiento del 90% de los 22.000 obreros y obreras que trabajan en fábricas como Sidenor en Reinosa, Tekia en Ampuero o Global Steel Wire en Santander. Ante la postura prepotente y chulesca de una patronal que pretende recortar mejoras al convenio que se esta negociando, los trabajadores y trabajadoras del metal exigen recuperar el poder adquisitivo y que no se elimine el plus de distancia. Como es natural, mientras que la clase obrera sale a la calle a defender sus intereses, la patronal se apresura a calificar de “delincuentes” a los piquetes informativos y la represión cae sobre ellos de forma inmediata, destacando la detención de un joven militante del PCPE.
En Cádiz, durante los días 18 y 19 de este mismo mes de junio, ha tenido lugar una huelga en este sector del metal por la negociación de un convenio encallado por la postura intransigente de la patronal, y con el precedente de un convenio que no resolvió los problemas estructurales de este sector y cuya negociación dio lugar a la histórica huelga del 2021, que paralizó los astilleros y plagó de barricadas las calles de Cádiz. En este caso, la huelga, cuyo primer día terminó en una autentica batalla campal entre trabajadores y fuerzas represivas, con siete detenciones y algún que otro herido, ha aglutinado a cerca de 30.000 trabajadores y trabajadoras del sector del metal, quienes en asambleas decidieron ir a la huelga.
Ante una crisis estructural del sistema capitalista que se extiende por todas las vertientes del sistema, desde el escandaloso grado de corrupción en el que se ven inmersos los partidos políticos del régimen, principalmente PP y PSOE, pasando por la monarquía, el poder judicial y demás aparatos y estructuras del estado; y junto a esto, o mejor dicho, como consecuencia precisamente de esto, la escalada belicista y el desvío de enormes cantidades de dinero público hacia la industria armamentista y el proporcional recorte en gastos sociales: sanidad, educación y servicios sociales, ataques a las pensiones, criminalización de la lucha sindical y obrera, proliferación de posiciones fascistas. No puede sorprender que la clase obrera, harta de soportar las agresiones de la patronal, harta de no llegar a final de mes, de tener que elegir entre pagar la hipoteca o el alquiler y llenar la nevera, harta de que se incumplan los convenios, harta de la patronal y sus chulerías, cuando se lanza a la huelga lo haga en la forma expeditiva en que lo hace. Es una expresión instintiva de rebelión contra las cadenas que la atan y las consecuencias, por ahora, solo la paga algún que otro desdichado contenedor.
Hay que pasar de la lucha instintiva a la lucha organizada; que las asambleas de trabajadores y trabajadoras sean las únicas instancias de toma de decisiones; que las cada vez más numerosas huelgas suban un escalón y se conviertan en una huelga general donde la clase obrera recoja sus reivindicaciones inmediatas junto a la defensa de sus intereses como clase a un plazo más largo; que los sindicatos de clase sean precisamente eso, de clase, y que dejando de lado todo lo superfluo, confluyan en una confederación sindical que unifique las luchas en una sola lucha, la que la clase obrera con su vanguardia, el Partido Comunista, libra contra la burguesía opresora. Solo de este modo se podrá derrotar a ese caduco y criminal sistema capitalista.
¡¡¡ UNA SOLA CLASE, UNA SOLA LUCHA!!!
J. Ferrer