La extrema derecha, también conocida como derecha populista o populismo excluyente, ha crecido estrepitosamente en los últimos años en Europa, con Hungría, Polonia e Italia a la cabeza.

La politización de ciertas cuestiones que ahora se abren al debate en Europa, como la integración europea, los derechos de ciertas minorías, determinadas libertades y derechos fundamentales, así como la soberanía de los pueblos, han motivado el apoyo electoral a estos partidos que buscan desafiar el statu quo en relación con las principales cuestiones políticas en Europa.

En el caso de España y Portugal la extrema derecha ha crecido a expensas del voto de los conservadores, un fenómeno que se repite en muchos otros estados. Los partidos de derecha tradicionales han decidido responder a este auge de la extrema derecha desde dos posturas claras: con el aislamiento y rechazo completo a estos partidos o con la adopción de muchas de las medidas por las que estos abogan, dando un giro aún más conservador a sus programas políticos, de manera que puedan volver a atraer a esos votantes que ahora votan a la extrema derecha.

El académico Cas Mudde distingue tres características comunes a todos los partidos de extrema derecha en Europa: el nativismo, el autoritarismo y el populismo. El primero, hace referencia a la ideología basada en que la nación debe estar poblada únicamente por nativos de la misma y que elementos no nativos son una amenaza para el Estado.

El autoritarismo implica una percepción muy ordenada y rigurosa de la sociedad donde se castiguen seriamente las infracciones y el crimen. También supone una crítica a la democracia representativa por su lenta y pesada maquinaria burocrática que no responde a las necesidades de una parte de la población, que demandan una mayor concentración del poder ejecutivo en sus representantes electos.

El populismo se refiere a la ideología que sostiene que la sociedad se divide en dos grupos antagónicos, uno conformado por “el pueblo puro” y otro por “la élite corrupta”.

Un último rasgo se refiere a la moralización, que consiste en una visión moral de la extrema derecha populista basada en un fuerte componente religioso que permite justificar su aversión hacia los excluidos del grupo.

El auge de la extrema derecha se puede conectar a la creciente brecha social, cultural, ideológica y territorial que se está abriendo en Europa. Un factor clave ha sido el paulatino descontento de la clase media en Europa, “los perdedores de la globalización”, que ha desencadenado un claro rechazo por parte de éstos al establishment financiero, económico y cultural que ha conformado el modelo en el que vivimos actualmente, donde el papel central está en la globalización, que ha tenido un efecto negativo sobre la clase media, la cual ha visto afectada su estabilidad y calidad de vida.

El votante prototipo de extrema derecha europea surge en oposición a los procesos de desnacionalización e inmigración, que, impulsados por las élites liberales, pondrían en peligro a la soberanía y la identidad del pueblo nacional. Este populismo de la extrema derecha se origina en diferentes tipos de vulnerabilidad, no solo socioeconómica, si no también sociocultural.

Otro de los factores que ha contribuido a crear este caldo de cultivo han sido las redes

sociales y la desinformación. A través de la difusión de contenido con una fuerte carga emocional e información manipulada, e incluso violenta en ocasiones, y los famosos algoritmos con los que estas redes funcionan, es más fácil que contenido sin ningún tipo de verificación o filtro informativo se viralice y sea tomado como algo verdadero.

Las recientes crisis migratorias y los crecientes flujos migratorios en general han acrecentado un rechazo por parte de ciertos sectores de la población a la entrada de inmigrantes, ante el temor de una invasión de personas extranjeras que, no solo sustituyen laboralmente a los nacionales, sino que suponen un peligro para el orden y la seguridad nacional por su procedencia.

El discurso ultraderechista ha penetrado en las redes sociales en dos niveles. Por un lado, para aprovechar la facilidad y potencialidad de viralización de las redes sociales, elaboran una serie de mensajes con una explosiva carga emocional que busca provocar la indignación o el aplauso intuitivo por parte de sus receptores. Por otra parte, hacen uso de los logaritmos con los que funcionan estas redes sociales, capaces de captar las preferencias de los usuarios, para hacer llegar sus mensajes a un sector específico, creando así una comunidad con preferencias compartidas.

La psicología cognitiva ha demostrado que los individuos tendemos a acudir a cauces de información que confirman nuestras creencias, preferencias, prejuicios y sesgos cognitivos, el propio ecosistema digital nos muestra tan solo el contenido que queremos consumir y así nos llegan mensajes que tan solo muestran una cara de la moneda aislándonos de opiniones diferentes.

Si nos adentramos a las raíces de la aparición del discurso antinmigración en Europa, la crisis económica de 2008 y la crisis de los refugiados de 2015 fueron dos hitos clave que determinan el surgimiento de este discurso.

En España, el discurso de Vox se centra en demonizar el Islam relacionándolo con el terrorismo, su incompatibilidad con los valores de las sociedades occidentales, el crimen y las creencias radicales islámicas. Para Vox, la identidad del Estado español se construyó enfrentándose al islam y rechazan la diversidad existente en España tras siglos de convivencia.

La extrema derecha populista supone un peligro por dos razones principales. Primero, por su deriva autoritaria, que se manifiesta en las pretensiones de acumular más poder en torno al ejecutivo y controlar el poder judicial y segundo, por sus aspiraciones para reformar las instituciones políticas y sociales de manera que representen únicamente al grupo que ellos consideran como pueblo nacional.

Marcos M. Rodríguez Pestana

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